El viaje de Francisco a Kiev. Un deseo que choca con la compleja realidad y con las aristas de la diplomacia vaticana. Después de que el ‘ministro’ de Exteriores del Vaticano, Paul Richard Gallagher, diera prácticamente por hecho que el Papa viajaría a Ucrania en agosto en plena guerra abierta con Rusia, resultaba inevitable que la cuestión surgiera en el vuelo que lleva a Francisco a Canadá.
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Un viaje esperado
En el transcurso del saludo de bienvenida que el pontífice dirige habitualmente a los periodistas que viajan con él, se deslizó la cuestión. Y el Papa se manifestó: “Sí, me gustaría ir. Con suerte. Tal vez”. Una lluvia de anhelos que recoge la agencia Reuters, y que completó con un “esperemos”, pero también con un “es complicado”.
Se trata de un aperitivo de una cuestión que, a buen seguro, el pontífice argentino abordará en la rueda de prensa de vuelta de esta “peregrinación penitencial” de cinco días a Canadá que arranca hoy que se centrará en el proceso de reconciliación de la Iglesia con los pueblos indígenas tras el escándalo de los abusos en los orfanatos católicos.