El obispo emérito de San Cristóbal de las Casas llamó al gobierno de Andrés Manuel López Obrador a escuchar la voz de muchos ciudadanos que se sienten indefensos ante el crimen organizado
“México está salpicando sangre”, fue la afirmación que hizo la Conferencia del Episcopado Mexicano, a través de su secretario General, el obispo Ramón Castro, con ocasión del asesinato de dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua, pero también para describir lo que se ha vivido en el país en los últimos años.
La respuesta del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no se hizo esperar y dejó en claro que no modificaría la estrategia de seguridad nacional. Pero fue más allá al decir que a la Iglesia se le olvidan las masacres en sexenios pasados: “todo eso se les olvida, incluso hasta los religiosos, con todo respeto, que no siguen el ejemplo del papa Francisco, porque están muy apergollados por la oligarquía mexicana”, dijo.
En este contexto, el cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, aseguró que ante los hechos ocurridos recientemente y ante la sensación generalizada de inseguridad y violencia, no es válido culpar a otros, sino asumir la propia responsabilidad.
En clara alusión a la negativa del presidente de México de cambiar su táctica de seguridad, el cardenal consideró que afirmar sin vacilación que no se va a modificar la estrategia gubernamental ante este fenómeno, denota cerrazón de mente y de corazón, para no dejarse interpelar por los datos de la realidad.
Y añadió: “No escuchar la voz de muchos ciudadanos que se sienten inermes ante el crimen organizado, indica muy poca sabiduría. Insistir en que los críticos de este gobierno, incluso nosotros los religiosos, lo hacemos por otros intereses, manifiesta muy poca humildad para asumir los propios errores“.
Arizmendi cuestionó que pese al fracaso en materia de seguridad, las encuestas de opinión pública sigan concediendo un alto nivel de aceptación y confianza a quienes sostienen dicha estrategia. “Quizá sea por las dádivas que reciben, y que provienen de nuestros impuestos, no de los bolsillos de los gobernantes”.
El cardenal Arizmendi también aseguró que si bien es fundamental atacar las causas de la criminalidad ofreciendo becas a los jóvenes estudiantes, promoviendo fuentes de trabajo, sembrando árboles, apoyando a los mayores de edad y demás acciones gubernamentales para combatir la pobreza, también es importante implementar acciones contra los grupos criminales.
“Al mismo tiempo se deberían implementar medidas para impedir que los grupos criminales hagan lo que quieran, con armas de alto poder, sembrando terror e inseguridad por todas partes”.
Explicó que después de que suceden los asesinatos y se denuncian las amenazas, el gobierno manda contingentes policiacos y militares, que patrullan unos días las comunidades. Y mientras duran esos patrullajes –dijo– los criminales desaparecen, pues tienen “halcones” que les avisan por radio o por otros medios para que se oculten. “Y cuando los militares se retiran, vuelven a sus extorsiones y abusos contra quienes viven honradamente de su trabajo”.
Finalmente, el cardenal mexicano dejó en claro que es responsabilidad de los diferentes niveles de gobierno proteger al pueblo y no escudarse en culpar a otros.
“También nosotros, como pastores de la Iglesia, nos cuestionamos sobre cómo nuestra pastoral debe afrontar esta ola violenta y criminal. Y si a esto agregamos el libertinaje en la venta y consumo de drogas, que tantos apoyan como un progreso, el problema asume niveles difíciles de controlar y convertir”.