“Un shock”. Así le dejó a María Lía Zervino, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), la noticia que también sacudió a toda la Iglesia católica el pasado 13 de julio: el papa Francisco nombraba, por primera vez, a tres mujeres como miembros del Dicasterio para los Obispos, el ‘ministerio’ vaticano que, partiendo de la información que recopilan las nunciaturas apostólicas, se encarga de preparar los preceptivos informes para que luego el Pontífice nombre a los pastores de las diócesis.
Junto a la argentina Zervino, miembro de la Asociación de Vírgenes Consagradas Servidoras, las otras elegidas fueron la religiosa franciscana italiana Raffaella Petrini, secretaria general de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, y la monja francesa Yvonne Reungoat, anterior superiora general de las Hijas de María Auxiliadora (salesianas).
“Fue una conmoción. Nunca pensé que me podría ocurrir algo similar. Siento una enorme gratitud hacia Dios y hacia el Santo Padre. Estoy abierta a la providencia para ver qué es esto que ahora tenemos por delante. Yo solo quisiera ser un instrumento en las manos de Jesús”, afirma Zervino en una entrevista con Vida Nueva en la sede en Roma de la UMOFC, la única reconocida por la Santa Sede como asociación pública internacional de fieles y de la que forman parte alrededor de un centenar de organizaciones en todos los continentes que agrupan a entre ocho y diez millones de mujeres.
“Buscamos sinergias y unir diversidades respetando las peculiaridades de cada una. La UMOFC funciona como una pirámide invertida, donde arriba están las organizaciones que forman parte de ella. Aquí en Roma no nos dedicamos a coordinarles ni a dar directivas para que ellas las ejecuten, sino que recogemos sus necesidades de formación y tratamos de darles respuesta y de representarlas en las instituciones internacionales”.
Para la nueva miembro del Dicasterio de los Obispos su nombramiento, y el de Petrini y Reungoat supone continuar con lo que ya ocurre en el primer nivel de consultas a la hora de elegir a los obispos, cuando “hombres y mujeres por igual dan su parecer al nuncio y participan en el proceso”. En esos casos, si una mujer afirma “de manera fundada que un candidato es mejor que no sea nombrado obispo, no creo que siga adelante el proceso”, asegura.
Aunque la novedad no es total en este sentido, sí que considera “histórico” que tres mujeres vayan a estar presentes en la “última instancia” antes de que el prefecto del dicasterio, el cardenal canadiense Marc Ouellet, le presente al Papa el último informe de los posibles obispos. “Al final quien decide y los nombra es el Santo Padre”, subraya Zervino, que le ha escrito una carta a Francisco dándole las gracias por haber confiado en ella para esta responsabilidad.
También ha podido hablar ya con el cardenal Ouellet, al que le consultó si había alguna indicación particular que debían seguir las tres nuevas miembros del dicasterio y este les respondió que tenían “plena libertad”. También le manifestó que tanto él como el Papa estaban “muy contentos” con estos nombramientos.
A la hora de explicar el impacto que tendrá la decisión de que por primera vez haya tres mujeres que puedan dar su opinión en la fase última de cara a la elección de los obispos, la consagrada argentina echa mano de una anécdota del pasado. “Cuando hubo que reformar el Código de Derecho Canónico para adecuarlo al Concilio Vaticano II, se creó una comisión que trabajó durante años sin alcanzar un resultado concreto, porque no conseguían resolver los distintos problemas que afrontaban. Al final, en un gesto desesperado como si se tratara del manotazo de un ahogado, se dio entrada a dos mujeres en la comisión y en un par de años se consiguió que saliera adelante la actualización del Código de Derecho Canónico”. Este cambio no se debió a que las expertas elegidas fueran “geniales”, sino a que pudieron aportar un “punto de vista distinto, una manera diferente de mirar a la realidad, de encarar los problemas y de buscar soluciones”.
Aquella experiencia lleva a la presidenta de la UMOFC a plantearse que hubiera sido mucho más acertado incluir a mujeres en la comisión desde que esta comenzó sus labores. “Lo mismo debe pasar en todas las estructuras eclesiales”, remata.
Directa y sin evitar ninguna pregunta, esta porteña no tiene empacho en dejar una sincera respuesta a quienes consideran que la Iglesia católica es una institución machista o clericalista: “Tienen razón, pero estamos cambiando”. Esa transformación que, a su juicio, se está viviendo hasta en el más alto nivel, le lleva a afirmar que su nombramiento y el de Petrini y Reungoat no es una decisión de cara a la galería.
“En el pontificado de Francisco no hay gestos cosméticos. Son gestos que expresan una profundidad enorme, que debemos saber interpretar y, salvando las distancias, también tratar de imitar. Si a partir de ahora las mujeres pueden colaborar en la última instancia del proceso para que el Papa decida el nombramiento de obispos, lo que supone una etapa fundamental en el gobierno de la Iglesia, cómo se puede decir que no a la presencia de mujeres en tantas otras instancias de la Iglesia. Es evidente que debemos y podemos estar ahí. Ahora está en manos de los obispos seguir este ejemplo”.
Jorge Mario Bergoglio, que fue su arzobispo en Buenos Aires y al que conoce desde los tiempos en que los dos coincidieron en la Conferencia Episcopal Argentina, donde esta consagrada estuvo al frente de la comisión nacional de Justicia y Paz, fue “exquisito” en el trato con las mujeres.
“Tanto ahora como Papa como cuando era cardenal siempre demostró que lo que dice, lo hace. Como Obispo de Roma dejó claro desde el principio que las mujeres no deben ser solo catequistas, colaborar en Cáritas o ser excelentes madres de familia, sino también estar en los espacios de decisión. Y está cumpliendo con ello”, cuenta agradecida a Bergoglio, explicando que “se confundiría” quien crea que ella es “amiga” del Papa.
Esa “impronta” con la que Francisco está llevando adelante a la nave de la Iglesia es la que, según Zervino, debe tenerse en cuenta a la hora de elegir a los futuros obispos. “Debemos empezar por buscar la santidad, pero no solo para los pastores, sino para todos nosotros: religiosos, laicos, sacerdotes… Debemos buscar pastores que respondan a lo que el mundo de hoy requiere: que sean humildes, creativos, comprensivos, sepan escuchar y tengan misericordia. Esos son los rasgos que han de destacar en un obispo, que debe ser prudente y mostrar mucho coraje”.