El sacerdote argentino forma parte de la secretaría general adjunta del CELAM para atender el proceso de renovación y reestructuración
El sacerdote argentino Pedro Manuel Brassesco hace dupla con su par mexicano David Jasso en la secretaría general adjunta del CELAM desde noviembre del pasado año. El presbítero se unía entonces al equipo con el fin de atender la parte organizativa con motivo del proceso de renovación y reestructuración. Misión CELAM conversa con él después de sus primeros seis meses de servicio.
PREGUNTA.- ¿Cómo está siendo su aterrizaje?
RESPUESTA.- Uno siempre lo vive como un servicio a la Iglesia y también uno nunca se piensa que es la persona más indicada, pero también somos conscientes que cuando Dios da una misión también da los medios para llevarla adelante. El CELAM está viviendo este proceso de renovación y reestructuración que implica ser paciente y respetuoso de los tiempos de las personas, las instituciones y a su vez asumirlo con esperanza y valentía. El CELAM va a ir abriendo camino como modelo organizacional eclesial que puede inspirar la transformación de otras estructuras de la Iglesia.
P.- Llegó a su servicio en plena Asamblea. ¿Se comienzan a vislumbrar ya los frutos de este acontecimiento?
R.- Se está trabajando para que eso ocurra. Concebimos la Asamblea no como un evento sino como un proceso que sigue. Ahora estamos impulsando su continuidad a través de la apropiación del mismo por parte de las regiones y las Iglesias particulares. Un paso importante va a ser la publicación del texto con los desafíos y orientaciones de la Asamblea que está redactando el Equipo de Reflexión Teológica y que será el instrumento a partir del que se trabajará en cada dimensión de la pastoral. La primera riqueza de la Asamblea está en el hecho de su realización, abrir una instancia de reflexión y discernimiento para el futuro de la Iglesia con una participación amplia y abierta.
P.- ¿Qué puede aprender la Iglesia universal del caminar de comunión y en sinodalidad de América y el Caribe?
R.- Que es posible y que no hay que tener miedo a escuchar lo que el Espíritu Santo va inspirando en todo el Pueblo de Dios. Que hay una Iglesia viva con ganas de participar, de opinar, de extender el Reino a partir de las realidades humanas y de manera integral. Que la experiencia sinodal nos enriquece a todos y nos hace vivir nuestra condición de miembros de la Iglesia. Que siempre será mejor ir acompañados en el camino antes que solos, creyéndonos los iluminados o los únicos.
P.- Como argentino, ¿qué está significando el pontificado de Francisco para usted?
R.- El pontificado de Francisco es profético en muchos aspectos y sabemos que a los profetas no siempre se los comprendió o recibió bien en su tiempo. En un mundo donde sobreabundan las palabras el Papa habla por sus gestos, actitudes y los procesos que va iniciando. El Papa desafía nuestros esquemas mentales o institucionales y si uno acepta el reto y no se atrinchera en seguridades construidas, encuentra nuevos caminos luminosos para la pastoral y la evangelización. En Argentina he podido comprobar cómo su figura y mensaje llega a ámbitos bien diversos y especialmente a aquellos que no siempre tienen voz.