El pasado 24 de junio, cuando en muchos colegios apenas se había ido del todo el eco de los últimos alumnos, el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicaba los nuevos currículos de la asignatura de Religión Católica para Educación Infantil, Primaria, Secundaria obligatoria y Bachillerato, esto es, el documento marco que recoge el conjunto de conocimientos que el alumno debe adquirir al cursar la materia.
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De esta manera, la Secretaría de Estado de Educación oficializa, sin injerencia alguna, el trabajo realizado desde la Conferencia Episcopal Española que, en esta ocasión, ha ido más allá de los mínimos establecidos en el acuerdo con la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales, haciendo del proceso de elaboración un gran foro abierto de participación. Nunca antes ha habido tantos miles de personas detrás de estas 51 páginas que han llegado finalmente al BOE, tras la aprobación de la actual ley de educación, la Lomloe, a finales de 2020.
Y es que, con este paso oficial, se da por concluido en la Iglesia española el proceso de elaboración del currículo en el que toda la comunidad educativa se ha implicado fundamentalmente a través del foro Hacia un currículo de Religión Católica. Un diálogo entre todos y para todos, además de con una serie de consultas realizadas a expertos antes de llegar a esta relación final.
Diálogo fluido y abierto
Pero el diálogo no se ha quedado solo en la comunidad educativa, como destacaba la directora del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura, Raquel Pérez Sanjuán. Para la coordinadora de este proyecto, hay que “reconocer que los diálogos con el Ministerio de Educación y Formación Profesional han sido numerosos y fluidos, pero lamentamos que no han dado como fruto la regulación que la enseñanza religiosa merece por su aportación a la formación integral del alumnado”.
Y la visión general de la ley por parte del Episcopado español no ha cambiado. Por ello, Pérez Sanjuán recordaba al Gobierno que “los canales de diálogo continúan abiertos y mantenemos la esperanza, en el futuro, de que nuestra sociedad pueda disfrutar de una mejor consideración académica para las enseñanzas de la religión, como proponen las instituciones europeas y como es una realidad en los países de nuestro entorno”, así como en la propuesta del Pacto Educativo Global del papa Francisco.
Y es que, desde la comisión –reiteró–, seguirán luchando por “un reconocimiento más justo y estable para la enseñanza de religión en el sistema educativo”, como se ha demostrado con la publicación de un currículo que es –destacó– una gran “aportación a la calidad y equidad de la educación”, tal como persigue la última ley educativa.
Necesaria y legítima
Para que esto sea una realidad, no es un asunto accesorio afrontar la cuestión de la carga lectiva que las comunidades autónomas dedican a la asignatura. Así lo ha reflejado la comisión episcopal en una declaración leída por el obispo de Lugo, Alfonso Carrasco Rouco, tras la publicación en el BOE. Para el prelado, el número de horas semanales destinadas a la materia confesional tiene que expresar “la consideración que merece una asignatura que articula un derecho de las familias y que se refiere a dimensiones de la realidad que afectan mucho y de cerca al alumno”.
Más allá del horario, desde la comisión también se ha defendido que la asignatura “resulta necesaria para dar un contenido concreto a la afirmación de la centralidad de la persona, al pedir una atención real al alumno en su identidad más propia, que implica tener en cuenta su cultura, su lenguaje, su religión, su familia, sus circunstancias particulares”. Esto resulta “irrenunciable para una comprensión adecuada de la educación”.
Y es que el currículo, si bien varias entidades católicas han hecho algunas reclamaciones, consolida la presencia “legítima” de estas asignaturas “confesionales” en la escuela. Aunque –recuerdan los propios obispos– “no es posible una enseñanza o un pensamiento verdaderamente inclusivo, sino desde la aceptación consecuente de la libertad de conciencia –la cual está fundada en la búsqueda personal de inteligencia de la realidad– y de la libertad religiosa, que rechaza la imposición de la verdad abusando de cualquier forma de poder”.
Desde el Observatorio de la Religión en la Escuela, su director, Carlos Esteban Garcés, destaca a Vida Nueva que, “sinceramente, el nuevo currículo de Religión mejora la Lomloe, aunque no se puede decir lo mismo a la inversa”. Y es que el nuevo texto legislativo “cumple el marco competencial de la reforma y responde con responsabilidad y lealtad al perfil de salida de la educación básica”. Por eso, tras un primer análisis, destaca que se concretan “los diez indicadores del perfil de salida que propone el Ministerio de Educación”, así como las competencias que reclama la Unión Europea.