El día para Ariel López comienza a las 5:00 de la mañana, pero no sabe cuando termina. Él es director de la red de centros San Juan Pablo II, que atiende a habitantes de calle en Ciudad de Panamá desde hace seis años.
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Todo empezó cuando a los alrededores de “una casa que antiguamente era de renovación carismática y oración de la arquidiócesis” se convirtió en centro de atención sociopastoral, habida cuenta del gran número de expresiones callejeras a los alrededores: toxicodependientes, trabajadoras sexuales, LGTB, ancianos, migrantes, “propuse a monseñor José Domingo Ulloa –arzobispo de Panamá– convertirlo en lo que siempre había soñado, un centro de atención con el nombre de san Juan Pablo II”.
La vida te da sorpresas
Ariel, animado por el prelado, se trazó la tarea de atender a los descartados de hoy y hasta el momento ha abierto seis casas a razón de una por año, y gracias a Dios no han faltado corazones generosos: “La providencia nos acompaña, no recibimos dinero de ninguna institución, es lo que la gente da”.
A modo de anécdota, el laico cuenta que una vez llegó el recibo de luz y “no tenía cómo pagar”. La puerta sonó –no esperaba a nadie – apareció el padre de una muchacha que habían atendido. “El hombre tomó mi mano y puso allí un fajo”. Al abrir su mano “me percato que era la misma cantidad que adeudaba”. Sin duda, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, parafraseando el son de su connacional Rubén Blades.
