México

México: jesuitas oran por la conversión de los criminales a los pies de la Virgen de Guadalupe

La Compañía de Jesús celebró la clausura de la ‘Jornada de Oración por la Paz’ en la Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México, desde donde se comprometieron a seguir luchando por la justicia, la paz y la reconciliación del país





Convocadas por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), la Compañía de Jesús y la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México, todas las iglesias del país celebraron este domingo la conclusión de la ‘Jornada Nacional de Oración por la Paz’, con una intención específica: pedir a Dios por la conversión del corazón de los criminales y victimarios, que tienen al país hundido en la inseguridad y la violencia.



Esta ‘Jornada Nacional de Oración’ inició el pasado 10 de julio y concluyó este domingo, por lo que a lo largo del mes se realizaron actos litúrgicos y de otro tipo para recordar a los sacerdotes, religiosas y laicos que han desparecido o muerto a causa de la violencia criminal, pero también para pedir por los criminales y por las autoridades civiles a fin de que cumplan con la responsabilidad de proteger a sus gobernados.

Súplica a los pies de la Morenita

Como se recordará, la ‘Jornada de Oración’ fue convocada a partir del asesinato de dos religiosos jesuitas en el estado de Chihuahua, el 21 de junio, por lo que ha sido la Compañía de Jesús la que ha tenido un papel protagónico, como ocurrió este domingo, cuando los religiosos se comprometieron ante la Virgen de Guadalupe “a buscar la justicia, la paz y la reconciliación, allá donde estamos, para miles de víctimas de la violencia lacerante”.

En la Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México, el sacerdote jesuita Luis Gerardo Moro Madrid, prepósito provincial de la Compañía de Jesús en México, presidió la Misa por la clausura de la ‘Jornada Nacional de Oración por la Paz’, que coincidió con la clausura del Año Ignaciano.

Moro Madrid pidió “a María de Guadalupe que toque el corazón a los miembros de las bandas delictivas, a los delincuentes, a los políticos corruptos que solo buscan el poder, a los miembros de la Iglesia Católica que damos mal testimonio, a la sociedad dormida que solo busca su bienestar y satisfacción personal. Hoy pedimos por todos ellos”.

Desprotección, corrupción, violencia e impunidad

El provincial jesuita aseguró que el asesinato de sus hermanos sacerdotes remite a la congregación a un sufrimiento que se vive en todo el territorio mexicano.

“Tanto en lo individual como en lo social, venimos experimentando, desde hace años, una sensación de desprotección, corrupción, violencia e impunidad… los asesinatos de Joaquín, Javier, Pedro Palma, Paul Osvaldo, y días después la doctora Massiel Mexía (en Tarahumara), no son acontecimientos aislados, solamente ejemplifican la violencia sistemática que existe en el país“.

Aseguró que dicha violencia “tiene su origen en el pecado estructural, es decir, en las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales, cuya lógica y estrategia propician la desigualdad, la opresión, el sufrimiento, el desencuentro y la ruptura de las relaciones sociales. Más aún, son estructuras que atentan contra la dignidad de las personas y ante esto, ya no podemos permanecer impávidos”.

Finalmente, el padre Moro explicó que no basta una conversión personal, sino también comunitaria y de las instituciones. “Mientras esto no suceda en nuestro país y entre los cristianos, todo seguirá igual. Necesitamos ver todas las cosas nuevas en Cristo, y ello significa mirarlo a él en todo y en todos, actuando y haciendo redención del género humano. Dejando atrás el individualismo y la polarización, para mirarnos desde nuestras diferencias y coincidencias con empatía, en un solo cuerpo, en un solo México”.

El provincial jesuita recordó que el Año Ignaciano estuvo enmarcado por dos acontecimientos, “que no están separados uno del otro. El primero, la aprobación, por parte del padre general, Arturo Sosa, del Proyecto Común de Provincia“.

El segundo acontecimiento, el martirio de nuestros hermanos Joaquín Mora y Javier Campos en la Sierra Tarahumara, lo que representó para los jesuitas gran dolor, pero también esperanza (donde abundó el pecado sobreabundó la gracia). Agradezco, de antemano, todas las muestras de solidaridad y apoyo en esos momentos difíciles”.

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