La reflexión teológica y la práctica pastoral están estrechamente entrelazadas. La tarea de los teólogos y de los estudiosos creyentes de otras disciplinas no termina en un estéril ejercicio de escritorio, sino que tiene un vínculo inseparable con la experiencia y la práctica pastoral de la Iglesia. Como dice el papa Francisco en la constitución apostólica Veritas Gaudium (VG): “Buscar superar este divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida, ha sido precisamente uno de los principales aportes del Concilio Vaticano II. Me animo a decir que ha revolucionado en cierta medida el estatuto de la teología, la manera de hacer y del pensar creyente”.
No hay separación, pues, entre la teología y la pastoral, entre la teoría y la praxis. La una instruye a la otra. De hecho, por esta razón, el encuentro se enmarca en todo el proceso iniciado por el papa Francisco para un “verdadero sínodo de la Iglesia universal”. Este seminario retoma, por tanto, esa invitación a la parresía que caracteriza a todo sínodo: una parresía que también estimula y capacita a los teólogos, académicos y estudiosos.
El “pequeño” seminario que celebramos pretendía responder al deseo formulado por Francisco, cuando afirma, de nuevo en VG, que “la red mundial de las universidades y facultades eclesiásticas está llamada a llevar la aportación decisiva de la levadura, de la sal y de la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia, que está siempre abierta a nuevos escenarios y a nuevas propuestas” (VG 3).
Mi deseo más profundo era fomentar un ambiente de investigación, diálogo y debate entre los participantes. También aquí me uno al espíritu de VG cuando, en algunos pasajes muy hermosos, habla del “diálogo a todos los niveles” (VG 4b) como criterio de inspiración para la renovación de los estudios eclesiásticos.
Citando a Benedicto XVI, Francisco dice que “la verdad es el ‘logos’ que crea el ‘dia-logos’ y, por lo tanto, comunicación y comunión” (VG 4b). En este sentido, invita a los teólogos a dialogar no solo “con los cristianos pertenecientes a otras Iglesias y comunidades eclesiales” (VG 4b), sino también “con los que tienen otras convicciones religiosas o humanísticas”, y que también se mantenga una relación “con los que cultivan otras disciplinas, creyentes o no creyentes” (VG, 4b).
Situándose en este espíritu dialógico, el seminario ha querido contribuir a una doble modalidad de diálogo intelectual.
Teológicamente, de hecho, el TB propone un cambio de modelo que es, a la vez, descriptivo y conceptual, ya que toma un curso que es, a la vez, argumentativo y narrativo, teórico y sapiencial, fenomenológico e interpretativo. Esto hace que sea, a la vez, hospitalario y crítico con los diferentes saberes humanos, ofreciendo un registro de acogida no solo para la filosofía y sus métodos, sino también para las humanidades y las ciencias naturales.
Optando por una elección precisa del método, no se pretende canonizar un sistema o un modelo teórico, como si fuera el único y el último (cf. VS 29), sino que se compromete a honrar la tarea que se deriva del acontecimiento de la propia Revelación de Dios en la historia de la humanidad. Así, teniendo conciencia de la “relatividad” de cualquier modelo teórico a la verdad de la Revelación de Dios en la historia singular de Jesús, el texto asume la responsabilidad de lograr un cambio de sentido, pasando, por así decirlo, de la esfera al poliedro. Acogiendo la invitación del papa Francisco en VG, intentamos “un cambio radical de paradigma” (VG 3)…
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