Nicolás Viel está en la sede del Gobierno de Chile, La Moneda, acompañando a una generación que ha asumido una enorme responsabilidad política. Desde marzo, Gabriel Boric (36 años) preside el país con otros jóvenes que hace solo diez años eran líderes de manifestaciones estudiantiles, muchos de ellos compañeros de facultad del sacerdote. “La mayoría no son creyentes, pero compartimos una utopía común”, afirma en entrevista con Vida Nueva.
El capellán católico del Ejecutivo –la tradición de contar con capellanes en la sede del gobierno incluye judío, protestante, evangélico y católico– estudió en el colegio de los Sagrados Corazones, congregación a la que ingresó después de estudiar Derecho, a los 25 años. Fue ordenado sacerdote en octubre de 2017 con el afán de poner en el centro de su vida “la fe en un Dios que elige a los pobres, la comunidad y la cercanía a los más pequeños”.
A propuesta del Gobierno de Boric, el cardenal arzobispo de Santiago, Celestino Aós, le designó capellán el 24 de mayo. Antes, en el colectivo ‘Católicos por Boric’, Viel apoyó al candidato presidencial. “El corazón de nuestra fe es el proyecto del Reino, que tiene que ver con un mundo fraterno y una sociedad justa. Y esto no puede ocurrir sin tocar las estructuras sociales y políticas”, comparte el joven.
PREGUNTA.- ¿En qué consiste su labor en La Moneda?
RESPUESTA.- Nuestra primera tarea consiste en acompañar la vida de quienes trabajan en la casa de gobierno, entre los que están las nuevas autoridades. Lo más interesante es que cada capellán, según el estilo del Gobierno, aporta su sello. En estos primeros dos meses hemos armado espacios de encuentro y celebración ecuménicos, hemos salido a recorrer la periferia con autoridades y hemos abierto la puerta para que diferentes grupos y sensibilidades de Iglesia puedan compartir su camino de fe en la casa de gobierno. El inicio de este servicio ha sido muy apasionante.
P.- ¿Cómo ha abordado esta nueva responsabilidad?
R.- Primero, ubicarse y conocerse con los otros capellanes, iniciando una relación muy cercana. Luego, cada uno va haciendo su camino con la pequeña comunidad que se va armando dentro de La Moneda y con las comunidades de base con las que tiene relación. Vivo la capellanía como una presencia sencilla en una realidad muy amplia y plural, que es la casa de gobierno. Como un pequeño aporte espiritual en medio de una generación que tiene la enorme responsabilidad de gobernar el país y darle al pueblo de Chile esperanza de una vida más justa y digna, cuyas demandas se plasmaron en un estallido social que fue muy doloroso, pero que nos ayudó a despertar a la verdadera realidad del país. Por suerte, todo este proceso de fractura social se ha canalizado institucionalmente en un proceso de nueva Constitución que el pueblo chileno tiene que definir en las próximas semanas.
P.- ¿Cuál es la relación de la fe en Jesús con el quehacer político?
R.- El proyecto de Jesús fue un proyecto social y político que buscó, como dice Pedro Casaldáliga, “humanizar la humanidad, practicando la proximidad”. Jesús, como hijo de Dios, perdió la vida por enfrentarse a un poder religioso y a un poder político que no eran fuente de vida y libertad para su pueblo. Toda su vida fue un andar en comunidad, para ir levantando y restaurando vidas pisoteadas y marginadas. Ahí está el corazón del Evangelio, a eso estamos llamados y llamadas, con los desafíos propios de nuestro tiempo y cultura. ¿Por qué un camino así de desafiante no nos enamora con la vida entera? Tengo la sensación de que gastamos mucha energía en cosas que están muy lejos del corazón del Evangelio. Y lejos de ese centro la vida se enfría y la fe se apaga. Nos vendría bien tomarnos en serio las reflexiones de Rahner: “Tenemos que tener el valor para admitir que podemos apagar el Espíritu”. No nos damos cuenta de que apagamos el Espíritu con un modo de ser Iglesia desconectado de la realidad, con un modo de ser Iglesia todavía muy vertical y patriarcal.