España

Jorja Perea, una manchega “de la puerta de al lado” camino de los altares

Toledo abre la causa de beatificación de una humilde madre de familia de la posguerra española como signo de quienes “no han venido a brillar sino a servir”





Nunca pisó la Gregoriana ni cualquier otra universidad. No sufrió una revelación mística ni era la que más horas echaba en la parroquia. Tampoco fundó una congregación ni una cadena de oración. Pero todos a su alrededor sabían que su vecina Jorja era una santa por su caridad, su amor al prójimo y a Dios en medio de las pequeñas y grandes adversidades de lo cotidiano. Un sentir que ahora se traduce en la apertura de la causa de beatificación que podría llevar a los altares de esta madre de familia de Villanueva de Alcardete que sufrió el horror de la Guerra Civil, el hambre de la posguerra…



Jorja Perea García nació en 1928. Huérfana de padre y madre cuando era niña, dedicó toda su vida a trabajar en el campo y estar en el pueblo. Se casó a los 25 años con Cándido y del matrimonio nacieron cinco hijos.

Pasó haciendo el bien

El vicepostulador de la causa, Juan Carlos Mollejo, presentó a Jorja como “una mujer que pasó haciendo el bien, llevando a todos a Cristo”. Durante la exposición de su biografía, Mollejo destacó además su opción preferencial por los pobres, convencida de que ellos “me van a abrir las puertas del cielo”.

El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, presidió la ceremonia que da vía libre a iniciar el proceso en la Sala de los Concilios de la archidiócesis primada, junto a los miembros del tribunal encargados de la causa. Junto a ellos se encontraban la familia de Jorja Perea, entre ellos, su hijos Jorja, Cándido y José María Avendaño, vicario general de Getafe. Al acto también acudió el obispo del sur de Madrid, Ginés García Beltrán.

Revitalizar el laicado

El arzobispo se mostró especialmente emocionado, en tanto que se trata de la primera causa que él abandera en su actual destino: “En este año que hemos dedicado a revitalizar el papel del laico en la sociedad y en la Iglesia, tenemos que destacar que Jorja Perea era una laica, madre de familia, esposa, que vivió su vida con sencillez en un pueblo de La Mancha”.

Cerro no dudó en presentar a esta manchega como “una mujer que vivía el Evangelio, que se fiaba de Dios, una santa de la puerta de al lado, como dice el papa Francisco”. Es más, detalló cómo Jorja “forma parte de ese pueblo santo de Dios, del que tanto habla el Santo Padre. Jorja nos ayuda a descubrir cómo en un pueblo de La Mancha puede haber mujeres que han vivido la fe, que han seguido con sencillez a Cristo, que no han venido a brillar sino a servir”.

A renglón seguido, subrayó que “hoy la Iglesia necesita testigos de la fe en lo ordinario, testigos laicos que demuestren cómo se vive esa santidad”. En esta misma línea, recordó cómo esta católica toledana es símbolo de todos aquellos que “han pasado por el mundo sin hacer mucho ruido, pero haciendo mucho bien”.

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