América

Los obispos de Guatemala denuncian el origen de todos los males que enfrenta el país

Proponen acciones a nivel gubernamental, civil y eclesial para que en el país haya un mejor desarrollo humano





Al finalizar su reunión del mes de julio, los obispos de Guatemala hicieron un análisis de los problemas que enfrenta el país y del origen de los mismos.



A través de un comunicado, firmado por el presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala, el arzobispo de Santiago de Guatemala, Gonzalo de Villa y Vásquez, la Iglesia guatemalteca hace un análisis de la realidad que se vive en el país, pero también ofrece soluciones.

Para los obispos, ·Guatemala sigue mal y en muchos sentidos se deteriora”, a causa de la “corrupción, irresponsabilidad, intereses y miopía política de los funcionarios en todos los órganos del Estado que han corrompido el sistema, han abusado de él, y creado un Estado disfuncional incapaz de cumplir su función de crear el bien común”.

Esto ha llevado, explican los obispos, a que Guatemala se encuentre en el puesto más bajo en desarrollo humano de Latinoamérica. “Y aunque los problemas sean históricos e internacionales, agudiza la situación el hecho de que los gobiernos hagan planes de desarrollo solo para corto plazo y con fines electorales”.

Con sentido moral y ético

Otra cosa que lamentan los obispos es que siguen “sin ver mayores frutos en la lucha contra la desnutrición infantil, se mantienen altos los índices de violencia y no se han promovido políticas reales y efectivas a favor de la población indígena, como tampoco a favor de la aplicación transparente de la justicia, especialmente para las personas de bajos recursos, que además sufren las consecuencias del alto costo de la vida, producto también de las condiciones de la economía a nivel global”.

Sin embargo, el episcopado guatemalteco no se limita a subrayar los problemas y sus orígenes, sino que en su comunicado también ofrece luces para salir adelante ante esta realidad.

En primer lugar, pide a los ciudadanos creyentes, pertenezcan o no a una organización política del Estado: ejercer con sentido moral y ético sus acciones en el ámbito público. Al sector privado, le exhortan a cumplir su función guiados por el sentido moral de su conducta y trabajo. Y a los ciudadanos que no practican ninguna religión, les solicitan que “tomen conciencia de que también la responsabilidad ética y moral de sus acciones contribuyen a crear una sociedad próspera e incluyente”.

Un llamado especial hacen a los miembros de la Iglesia para vivir la dimensión comunitaria y la experiencia cristiana del discípulo misionero, la cual inicia haciendo presencia en las celebraciones litúrgicas y sigue en la participación de una comunidad, pastoral, movimiento o grupo parroquial.

También pide trabajar por los jóvenes y niños en las parroquias, y organizar actividades parroquiales de sensibilización, formación, oración, haciendo uso de los medios sociales y digitales, para fortalecer a los católicos en las relaciones humanas sanas.

Finalmente, recordaron que la verdadera fe cristiana no es sólo implorar la bendición de Dios, sino que también es trabajar por la justicia y la paz.

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