Vaticano

Así se desató el ‘genocidio cultural’ de los aborígenes de Canadá …y el ‘mea culpa’ de Francisco

Durante un siglo y medio, hasta 150.000 niños y niñas fueron arrancados de sus familias y enviados a reformatorios religiosos donde se les imponía una existencia opuesta a su idiosincrasia





El que hoy es conocido como “genocidio cultural” de los aborígenes del Canadá ha durado un siglo y medio y el número de sus víctimas puede evaluarse en torno a unos 150.000 niños y niñas arrancados a la fuerza de sus familias y enviados a reformatorios donde se les obligaba a aceptar una existencia totalmente opuesta su idiosincrasia. Esto suponía renunciar a su lengua original, a sus hábitos y costumbres, cultura y religión. Una forzada represión impuesta frecuentemente con una crueldad salpicada de abusos de todo tipo, incluidos sexuales.



Canadá fue poblado y colonizado desde principios del siglo XVI por exploradores franceses e ingleses que ya sometieron a los nativos a numerosas vejaciones considerándoles seres inferiores. Por esas mismas fechas, llegaron al inmenso país algunos misioneros, en primer lugar, católicos, y, posteriormente anglicanos, que iniciaron su labor evangelizadora no siempre exenta de arbitrariedades.

Los efectos del ‘Indian Act’

En el 1867, la unión de las tres colonias de la Norteamérica británica se constituye como Federación Canadiense dependiente de la corona de Su Majestad. Su primer gobierno publica en el 1876 un decreto (el ‘Indian Act’) cuyas principales decisiones son dos.

Por un lado, confinar a los nativos en reservas territoriales para asegurarles su supervivencia, pero que hoy podríamos definir como auténticos guetos. Por otro, segregar a los menores de edad de sus familias y enviarles a la fuerza a escuelas-dormitorio donde, con una férrea disciplina, se intenta asimilarles a la civilización europea imponiéndoles el uso exclusivo de la lengua inglesa y la “conversión” a la religión cristiana.

Escuelas financiadas

Estas escuelas muy mediocremente financiadas por el Estado son confiadas a diversas congregaciones religiosas, tanto femeninas como masculinas, en su mayoría católicas (oblatos, jesuitas, hermanas de la Caridad), pero también metodistas y anglicanas.

Todos los testimonios coinciden en que, con las obligadas excepciones, en estos centros reinaba una disciplina muy rígida basada en el concepto de inferioridad de los indígenas, una muy deficiente asistencia alimenticia y sanitaria que hacía estragos en los jóvenes pensionistas, un elevado número de muertes prematuras, muchas de ellas causadas por la tuberculosis o las epidemias de gripe.

Ahorrar gastos

Cuando se producían fallecimientos, los restos mortales no eran enviados a sus familiares a los que ni siquiera se les comunicaba la muerte de sus hijos. La razón invocada era ahorrar gastos y, por eso se les enterraba en tumbas anónimas o en fosas comunes.

Algunos de estos hechos saltaron a la opinión pública a comienzos del siglo XXI y el Gobierno de Ottawa creo una Comisión nacional para la Verdad y la Reconciliación que ha trabajado durante varios años para esclarecer tan oscuro pasado. En el 2021 fueron descubiertas en la escuela católica de Kamloops 215 tumbas anónimas de niños y niñas de muy corta edad (algunos de tres años). Otros descubrimientos han confirmado que esta era una práctica habitual y no extraordinaria.

Cartas en el asunto

La actitud de la Iglesia canadiense fue titubeante al principio, pero poco a poco la Conferencia Episcopal ha tomado cartas en el asunto, ha pedido públicamente perdón por dichos excesos, ha restablecido sus relaciones con los aborígenes – los nativos, los mestizo y los esquinales del Gran Norte -y ha creado un fondo para resarcir los daños causados a tantas víctimas inocentes.

Algunos obispos acompañaron a los indígenas canadienses a Roma el pasado mes de marzo, donde fueron recibidos por Francisco que les prometía que viajaría a su país para pedir públicamente perdón y asegurarles su dolor y vergüenza ante una página tan triste de la historia.

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