Invertir a la luz de una ética guiada por la Doctrina Social de la Iglesia es posible. Y rentable. Y sin que al personal le den gato por liebre, a costa de la buena voluntad aprovechada por terceros. O, con la tentación de obtener unos beneficios desorbitados, pero que esconden tras de sí prácticas poco evangélicas.
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“Invertir en cristiano es invertir con responsabilidad y con convicción, de tal forma que aquellos valores que están presentes en el ideario cristiano orienten también nuestras inversiones como bien decía el papa Benedicto XVI, pues toda decisión económica tiene consecuencias morales”, expone Fernando Fuentes, subdirector general de la Fundación Pablo VI, convencido de que “no se trata de evitar la economía ni el mundo financiero pues forma parte de nuestra vida, pero hay que asumirlo con responsabilidad ética, no solo como una decisión mercantil”.
Para salvar estos obstáculos, la Fundación Pablo VI, de la mano de Renta 4 Gestora, promueve el Fondo Ético Educa 5.0, un fondo de Renta fija Mixta Internacional que combina renta fija y variable con carácter global e invierte un máximo del 30% de su exposición en renta variable de emisores OCDE sin restricciones de capitalización y con un mínimo del 70% en renta fija de cualquier calificación de crédito y duración.
“El ejercicio de ahorrar es prácticamente algo obligado si pretendemos realizar una gestión prudente de nuestras finanzas domésticas, pero añadir una perspectiva cristiana a la hora de hacerlo es un reto en la actualidad”, apunta Alejandro Varela, gestor de Fondos de Renta 4, que valora cómo “algunas entidades, como la nuestra, trabajan conjuntamente con organizaciones como la Fundación Pablo VI promoviendo vehículos sencillos y seguros que permitan conjugar su carácter sostenible y social con una expectativa de rendimiento razonable que satisfaga sus objetivos financieros”.
Decisiones financieras éticas
En esta misma línea, Varela cree que “la sociedad actual está progresando muy rápidamente en materia de conocimientos financieros y la Iglesia no es ajena a esta tendencia”. Es más, aprecia que “es frecuente ver que muchos feligreses con sólidos conocimientos económicos adquiridos durante su trayectoria profesional, dediquen algo de su tiempo libre en su etapa de jubilación al asesoramiento desinteresado acompañando a las instituciones eclesiásticas en la gestión de sus fondos”.
Fuentes, que además es miembro del comité ético de este fondo, admite que “ciertamente existe un cierto temor a ‘contaminarse’ con el mundo económico y financiero”. Por eso, defiende que “es necesario formarse y asesorarse para que las decisiones financieras no se queden en manos solo de los técnicos, sino que deben ser asumidas para objetivos de bien común, de creación de trabajo, de respeto por los derechos humanos y de respeto a la vida, con trasparencia”.
“Seguramente todavía en la conciencia cristiana no hemos superado la ética calvinista y hemos creído que entrar en estos temas era propio de otras formas más mundanas de emplear los recursos económicos”, reflexiona Fuentes, que además es promotor y profesor del Máster en Doctrina Social de la Iglesia de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid.
Rentabilidad
Pero, ¿es compatible la inversión ética con el beneficio económico? ¿Cómo se mide la rentabilidad? “Por supuesto”, sentencia el gestor de Fondos de Renta 4. “Las empresas –argumenta– tienen como razón de ser primordial la de satisfacer las demandas o necesidades no cubiertas de la sociedad. Esto se puede hacer sin atender mayores condicionamientos o teniendo en cuenta nuestros principios morales y éticos, que cada vez son más necesarios y se encuentran más presentes en la sociedad”.
Desde la experiencia que atesora en el sector, apunta que “ya es algo habitual encontrarnos con inversores que requieren alinear sus principios personales o morales, con el destino de su inversión. Las empresas son conscientes de ello y eso hace que tengamos cada vez un abanico más amplio de compañías que tienen en cuenta estos criterios”. Esto le lleva a asegurar que “la rentabilidad no solo se mide en términos numéricos, dado que los proyectos de muchísimas compañías ejercen un impacto muy positivo en nuestro mundo desde una perspectiva social”.