Desde que, en abril, el Gobierno de Sri Lanka aceptara que no podía asumir su deuda externa de 52 millones de dólares y declarara la bancarrota, una crisis generalizada de desabastecimiento de materiales de primera necesidad ha sumido al país asiático en una catarsis sin parangón.
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Una caída libre en la que la violencia ya se hizo presente el 10 de mayo, cuando, pese a la dimisión del primer ministro, Mahinda Rajapaksa, la permanencia en el poder de su hermano, Gotabaya Rajapaksa, presidente de la República, hizo que no se calmaran los ánimos.
Por codicia
Entonces, el arzobispo de Colombo, el cardenal Malcolm Ranjith, mostró su decepción con el Ejecutivo y le acusó de reprimir violentamente a los manifestantes (solo en las primeras horas, en Colombo, hubo ocho muertos y más de 200 heridos). Y todo “porque no pensó en el pueblo, sino en su propia codicia”.
Un mes después, y pese a que ha dimitido el tercer hermano Rajapaksa en el Gobierno (Basil, el ministro de Finanzas), sin que nada cambie, ha sido la Conferencia de Obispos Católicos de Sri Lanka (CBCSL) la que, tras reunirse en Plenaria, ha publicado un comunicado, difundido por Asia News, donde lanza un desesperado SOS: “Instamos encarecidamente al Gobierno a tomar medidas drásticas para atender estos problemas y llevar justicia, equidad y allanar el camino para que nuestros niños y jóvenes tengan un país en el que vivir con dignidad”.
Miseria generalizada
Y es que, comprueban, la miseria es generalizada: “La gente es abandonada en la calle y sin posibilidad de satisfacer necesidades básicas como la alimentación, el combustible y el gas doméstico e industrial. Los pacientes son privados de los medicamentos necesarios para sustentar su vida. Los padres quieren encontrar leche para sus hijos”.
Hasta tal punto llega la crisis que los prelados no dudan a la hora de afirmar que “es la peor tragedia de la historia de Sri Lanka”.
Paquete de ayudas básicas
En este contexto, el Episcopado pide al Gobierno que elabore “un paquete de ayuda” en el que, como mínimo, “se proporcionen alimentos básicos a los más pobres entre los pobres”. Si no, las consecuencias pueden ser irreversibles en un contexto en el que se dan “el aumento desenfrenado de los precios de los artículos de primera necesidad, la escasez y el acaparamiento”.
A nivel político, los obispos también avisan contra la deriva autoritaria del presidente, quien, tras forzar “la vigésima enmienda a la Constitución”, ahora ha “concentrado demasiados poderes en sus manos”. Así, es “verdaderamente lamentable que nuestros líderes hayan permitido su aprobación”.
La democracia, en riesgo
Ahora, si no se logra al menos sustentar la “absoluta independencia del Poder Judicial”, hay un riesgo real de que no se consiga “restablecer la verdadera democracia en el país”.