“La codicia desenfrenada por los bienes, el querer siempre enriquecerse, es una enfermedad que destruye a las personas, porque el hambre de posesión es adictiva”
Hacerse rico… pero al estilo de Dios. A esto ha animado el papa Francisco antes del rezo del ángelus de este domingo, 31 de julio, en el que ha reflexionado acerca del evangelio y de la codicia que en él se presenta después de que un hombre se acercase a Jesús para que convenciese a su hermano de que compartiera la herencia con él.
“La codicia desenfrenada por los bienes, el querer siempre enriquecerse, es una enfermedad que destruye a las personas, porque el hambre de posesión es adictiva”, ha advertido el Papa. Y es que, tal como ha señalado Francisco, “quien tiene mucho nunca está satisfecho: siempre quiere más, y sólo para sí mismo”, lo cual le lleva “a no ser libre, sino que se convierte paradójicamente en esclavo de su dinero”.
“Pero la codicia es una enfermedad peligrosa también para la sociedad”, ha continuado el Papa, ya que “por ella hemos llegado hoy a otras paradojas, a una injusticia como nunca antes en la historia, donde pocos tienen mucho y muchos poco”. Además, ha señalado que el “casi siempre el ansia de recursos y riquezas tiene que ver” con el origen de las guerras.
“Entonces, podríamos pensar, ¿no se puede desear ser rico? Por supuesto que se puede, de hecho, es justo desearlo, es hermoso hacerse rico”, ha asegurado Francisco, “¡pero rico según Dios!”, ya que Él “es el más rico de todos: es rico en compasión, en misericordia”. “Su riqueza no empobrece a nadie, no crea disputas ni divisiones. Es una riqueza que ama dar, distribuir, compartir”, ha recordado.
En este sentido, el Papa ha subrayado que “acumular bienes materiales no basta para vivir bien, porque, tal como reitera Jesús, la vida no depende de lo que se posee. En cambio, depende de las buenas relaciones: con Dios, con los demás y también con los que menos tienen”.