Hace cuatrocientos años, el 12 de marzo de 1622, el papa Gregorio XV inscribió en el libro de los santos a Isidro Labrador, Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Teresa de Jesús, junto al florentino Felipe Neri.
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“La conmoción fue tal que, fuera de nuestras fronteras, a dichas canonizaciones se las llamó, irónicamente, las de los cuatro españoles y un santo”, afirma Jesús R. Folgado García, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso y comisario de la exposición que, precisamente, ha titulado Lope de Vega 1622. Cuatro españoles y un santo.
Detrás de la crítica, lo que latía era el poder de España y la trascendencia de su fe. “El año 1622 puede considerarse como el cénit de la influencia de España a nivel global –valora Folgado–. Entre los hitos de la magnitud de su poder, se encuentran esas canonizaciones, que demostraron la enorme influencia del país en el centro de la cristiandad”.
¿Y por qué Lope de Vega? El sacerdote, poeta y dramaturgo fue elegido por la Villa de Madrid “para agradecer y festejar la canonización de san Isidro, patrono de Madrid”, añade Folgado, actual delegado episcopal para la Cultura de la diócesis de Getafe y comisario, junto a Manuel Parada López de Corselas, de la pequeña –pero significativa, “potente”, como la califica el propio Folgado– muestra organizada por la Comunidad de Madrid en la Casa Museo Lope de Vega, en pleno barrio de las Letras madrileño.
Certamen poético
“La Villa encargó a Félix Lope de Vega la organización de un certamen poético cuyos frutos quedarían recogidos en el libro titulado Relación de las fiestas en la canonización de san Isidro (1622). Él diseñó un programa en el que se loa no solo al patrón de Madrid, sino también al resto de santos españoles y al florentino, con cuyo legado el literato dialogó a lo largo de su producción”.
Las citas de aquel libro del Fénix de los Ingenios –como le llamó Miguel de Cervantes– les sirven a los comisarios para hilar la exposición y también reivindicar –y descubrir, sin duda– la espiritualidad de Lope de Vega “como sacerdote miembro de la Venerable Congregación de San Pedro Apóstol de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid, su papel en la construcción de la hegemonía cultural de la monarquía hispánica y sus relaciones devocionales, literarias y artísticas con los santos elevados a los altares en 1622. Además, recordamos la faceta sacerdotal que marcará sus últimos años de vida y sus escritos de madurez”.
El reto excede en sí mismo la muestra, abierta hasta el 2 de octubre, que se prolonga, no obstante, en un excelente catálogo, en el que los comisarios –junto a Abraham Madroñal, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Ginebra, entre otros especialistas– dan amplio testimonio de la devoción de Lope, ordenado sacerdote en 1614, y sus vínculos con los procesos de beatificación y santidad.
“De modo especial con Isidro Labrador y con la mística, reformadora y escritora Teresa de Jesús, aunque sin olvidar su conexión con Ignacio de Loyola y Francisco Javier a través de su educación en el Colegio Imperial regido por la Compañía de Jesús”, enumera también Folgado.