Japón se halla en estado de ‘shock’ tras el asesinato, este viernes 8 de julio, de Shinzo Abe, primer ministro nipón entre 2006 y 2007 y, en esta última etapa, entre 2012 y 2020. El magnicidio, ocurrido en la localidad de Nara, se ha dado cuando el político estaba participando en un mitin y, de pronto, una persona irrumpió a su espalda y le disparó a quemarropa, ocasionándole la muerte sin posibilidad de ser reanimado camino del hospital.
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Aún no se conocen las circunstancias del atentado. Algo que podría saberse pronto fruto de los interrogatorios policiales, pues el agresor ha sido detenido.
Conmoción
Ya ha habido una primera reacción eclesial por parte del arzobispo de Tokio, Isao Kikuchi, quien, en declaraciones a ‘Crux’, tras reconocerse “profundamente entristecido y conmocionado”, ha lamentado “la violencia mata la democracia. La violencia mata la libertad. La violencia mata a la justicia”.
En este sentido, el prelado ha manifestado su preocupación por la hostilidad que percibe que está germinando en la sociedad japonesa. Un tumor que llega “después de más de 70 años desde que se promulgó la actual Constitución, en 1947, con un fuerte deseo de establecer la paz”.
Diferencias de opinión
“Existen diferencias de opinión en la sociedad sobre todo tipo de temas y el antagonismo ideológico entre los políticos los hizo pelear entre sí. Sin embargo, esta lucha se ha hecho con debate y no con violencia”, ha añadido Kikuchi.
De ahí que el camino, siempre, haya de estar en la concordia: “Las diferencias de opinión política tienen que resolverse mediante el diálogo y el voto en libertad. Nadie tiene derecho a utilizar la violencia para silenciar a la oposición. Solo el diálogo proporciona una solución real para hacer realidad la justicia y la paz”.
Gran respeto por la Iglesia
Actitud, por cierto, que la misma Iglesia japonesa y Shinzo Abe, líder del conservador Partido Liberal Democrático, testimoniaron en sus años de gobierno, no siempre fáciles: “Aunque los obispos y el difunto primer ministro teníamos grandes diferencias de opinión sobre varios temas, incluidos el desarme nuclear, la política de energía nuclear y la constitución pacifista, Abe mostró un gran respeto por la Iglesia católica, en particular por la Santa Sede, ya que debió haber entendido la influencia del Santo Padre en la sociedad internacional sobre el tema de la paz”.
Algo, por cierto, que demostró con gestos concretos, como “poner toda su energía para invitar al Santo Padre a visitar Japón”, lo que hizo en 2019; acudir a verle él mismo en el Vaticano en 2014 o “nombrar por primera vez a un católico como embajador ante la Santa Sede”.