Máximo Huerta ha ganado el Premio de Novela Fernando Lara con ‘Adiós, pequeño’, un libro en carne viva que nos habla sobre la infancia, el silencio y la relación paterno-filial. Una maravilla literaria que hará rememorar el pasado a millones de lectores.
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PREGUNTA.- Dice que, al contrario de lo que suele hacer, ha releído ‘Adiós, pequeño’. ¿Cómo ha sido?
RESPUESTA.- Fue instantáneo: acabarla, corregirla y, cuando estaba en papel, la releí. Ha sido la primera vez, y lo he disfrutado muchísimo. Uno siempre es muy inseguro y cree que todo podría corregirse, pero esta vez no lo he visto así.
P.- Comienza el libro diciendo: “Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido”…
R.- No digo que no me quiera o que yo no la quiera, porque, quizá, yo sea la persona más importante de su vida. Pero es una manera de imaginar cómo habrían sido nuestras madres, de aquella época, si no se hubieran visto obligadas a casarse por obligación. En el caso de una madre, quiero imaginarla feliz, libre, enamorándose, viajando… todo eso, quizá hubiera sucedido sin mí. Todo lo hemos ido modificando con nuestra presencia o ausencia… Todo se modifica, pero bajo mi premisa: ¿cómo habrían sido sin mí, mis padres? Es por donde quería transitar. (…)
Paternidad y miedos
P.- ¿Qué padre será o hubiera sido usted?
R.- No seré padre. Es difícil serlo y bienaventurados los que lo consiguen. La familia no tiene manual de instrucciones. Hubiera sido un padre hiperprotector, como todos los miedosos.
P.- Este libro nace de su miedo a la muerte…
R.- Siendo hijo único, la sensación de quedarte solo, aterra. Por muchos amigos que tengas. Lo he hablado con otros hijos únicos y es igual. El hueco de la soledad es gigantesco y siempre lo he tenido.
Fe y hábito religioso
P.- ¿Tener fe ayuda a tenerle menos miedo?
R.- Absolutamente. Y yo la tengo. Tengo fe y tengo ayuda desde niño. Además de costumbre y hábito religioso.
P.- ¿A qué llama ayuda?
R.- La confesión es el primer ejercicio psicológico que hemos tenido todos. Pero yo siempre me encomiendo a mi Virgen del Remedio y a mi san Luis. De hecho, utilicé a los dos santos como seudónimo de la novela: Luis del Remedio. Son mis dos pilares. A los que acudo siempre, y me siento protegido. (…)