El 18 de julio de 1976 eran asesinados los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville. Los vecinos y las religiosas que vieron cuando se los llevaban, y el mismo obispo Enrique Angelelli denunciaron el hecho y pidieron explicaciones a las autoridades.
Al otro día los cuerpos sin vida de ambos religiosos aparecieron tirados en la vía en el paraje Bajo de Lucas, a 10 km al sur de Chamical. Los miembros de la congregación de los frailes capuchinos, a la que pertenecía Murias, confeccionaron una cruz de algarrobo y la dejaron en ese lugar.
Lamentablemente, la llamada “cruz de los mártires” fue profanada por los militares, quienes al no poder quebrarla con los disparos de los fusiles, le colocaron un explosivo. Si bien la cruz voló por el aire, no se destruyó.
Signo de fe, memoria y resistencia
Esa cruz fue recuperada por la comunidad de la parroquia de Chamical, y preside el oratorio en el que se encuentran las reliquias de Carlos y Gabriel.
Cada año, desde el regreso de la democracia, los jóvenes peregrinan con ella durante 10 kilómetros como signo de fe, memoria, resistencia y pedido de justicia.
Asimismo, en Bajo de Lucas se construyó una ermita para la memoria del martirio del obispo Angelelli y sus compañeros.