Francisco recuerda en su catequesis, dedicada a la vejez, a los dos sacerdotes jesuitas fallecidos en un incidente violento en Chihuahua y también muestra su solidaridad con los damnificados en el terremoto de Afganistán
En la audiencia general que presidió este miércoles en la plaza de San Pedro del Vaticano, el papa Francisco tuvo presentes a los dos sacerdotes jesuitas asesinados el pasado lunes en el estado mexicano de Chihuahua, Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, y cuyos cuerpos aún no han sido recuperados. Tras mostrar su “dolor” y “consternación” por lo sucedido con “estos hermanos míos jesuitas” y recordar que en el incidente también falleció “un laico”, el guía turístico Pedro Eliodoro, al que los religiosos trataron de proteger cuando era perseguido por un hombre armado, Jorge Mario Bergoglio lamentó: “¡Cuántos asesinatos en México!”.
El Pontífice manifestó su cercanía con “afecto y oración” a la comunidad católica “golpeada por esta tragedia” y repitió una vez más que “la violencia no resuelve los problemas, sino que acrecienta los inútiles sufrimientos”. También dedicó el Papa unas palabras tras concluir su catequesis a las víctimas y damnificados en el terremoto que ha sacudido en la madrugada de este miércoles el sureste de Afganistán, dejando al menos 280 muertos y más de 600 heridos.
“Expreso mi cercanía a quienes han sido golpeados por el seísmo. Rezo por quienes han perdido la vida y por sus familiares. Espero que con la ayuda de todos pueda aliviarse el sufrimiento de la querida población afgana”, declaró Francisco, aclarando además que los niños que habían subido con él al papamóvil durante el recorrido inicial de la audiencia eran ucranianos. “No nos olvidemos de Ucrania, no perdamos la memoria de ese pueblo martirizado”, dijo.
La catequesis formó parte del ciclo de alocuciones sobre la vejez y estuvo centrada en el diálogo entre el Resucitado y Pedro. Después de subrayar que la de Cristo no era “una imagen azucarada”, sino que se comportaba “como hombre, con ternura, amistad y cercanía”, habló de los límites que impone el hecho de ir cumpliendo años. “Cuando eres joven eres autosuficiente, cuando seas viejo ya no serás padrón tuyo ni de tu vida”, dijo Bergoglio, que improvisó a continuación respecto al texto que tenía preparado: “Que me lo digan a mí que tengo que ir en silla de ruedas. Pero es así, la vida es así. Con la vejez te vienen todas estas enfermedades, que debemos aceptar como vienen. No tenemos la fuerza de los jóvenes”.
Las palabras del Papa fueron celebradas con un aplauso por parte de los fieles y peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, a los que les dijo más adelante que el Señor “habla siempre según la edad que tengamos”. Por ello invitó a “aprender de nuestra fragilidad” y aceptar que con la enfermedad y la vejez “la dependencia crece”, pero también ahí “Jesús está con nosotros y desarrolla la riqueza de la fe bien vivida”.
También instó a “alejarse de ser protagonista”, lo que “no es fácil”, a “no tener envidia de los jóvenes” y a “saber despedirse”. En eso consiste “la sabiduría de los ancianos”. “La vida del anciano es una larga despedida, pero una despedida alegre”, dijo el Papa, destacando finalmente que “un anciano no puede ser feliz si no mira a los jóvenes”, mientras que estos “no pueden ir adelante en la vida sin mirar a los ancianos”.