Ante la imposibilidad de realizar su viaje a África, el papa Francisco ha presidido en la Basílica Vaticana una eucaristía con la comunidad congoleña de Roma. Una celebración en la que se ha empleado el misal zaireño, un rito litúrgico aprobado tras el Vaticano II. El pontífice recordó a la “tan herida y explotada” República Democrática del Congo e hizo un llamamiento a la paz y la reconciliación.
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Embajadores de la paz
Francisco reclamó, al hilo del evangelio, que “no podemos contentarnos con vivir en la mediocridad”, pues “somos misioneros de Jesús”. El Papa destacó que Jesús les pide a sus discípulos de deseen la paz, ya que los cristianos somos “embajadores de la paz”. “Cristo es la paz”, reivindicó, es la señal de que “somos suyos”.Si, por el contrario, “difundimos habladurías y sospechas”, y “creamos divisiones”, advirtió el Papa, “no actuamos en nombre de Jesús”.
Por ello, para Francisco, los que fomentan el rencor, incitan al odio, pasan por encima de los demás, “no trabajan para Jesús”. En este sentido rezó por la paz y la reconciliación en la República Democrática del Congo. “Nos unimos a las misas celebradas en el país según esta intención, y rezamos para que los cristianos sean testigos de la paz, capaces de superar todo sentimiento de rencor y de venganza, para superar la tentación de que la reconciliación no es posible, y todo apego malsano al propio grupo que lleva a despreciar a los demás”, clamó.
En la familia y el mundo
“Si vives su paz, Jesús viene y tu familia, tu sociedad cambia”, continuó. “Cambian si primero tu corazón no está en guerra, no está armado de resentimiento e ira, no está dividido, no es doble, no es falso”, señaló. “Lleva la paz a tu hogar, empieza por honrar a tu mujer y amarla de corazón, por respetar y cuidar a tus hijos, a tus ancianos y a tus vecinos. Vive en paz, enciende la paz y la paz habitará en tu casa, en tu Iglesia, en tu país”, propuso Francisco.
Invitando a “aborrecer todo instinto de supremacía y prepotencia, de codicia y posesión”, pidió poner la confianza en Jesús y no en la fuerza ni en la arrogancia, en la codicia del dinero y de las posesiones que tanto daño causan también en el Congo. “El discípulo de Jesús rechaza la violencia, no hace daño a nadie: es pacífico y ama a todos. Y si eso le parece perdedor, mira a su Pastor, Jesús, el Cordero de Dios que así venció al mundo, en la cruz”, concluyó.