Desde el inicio de su andadura, el Camino sinodal Alemán ha suscitado mucha esperanza, pero también muchas dudas. El proceso ha puesto las bases para el diálogo entre la propia Iglesia y los laicos, y se han puesto sobre la mesa temas especialmente sensibles para observar el futuro del catolicismo en el país. Hasta tal punto que no han sido pocas las voces que han hablado de que esto podría crear distancia entre Roma y Berlín. De hecho, ha sido la propia Iglesia alemana quien ha negado que, con todo este proceso, se pretenda caminar hacia una separación del Vaticano. Sin embargo, es ahora la Santa Sede quien ha salido a la palestra para frenar el Camino sinodal alemán.
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“Para proteger la libertad del pueblo de Dios y el ejercicio del ministerio episcopal, parece necesario precisar que el ‘Camino sinodal’ en Alemania no tiene potestad para obligar a los obispos y a los fieles a adoptar nuevas formas de gobierno y nuevas aproximaciones a la doctrina y la moral“, puede leerse en una declaración del Vaticano fechada este 21 de julio.
“No sería legítimo iniciar en las diócesis, antes de un acuerdo aprobado a nivel de la Iglesia universal, nuevas estructuras o doctrinas oficiales, que representarían una herida a la comunión eclesial y una amenaza a la unidad de la Iglesia“, advierte la Santa Sede.
Enriquecimiento mutuo
En la declaración –que no ha sido firmada por ningún Dicasterio vaticano concretamente– se recurre, asimismo, a las palabras de Francisco en la carta al pueblo de Dios que está en camino en Alemania: “La Iglesia universal vive en y de las Iglesias particulares, así como las Iglesias particulares viven y florecen en y de la Iglesia universal, y si se encuentran separados de todo el cuerpo eclesial, se debilitan, se pudren y mueren. De ahí la necesidad de mantener siempre viva y eficaz la comunión con todo el cuerpo de la Iglesia”.
El texto, concluye, sin embargo, haciendo un llamamiento al Sínodo alemán a unirse al camino sinodal “que está recorriendo la Iglesia universal”, para lograr, así, “un mutuo enriquecimiento y testimonio de aquella unidad con la que el cuerpo de la Iglesia manifiesta su fidelidad a Cristo el Señor”.
A principios de febrero de este año concluía la tercera asamblea del Camino sinodal alemán. Un encuentro que Georg Bätzing, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, definía como “todo un éxito”. “No estamos haciendo principalmente textos, sino que estamos cambiando las acciones concretas de la Iglesia”, decía entonces el prelado, que definía el ambiente en el que se había desarrollado la reunión como “muy confiado, profundo y libre de miedo, llevado por una gran esperanza de que podemos cambiar la Iglesia”.
A lo largo de los tres días pasaron por la asamblea los primeros borradores sobre el documento que propone una moral sexual actualizada en la que se apuesta por una reevaluación de la homosexualidad. Se retomaron, asimismo, otros temas como la apertura de los oficios sacramentales a las mujeres, la posibilidad de establecer un celibato no obligatorio de los sacerdotes y una forma diferente de tratar la cuestión del poder. “Nadie puede decir que estos temas están simplemente cerrados”, decía entonces Bätzing, convencido de que la moral sexual de la Iglesia “ha humillado, herido y excluido a demasiadas personas”.