La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, ha estado este miércoles en el Vaticano. Allí ha asistido a la misa oficiada por el papa Francisco por la festividad de San Pedro y San Pablo y, como católica que es, ha recibido la comunión. Algo que ya no puede hacer en su propia archidiócesis, San Francisco, desde que el pasado 22 de mayo el arzobispo Salvatore Cordileone se lo prohibiera de forma expresa por su postura ante el aborto.
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Se trata de un gesto que ilustra a la perfección la oposición del Vaticano a la iniciativa de los obispos de Estados Unidos de negar la comunión a los políticos proabortistas y que algunos, como Cordileone, han comenzado a poner en práctica.
Arrepentimiento y confesión
El prelado destacaba en el comunicado que anunciaba que Nancy Pelosi “no debe ser admitida a la Sagrada Comunión” que, antes de tomar esta decisión, ha habido “numerosos intentos para hablar con ella y ayudarla a entender el grave mal que está perpetrando, el escándalo que está causando y el peligro en el que pone a su propia alma”.
Sin embargo, se trata de una decisión cuyos efectos, para Codileone, dependerían de Pelosi, ya que quedaría sin efecto en el momento en el que la demócrata “repudie públicamente su apoyo al ‘derecho’ al aborto, confesarse, y recibir la absolución por su cooperación con este mal en el sacramento de la Penitencia”.