Arquitecto de reconocido prestigio, entre 1987 y 2012 fue el director de las obras del emblemático templo barcelonés
Para muchos, la Sagrada Familia de Antoni Gaudí es la mayor ofrenda a Dios desde el arte contemporáneo. Y eso que el templo barcelonés, a caballo entre tres siglos (la primera piedra se puso en 1882), es un sueño aún inacabado y sostenido por almas diferentes que, cada una con sus características, han tratado de ser fieles al proyecto del maestro.
Uno de los principales impulsores ha sido Jordi Bonet y Armengol, quien este pasado 21 de junio ha muerto a los 97 años. Arquitecto de reconocido prestigio, entre 1987 y 2012 fue el director de las obras de la Sagrada Familia. Un cargo que también ostentó su padre, quien fue amigo del propio Gaudí. Hace diez años cedió el testigo a Jordi Faulí i Oller, aunque jamás dejó de estar cerca del gran proyecto de su vida, continuando ligado a la basílica como arquitecto emérito y asesor de su patronato.
A su innegable labor como arquitecto unió una honda espiritualidad, siendo ese binomio el que mejor le hizo seguir la estela de Gaudí. Creyente apasionado, fue el primer presidente del Movimiento Scout Católico de España y secretario general de la Conferencia Católica de Escultismo.
Además de la Sagrada Familia, entregó parte de su vida a la arquitectura espiritual, dirigiendo las obras de las iglesias de Sant Medir y Sant Emeteri, en Barcelona; de la Mare de Déu de Montserrat, en Badalona; y del Monestir de Sant Benet, en Montserrat. En todas ellas dejó innegables rastros de la visión de Gaudí, su gran referente.
Durante toda su existencia, más allá de en su obra, dio testimonio de sus creencias. En este sentido, resulta significativo acudir a una entrevista suya en el diario murciano ‘La Verdad’, en 2007. En ella, dejaba perlas como las siguientes: “Gaudí siempre decía: ‘Mi cliente no tiene prisa. Se refería a Dios”. Y es que, más allá de lo que se tarde en culminar la Sagrada Familia, lo esencial es el tiempo que esta sea ofrenda espiritual. Y ahí no hay margen o límites, salvo que hablemos de “mil o dos mil años”.
En dicha entrevista, Bonet recalcaba algo que, a su juicio, muchos olvidan: “Es un santuario, un templo cristiano, católico y abierto a todo el mundo. Pero lo que no puede ser es un parque temático”.
En su caso, jamás perdió esa referencia. Y es que la Sagrada Familia siempre formó parte de su vida: “Tengo una imagen grabada. La escuela a la que yo fui de niño fue la primera en celebrar misa aquí. Recuerdo cómo bajaba por las escaleras de la cripta cantando el día de mi primera comunión”.
Muchos años después, el 7 de noviembre de 2010, vivió uno de los grandes días de su vida cuando el entonces papa, Benedicto XVI, dedicó el templo y lo consagró como basílica. Bonet fue quien le dio las llaves de la iglesia al Sucesor de Pedro.