España

Agrelo, ante la matanza en la valla de Melilla: “Los Gobiernos de España y Marruecos tienen las manos manchadas de sangre”

“Las autoridades solo pueden felicitarse de haber conseguido que los sin pan estén muertos”, se duele el arzobispo emérito de Tánger





Horrorizado, desolado, encolerizado. Profético. Desde que, el pasado viernes 24 de junio, decenas de personas murieran en el caos desatado en la valla de Melilla (las autoridades españolas y marroquíes hablaron de 23 víctimas, mientras que diferentes entidades sociales elevaron la cifra a 37), con las fuerzas policiales desempeñando un papel más que cuestionable, Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger, ha publicado numerosos mensajes de condena en sus redes sociales.



En el primero de ellos, el franciscano, fiel a su estilo, no se anda con rodeos a la hora de señalar a los culpables de esta matanza: “Yo no puedo decir que los responsables de esas muertes son los Gobiernos de España y Marruecos; yo no puedo decir que los Gobiernos de España y Marruecos tienen las manos manchadas de sangre; yo no puedo decir que los Gobiernos de España y Marruecos llenan de víctimas un frío, cruel, prolongado e inicuo corredor de la muerte. No lo puedo decir, pero lo puedo pensar, y es lo que pienso”.

¿A quién le importa?

Y es que, se duele, hay dudas que aguijonean el alma: “No preguntes cuántos son los que murieron, tampoco cuántos han sido los heridos. ‘Centenares’, dicen. Cien arriba, cien abajo, ¿a quién le importa? No preguntes cómo murieron. No preguntes si esas muertes fueron evitables. No preguntes por responsabilidades en ese crimen contra unos jóvenes africanos sin derechos y sin pan. No preguntes”.

Así hasta llegar a una conclusión clara: “La culpa es de los muertos. Los violentos son los muertos. Los responsables son los muertos. Las autoridades de los pueblos solo pueden felicitarse de haber conseguido que los violentos estén muertos, que los sin derechos estén muertos, que los sin pan estén muertos. Y se felicitan, y se aplauden, y se animan a continuar matando a jóvenes africanos sin derechos y sin pan”.

El silencio del periodismo

Una denuncia de la injusticia y el silencio cómplice de la que no escapan los medios: “Y el periodismo calla: no denuncia; ni siquiera informa. Y la conciencia calla: como si Alá bendijese a quienes matan a pobres; como si a Dios no le importasen los pobres que asesinamos; como si los dueños del poder que nos oprime fuesen también los dueños de nuestros derechos, de nuestro pan, de nuestras vidas”.

En definitiva, la responsabilidad de este y tantos crímenes es de los “adoradores del dinero a un lado y otro de la frontera. Adoradores del poder a un lado y otro de la frontera. Adoradores de la mentira a un lado y otro de la frontera. Violadores de pobres a un lado y otro de la frontera. Herodes y Pilato se han puesto de acuerdo para matar a Jesús. A un lado y otro de la frontera, Herodes y Pilato se han puesto de acuerdo para matar a ese ‘Dios para Dios’ que son los pobres”.

Acto de gobierno

En otro mensaje, Agrelo va incluso más allá y su reflexión es todo un aldabonazo en la conciencia: “Me tienta la palabra ‘crimen’. Pero esa matanza de inocentes no lo es. Si lo fuese, se identificaría cuidadosamente a los asesinados, se les lloraría, nos solidazaríamos con sus amigos, con sus vecinos, con sus familias, y se pondrían todos los medios para identificar a los asesinos, para hacerles responder del crimen cometido. Pero no hay asesinados que identificar ni asesinos a los que exigir responsabilidades. Es un acto de gobierno. Y, a la vista de todos, queda la imagen atroz de quienes gobiernan y se felicitan por lo bien que lo hacen”.

En una tercera reflexión, el franciscano ahonda en la clave humana (o deshumanizada) de lo ocurrido: “No los han matado: los han sacrificado sobre el altar del único Dios a quien respetan estos adoradores, el dios Poder, el dios Dinero, el dios que Jesús llamó ‘Mammona’. Por eso no se les identifica: no importa su nombre. Por eso no se repara en el número: cuántos más sean, mejor. Son víctimas sagradas inmoladas sobre el ara de nuestro bienestar. ‘Mammona’ las reclama, y nosotros se las damos. Fíjense en las imágenes, y vean lo que ese dios ha hecho de nosotros. Causamos horror”.

No les dejarán nada

En su cuarto y por ahora último mensaje, el arzobispo emérito de Tánger asegura que, “a esos muertos, el poder los enterrará mañana (por hoy), sin duelo y sin nombre; los enterrarán de noche; lo harán sin testigos; los privarán de todo, que es privarlos de mucho más que la vida. No les dejarán nada, ni siquiera la oración de la fe. Entonces, con ellos, con esos muertos, a gritos, yo digo al Señor: Tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero. Tú eres mi bien. Tú eres el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. Tú eres para siempre mi todo, y nadie podrá arrebatarme la libertad que tú me das y que nadie jamás me podrá arrebatar”.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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