La obra pictórica ‘El Cristo de la llamada’, del pintor y sacerdote murciano Leandro Fernández, acompañará a más de 10 mil peregrinos inscritos en la Peregrinación Europea de Jóvenes de Santiago de Compostela, desde la capilla del Pórtico de la Vocación, ubicado en San Martín Pinario, en lo que es una apuesta de la pastoral de juventud de España por ofrecer un espacio de discernimiento vocacional y del camino cristiano en clave de llamada.
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Esta obra se compone de tres elementos que, en su conjunto, describen la belleza de la vocación de todo cristiano a ser un Cristo en la tierra. Por un lado, predomina la imagen de Jesús resucitado, que enseña las llagas de la pasión. En el centro, el Sagrado Corazón coronado de espinas y rodeado por círculo que representa la Eucaristía, el pan consagrado, culmen del misterio de la fe. Por último, esta imagen de Cristo se enmarca en la orilla del mar de Galilea —que se perfila en la parte inferior del cuadro a través de los tonos azules y amarillos—, donde transcurrieron algunos de los acontecimientos más importantes de la vida de Jesús: el llamamiento de los discípulos, sus enseñanzas o algunos de sus milagros, como la multiplicación del pan y el vino o la pesca milagrosa.
Volver a los orígenes
Para Leandro Fernández, el cuadro constituye “una invitación a volver a los orígenes del Evangelio para salir al encuentro de Cristo que viene a nuestra vida”, a través de esa imagen de un Jesús resucitado que, mostrando las llagas de la Pasión desde la orilla del mar de Galilea, extiende sus brazos en actitud de acogida para «invitarnos a la confianza, al seguimiento; para que nuestra vida se transforme y podamos ser pescadores de hombres», expresa este sacerdote murciano.
El Cristo de la llamada se divide en dos paneles que, una vez unidos, forman un cuadrado de 1,20 metros, utilizando una técnica mixta que ha mezclado diferentes tipos de pinturas: lápices, acuarelas, rotuladores, pan de oro, óleo, acrílico y spray. Tal y como expresa el artista, a través de esta técnica, “quería conseguir un cuadro muy suelto, muy libre, que nos sirviera para entrar en oración; no como un fin sino como un medio para acercarnos al amor de Cristo mediante la contemplación”.