Tras su debut en la dirección de largometrajes con ‘La banda’ (2019), Roberto Bueso (Valencia, 1986) regresa a las salas de cine el 24 de junio con otra historia coral… y real: ‘Llenos de Gracia’. Escrita a cuatro manos con Óscar Díaz Cruz y protagonizada por Carmen Machi, su nueva película nos traslada al verano de 1994, momento en el que la hermana Marina Olmos llega al internado de El Parral, amenazado de cierre. Allí se hace cargo de un grupo de chicos sin familia a los que, gracias al fútbol, ayudará a salir adelante. Entre ellos estaba el pequeño Valdo, quien llegaría luego a jugar en la élite durante dos décadas. El testimonio de esta religiosa hoy nonagenaria, que “no deja a nadie atrás y nunca tira la toalla –sostiene el realizador–, encarna el espíritu de la verdadera pedagogía”.
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PREGUNTA.- ¿Qué hace diferente a esta historia respecto a otras comedias de buenos sentimientos, segundas oportunidades y aprendizaje vital?
RESPUESTA.- ‘Llenos de Gracia’ está inspirada en hechos reales. Tenemos la suerte de contar con unos seres humanos extraordinarios que nos confiaron la esencia de lo que se vivió en ese lugar llamado El Parral. Además, hemos tenido la fortuna de componer una pandilla de chavales realmente fascinante. Se realizó un ‘casting’ de más de dos mil chicos –en escuelas de fútbol, colegios, asociaciones culturales…– para encontrar a estos once diamantes en bruto que, a pesar de ponerse por primera vez ante la cámara, han aportado una frescura y autenticidad impagables. Es una historia profundamente vitalista e inspiradora, llena de optimismo, que busca con equilibrio la comedia y la emoción.
Recuerdos de infancia
P.- ¿Hay algo de su infancia en las correrías y bromas de estos chicos?
R.- Ha sido inevitable echar la vista atrás y recordar las propias vivencias. Tanto para Óscar Díaz Cruz –mi compañero de guion– como para mí, la infancia y la adolescencia son épocas que permanecen intactas en la memoria; ha sido un viaje maravilloso recordar nuestras propias pandillas, el barrio, las primeras experiencias, la camaradería… Uno nunca se olvida de los amigos con los que dio los primeros pasos hacia la madurez.
P.- ¿Ha conocido en su vida alguna monja así?
R.- Lo cierto es que, desde el primer momento en que me hablaron de la hermana Marina, sentí que me encontraba ante una criatura única e irrepetible. A mi entender, Marina encarna el espíritu de la verdadera pedagogía, esa que es perseverante, que no deja a nadie atrás y que nunca tira la toalla. Aquella que cree que lo importante es transmitir valores esenciales para crear personas autosuficientes, bondadosas y genuinas. Sobre todo, Marina nos enseña a defender la idea de que un niño es un ser en pleno desarrollo que necesita de todos nuestros cuidados. He visto esas cualidades en personas importantes de mi vida, especialmente en mis padres. (…)