El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, dedica su última carta semanal a reflexionar sobre la sinodalidad tras el reciente freno del Vaticano al Camino Sinodal Alemán, al que ha advertido que “no tiene el poder de obligar a los obispos y a los fieles a adoptar nuevas formas de gobierno y nuevos enfoques de la doctrina y la moral”.
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Bajo el título ‘De Sínodos y Asambleas’, el prelado comienza afirmando que “la convocatoria de Francisco para el Sínodo ha revuelto las aguas de la Iglesia”. Como pone de manifiesto, “no falta gente que confunde el Espíritu Santo con sus propios pájaros en la cabeza”. Por eso, “se hace necesario un discernimiento para examinar los espíritus y ver si vienen de Dios o vienen del maligno. Porque el demonio es un especialista para camuflarse en ángel de luz y hacernos pasar por evangélico y de Dios lo que viene del egoísmo, destruye y mata”.
Fernández propone dos criterios básicos de discernimiento: la Palabra de Dios y la Tradición.
La Palabra de Dios, primer criterio
“Si los sínodos y asambleas nos llevan más a la oración, al trato con Dios, a abrir nuestro corazón a su Palabra y a su voluntad, a convertir nuestra vida a él, bendito sea. Si toda esta movida nos entretiene en palabras y palabras, en reuniones y en grupos, en encuentros a todos los niveles, con gasto de tiempo y energías, y no nos convertimos, eso no viene de Dios”, recalca.
La Tradición, segundo criterio
“La Iglesia y la misión que Cristo le ha encomendado no la vamos a inventar nosotros ahora”, señala Fernández. “No puede ahora el Espíritu Santo venir a decirnos algo contrario a lo que ha dicho en ocasiones anteriores”, agrega citando, por ejemplo, el sacerdocio femenino, el celibato, al uso de anticonceptivos, la bendición de uniones del mismo sexo, al aborto o la eutanasia.
Como recuerda el mitrado, “los sínodos y asambleas no están para contradecir lo que el Espíritu dice a su Iglesia, como si la Iglesia fuera un parlamento civil, que cambia las leyes a demanda de los votantes”.
En este sentido, afirma que conoce lugares en los que “algunas propuestas erráticas han sido rechazadas, porque no vienen del Espíritu, y no han sido incorporadas a los documentos conclusivos. Y conozco lugares en los que algunas de esas proposiciones erráticas, propuestas por una mínima minoría, han sido inmediatamente incluidas en los documentos conclusivos, faltando al más elemental de los discernimientos”. Por ello, concluye pidiendo a Dios que “nos asista en estos momentos de turbulencias en la Iglesia”.