El cardenal arzobispo se despide de la archidiócesis que ha pilotado durante doce años con una eucaristía de acción de gracias
El cardenal Ricardo Blázquez se ha despedido de Valladolid, después de pastorear la archidiócesis durante doce años. “La despedida de la diócesis como arzobispo en ejercicio es para mía una especie de alto en el camino”, compartió durante la homilía de una eucaristía de acción de gracias celebrada esta mañana en la catedral de la capital castellanoleonesa.
En un templo abarrotado de fieles, con el respaldo del alcalde Óscar Puente, de varios obispos, decenas de sacerdotes y de la vida religiosa local, Blázquez admitió que “en esta celebración miro hacia atrás y también hacia adelante; no es una mirada sólo histórica, cronológica y geográfica, sino también desde la fe y del ministerio episcopal que el Señor me ha confiado a través de la Iglesia y para la Iglesia”.
Al repasar su trayectoria vital, el purpurado reconoció que el Señor “me ha hecho su amigo” y le ha llevado ser obispo durante más de tres décadas cumpliendo “el servicio confiado, a pesar de mis debilidades”. En este sentido, recordó que nunca ha vivido como “un funcionario, sino un testigo identificado cordialmente con el Señor”.
Su renuncia por edad se hizo efectiva el pasado 17 de junio, cuando el Papa nombró a Luis Argüello como su sucesor. La confianza de Francisco hacia Blázquez ha sido más que significativa, no solo porque le creara cardenal y haya demorado su jubilación hasta cinco años, sino porque durante este tiempo se ha convertido en un asesor fundamental a la hora de reordenar y renovar el mapa episcopal español, puesto que su voz ha sido determinante en no pocos casos en las ternas presentadas a Roma.
Todo esto, sin olvidar el papel fundamental que jugó como obispo de Bilbao en los años más duros de la lucha antiterrorista, su papel clave en la transición eclesial española tras el cese del cardenal Rouco y su elección como presidente del Episcopado, así como la compleja encomienda que puso en sus manos Benedicto XVI para que supervisara la refundación de los Legionarios de Cristo y el Regnum Christi.
Austero, trabajador, templado y con un significativo desapego al poder, estos valores le concedieron una autoridad dentro y fuera del seno de la Iglesia que ahora se lleva consigo a un retiro sencillo en la casa sacerdotal de Ávila, su tierra natal. “Comienzo una nueva etapa en mi vida; miro hacia adelante, sabiendo que es la última y se prolongará lo que Dios quiera”, expuso Blázquez que, dejó caer que “la condición de emérito no significa pasar las horas y los días de brazos cruzados”.
Al analizar la Valladolid que deja, hizo un llamamiento a los presentes en la catedral para vivir “el tiempo presente, asentados en el pasado que nos fundamenta y exige; y miremos al futuro sin desánimo y con determinación”.
“Afiancemos diariamente la concordia en lo necesario y respetemos la legítima diversidad que enriquece”, animó a los cristianos con un encargo de futuro: “Reavivemos la memoria al servicio de la reconciliación y construyamos juntos un futuro para todos, donde unos y otros nos sentemos a la mesa de la fraternidad”.
Por su parte, el que será a partir del próximo 30 de julio el nuevo arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, tomó la palabra para agradecer su todavía ‘jefe’, su entrega. Además, confesó que le ha regalado el primer teléfono móvil -puesto que hasta ahora Blázquez se había negado- y un reloj nuevo “porque según el momento de la vida los segundos y los minutos tienen una anchura diferente”. La eucaristía ha finalizado con un aplauso de más de un minuto a Don Ricardo.