Las últimas horas del viaje apostólico del papa Francisco por Canadá ha incluido una reunión privada con algunos alumnos de los antiguos internados para indígenas en las escuelas primarias en la ciudad de Iqaluit, en el Ártico canadiense, a unos 300 kilómetros al sur del Círculo Polar. En el aeropuerto, según informa el Vaticano, fue recibido por el obispo de Churchill-Hudson Bay, Anthony Wiesław Krótki, O.M.I., y por algunas autoridades locales.
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En la ‘Nakasuk Elementary School’ el Papa, a las 16:15 h. se reunió de forma privada con una representación de alumnos. El pontífice escuchó el testimonio de algunos de esos alumnos, rezó con ellos el Padre Nuestro y les impartió la bendición. Posteriormente, en la explanada de las escuelas se ha celebrado el último acto oficial del viaje antes de volver a Roma, un encuentro con los jóvenes y los ancianos. Una cita que contó con la bienvenida de un representante de la comunidad esquimal y diferentes bailes, canciones y música tradicionales con una temperatura media de 12º en pleno verano polar.
Un camino de sanación
En su discurso, el Papa agradeció el testimonio de los alumnos de las escuelas residenciales. “Gracias por lo que tuvieron la valentía de decir, compartiendo grandes sufrimientos. Eso ha reavivado en mí la indignación y la vergüenza que me acompañan desde hace meses. También hoy, también aquí, quisiera decirles que estoy muy apenado y quiero pedir perdón por el mal que cometieron no pocos católicos que en esas escuelas contribuyeron a políticas de asimilación cultural y desvinculación”, reiteró.
El pontífice pidió perdón por la separación de los hijos de las familias en un hecho que hizo que “el propio país fue percibido como algo peligroso y extraño” debido a las políticas de asimilación. “¡Cuánto mal al romper los vínculos entre padres e hijos, al herir los afectos más queridos, al lastimar y escandalizar a los pequeños!”, clamó Bergoglio. Ante esto, propuso “estamos aquí con la voluntad de recorrer juntos un camino de sanación y de reconciliación que, con el auxilio del Creador, nos ayude a dar luz sobre lo sucedido y a superar ese pasado oscuro”. “Así son ustedes, un testimonio perenne de la vida que no se apaga, de una luz que resplandece y que ninguno logra sofocar”, señaló el Papa.
Alabando las riquezas naturales de los lugares de los indígenas, destacó que los moradores “han sabido amarlos, respetarlos, custodiarlos y apreciarlos, transmitiendo valores fundamentales de generación en generación, como el respeto por los ancianos, un genuino sentido de fraternidad y el cuidado del medio ambiente”. “Hay una hermosa correspondencia entre ustedes y la tierra que habitan, porque también ésta es fuerte y resiliente, y responde con mucha luz a la oscuridad que la envuelve durante gran parte del año. Pero también esta tierra, como cada persona y cada población, es delicada y necesita ser cuidada. Cuidarla, transmitir el cuidado, ¡a esto en particular están llamados los jóvenes, sostenidos por el ejemplo de los ancianos! Cuidar la tierra, cuidar las personas, cuidar la historia”, reclamó.
Mirar hacia lo alto
A los jóvenes les recordó que “no basta vivir de rentas, es necesario volver a ganarse lo que se ha recibido como don. Por tanto, no temas escuchar una y otra vez los consejos de los más ancianos, abrazar tu historia para escribir páginas nuevas, apasionarte, tomar posición frente a los hechos y a las personas, arriesgarte”. Por ello les dio unos conejos de “hermano anciano”. “Vives en estas vastas regiones del norte. Que ellas te recuerden tu vocación a tender hacia lo alto, sin dejarte tirar abajo por quien quiere hacerte creer que es mejor pensar sólo en ti mismo y usar el tiempo que tienes únicamente para tu diversión y tus intereses”, recomendó.
“No pienses que los grandes sueños de la vida sean cielos inalcanzables. Estás hecho para levantar el vuelo, para abrazar la valentía de la verdad y promover la belleza de la justicia”, apuntó frente a la “fuerza de gravedad espiritual que empuja para tirarnos abajo, para paralizar los deseos, para debilitar la alegría”.
“Encontrarás gente que intentará borrar tus sueños, que te dirá que te conformes con poco, que luches sólo por lo que te conviene”, advirtió el Papa. Ante este vuelo contracorriente, resaltó Francisco que “tú eres la respuesta”. “No sólo porque si te rindes ya has perdido de antemano, sino porque el futuro está en tus manos. Está en tus manos la comunidad que te ha generado, el ambiente en el que vives, la esperanza de tus coetáneos, de los que, aún sin pedírtelo, esperan de ti el bien original e irrepetible que puedes introducir en la historia, porque “cada uno de nosotros es único”, recalcó.
Francisco recomendó a los jóvenes cuidar el mundo y sentir el amor de Dios. “Cada vez que lo busques comprenderás cómo el camino que te llama a recorrer tiende siempre hacia lo alto. Lo advertirás cuando rezando mires al cielo y sobre todo cuando alces la mirada al Crucificado. Entenderás que Jesús desde la cruz no te señala con el dedo, sino que te abraza y te anima, porque cree en ti aun cuando tú mismo has dejado de creer en ti. Entonces, no pierdas nunca la esperanza, lucha, dalo todo y no te arrepentirás”.
Llevar la luz al mundo
El Papa también recordó a cada joven “que existes para ir hacia la luz cada día. No sólo el día de tu nacimiento, cuando no dependió de ti, sino cada día. Cotidianamente estás llamado a llevar una luz nueva al mundo, la de tus ojos, la de tu sonrisa, la del bien que tú y sólo tú puedes aportar”. Una luz que se topa con oscuridades y tinieblas entre las que aparece Jesús. Por ello, invitó a cultivar “el arte de separar cada día la luz de las tinieblas” con la fuerza de la “libertad”.
“Libertad que no es hacer todo lo que me parece y me gusta; no es aquello que puedo hacer a pesar de los otros, sino por los otros; no es un total arbitrio, sino responsabilidad. La libertad es el don más grande que nuestro Padre celestial nos ha dado junto con la vida”, añadió el pontífice. Para Francisco “esta es la felicidad de Dios, no cuando estamos sometidos a Él, sino cuando vivimos como hijos que eligen amarlo, actuando la propia libertad. Si quieres hacer feliz a Dios, este es el camino, elegir el bien. Ánimo hermano, ánimo hermana, toma las riendas de tu libertad, no tengas miedo de tomar decisiones fuertes, ¡ve cada día hacia la luz!”
La fuerza del equipo
Finalmente, Bergoglio pidió a los jóvenes “hacer equipo”, “para brillar juntos”. “Es necesario permitir a los jóvenes que formen grupos, que estén en movimiento. No pueden pasar las jornadas aislados, rehenes de un teléfono”, apeló alabando las victorias de Canadá en hockey sobre hielo y sus deportistas. “Hacer equipo significa creer que para alcanzar grandes objetivos no se puede avanzar solos; es necesario moverse juntos, tener la paciencia de combinar pases y movimientos para tejer estrategias de juego. También significa dejar espacio a los demás, salir rápidamente cuando es el propio turno y alentar a los compañeros. ¡Este es el espíritu de equipo!”, añadió.
Finalmente les encomendó que fueran custodios de su cultura y lenguaje propio y les deseó que “escuchando a los ancianos y recurriendo a la riqueza de vuestras tradiciones y de vuestra libertad, abracen el Evangelio custodiado y transmitido por sus antepasados, y que encuentren el rostro Inuk de Jesucristo”.