Entrevistas

Rodrigo Guerra: “Es necesario ir más allá de la ‘Humanae vitae’ sin claudicar a la verdad”

En entrevista para Vida Nueva, el secretario de la Pontificia Comisión para América Latina da las claves para interpretar el reciente libro publicado por la Academia Pontificia para la Vida, en el que se reabre el debate sobre la anticoncepción y la reproducción asistida





¿Cambia o no cambia la postura de la Iglesia en cuestiones bioéticas? ¿Cómo interpretar el reciente libro publicado por la Academia Pontificia para la Vida en el que se reabre el debate sobre la anticoncepción y la reproducción asistida?



En Vida Nueva entrevistamos a Rodrigo Guerra, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, miembro ordinario de la Pontificia Academia para la vida y de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, sobre algunas de las cuestiones implicadas en la nueva controversia en torno al libro ‘Etica teológica de la vida’ (Libreria Editrice Vaticana, 2022).

Después de hacer varias reflexiones en torno a este tema, el doctor Rodrigo está convencido de que “la bioética católica latinoamericana está llamada a continuar la defensa argumentada de la dignidad de la vida humana, sobre todo de los más vulnerables, como lo hizo Bartolomé de las Casas en el siglo XVI”.

Una teología moral que recupere su momento experiencial

PREGUNTA.- Hace unos días la Pontificia Academia para la Vida, de la cual usted es miembro ordinario, publicó un libro donde pareciera que se pide una revisión de aspectos fundamentales de la moral sexual de la Iglesia católica. ¿Es el pontificado del papa Francisco, una época de revisión total del pensamiento moral y bioético cristiano?

RESPUESTA.- El pontificado del papa Francisco está siendo un enorme momento de gracia. Y como todo momento de gracia, lo es también de purificación y maduración. El Papa nos está ayudando a todos a vivir una nueva asimilación del Concilio Vaticano II y esto también, sin dudas, impacta en el ámbito de la moral cristiana. El volúmen recién publicado por la Pontificia Academia por la Vida es el fruto de un encuentro académico. No más. El Papa desea que inicie una discusión que sirva para que algún día exista una profundización magisterial y pastoral. En su reciente entrevista al regresar de Canadá, el Santo Padre, ha dicho lo esencial: “el dogma, la moral, está siempre en un camino de desarrollo, pero desarrollo en el mismo sentido”.

Así las cosas, el magisterio de la Iglesia no ha cambiado en sus fundamentos y en sus certezas esenciales. En particular, la necesaria unidad entre el significado unitivo y procreativo del acto conyugal se sigue manteniendo. La afirmación clara y explícita sobre la dignidad de la vida humana desde el momento de la concepción no ha variado. Estos dos casos, no son verdades sostenidas por un acto de la voluntad pontificia sino por estructuras metafísicas precisas y por algunos datos revelados que refuerzan lo que en el orden natural se puede descubrir.

En mi opinión, lo que el Papa nos pide es que entendamos todos que la teología moral necesita reaprender a mirar con mayor atención la vida real de las personas y no sólo sus aspectos normativos y formales. Este “reaprender” no es para introducir de manera tácita o explícita un cierto relativismo, un cierto proporcionalismo, o una versión modificada de la moral de situación, sino para que la teología moral, recupere su momento experiencial y pastoral, que en ocasiones se ha perdido o desdibujado.

Estudiar al Santo Tomás real

P.- Usted publicó una respuesta a las “dubia” que cuatro cardenales le presentaron al papa Francisco tras la publicación de ‘Amoris laetitia’. ¿Se puede defender al papa Francisco sin subordinarse a la “moral de situación”?

R.- ‘Amoris laetitia’ es un documento que actualiza pastoralmente la doctrina constante de la Iglesia sobre el amor humano, y en especial, sobre el amor herido. Más aún, ‘Amoris laetitia’ es una gran provocación para redescubrir algunos aspectos olvidados de la teología moral de Santo Tomás de Aquino.

Hace años, el cardenal Christoph Schönborn nos invitó a comer a Rocco Buttiglione y a mí en su casa en Viena. En aquella conversación los tres coincidimos en que algunos de los principales tratados contemporáneos de “teología moral” de inspiración tomista, parecían reducir todo a lo que sucede de la conciencia “hacia arriba”, es decir, a simplificar la moral a una cuestión sobre las relaciones entre conciencia y ley natural.

Santo Tomás es un gran maestro en este terreno. Sin embargo, él también explora con atención lo que sucede de la conciencia “hacia abajo”, es decir, todo lo referente a la deliberación prudencial para la resolución de casos concretos. Más aún, el Santo Tomás auténtico, no el sobresimplificado en manualitos, pone un especial énfasis en el importante papel de los elementos subjetivos que pueden atenuar la responsabilidad e imputabilidad en el acto humano, sin modificar, por supuesto, la esencia del objeto moral.

El proporcionalismo no ayuda a explicar el magisterio. Al contrario, lo deforma. Ojalá todos nos demos la oportunidad de estudiar aunque sea un poquito al Santo Tomás real. Si lo hacemos nos llevaremos la enorme sorpresa de que el Angélico Doctor no es un rigorista sino un gran teólogo, santo y pastor, que permite entender más hondamente la enseñanza de nuestro actual Pontífice.

Mirar la vida real de las personas

P.-  ¿Habría alguna cuestión que nos ayudara, a quienes no estamos familiarizados, a apreciar la actualidad de Santo Tomás de Aquino en estos terrenos?

R.- Una de las cuestiones-límite de la Suma Teológica es la referente a “si la conciencia errónea obliga”(Sum. Theol, I-II, q. 19, a. 5). Para sorpresa de quienes esperarían una respuesta puramente objetivista, el Aquinate responde que la conciencia moral es siempre subjetivamente vinculante. Esto no implica que lo malo de repente se torne bueno, sino que lo malo elegido con ignorancia invencible excusa de toda culpa.

Profundizar en todos los elementos involucrados en esta sutil cuestión es una vía pedagógica para entender no sólo la genialidad de Tomás sino la importancia de mirar la vida real de las personas, es decir, la vida real objetiva de quien es constitutivamente un ser “subjetivo”, que posee límites, que en algunas ocasiones le dificultan apreciar todo el contenido de la norma moral.

¡Todos tenemos límites vinculados con nuestra propia subjetividad! Descubrirlos es parte de ese realismo al que el papa Francisco nos invita cuando afirma que la “realidad es superior a la idea”. Descubrirlos con humildad, en la propia vida, también es una invitación para apreciar que la verdad necesita anunciarse con misericordia. Cuando la verdad se afirma sin misericordia el rigorismo emerge y la propia “verdad objetiva” termina desfigurada a través de una caricatura grotesca.

Fidelidad creativa a las intuiciones del Concilio Vaticano II

P.- ¿Hay un cambio de paradigma en la teología moral de la Iglesia católica?

R.- La teoría de los paradigmas, desarrollada por Thomas Khun, se ha vuelto más una moda retórica que un asunto de comprensión profunda. Si aceptamos las premisas fundamentales de la teoría de los paradigmas de Khun, una consecuencia inmediata aparece: no se puede declarar un “cambio de paradigma” con seriedad cuando este está sucediendo, sino sólo cuando existe una cierta distancia histórica que permite a su vez un mínimo de distancia crítica. Dentro de unos cien años, por decir algo, sabremos si en la actualidad existe un ‘cambio de paradigma’ en la teología moral.

Lo que sí podemos decir e intentar argumentar es cuál podría ser un ‘paradigma deseable’ en fidelidad a la realidad de la persona, a la realidad de los cambios culturales contemporáneos, y a la realidad de la vocación eclesial del teólogo. En ‘Veritatis gaudium’ el Papa nos invita a imaginar un nuevo paradigma que responda al ‘cambio de época’. Este ‘nuevo paradigma’ en buena medida habrá de nacer de una fidelidad creativa a las intuiciones del Concilio Vaticano II.

No es aquí el lugar para hacer largos discursos. Sólo me atrevo a decir que la teología moral requiere, por supuesto, una mayor y mejor fundamentación bíblica; una profundización y radicalización del personalismo relacional ontológicamente fundado y no-burgués; y un replanteamiento genético desde la experiencia moral y pastoral real con todos, en especial con los más pobres, marginados y periféricos.

Personalismo con una fuerte impronta social

P.- Hablar de ‘los más pobres’, ¿es una manera de acercar la conversación hacia América Latina?

R.- Sí, porque ese es mi origen y esa es mi responsabilidad prioritaria en la Santa Sede. Pero al mismo tiempo no, porque lamentablemente, los más pobres viven y conviven en todas partes del mundo. Y en todas partes del mundo es verdadero que los pobres y humillados, misteriosamente, nos evangelizan.

P.-  ¿Qué significa ‘radicalizar’ el personalismo ontológicamente fundado y no-burgués?

R.- ‘Radicalizar el personalismo’ significa ahondar en su fundamentación teológica, metafísica, y en su capacidad crítica, de cara a las colonizaciones ideológicas del presente. El personalismo nació con Mounier y sus amigos, como un compromiso militante y reflexivo a favor de las personas, en especial, de los más pobres. Luego, el personalismo maduró desde la experiencia vital y reflexiva de un huérfano, sumamente pobre, que le tocó la difícil tarea de ser Arzobispo de Cracovia y luego Sucesor de Pedro: san Juan Pablo II. Cuando Paul Ricoeur intentó declarar la ‘muerte del personalismo¡ rápidamente fue desmentido a través del magisterio del papa polaco.

Basta con leer su magisterio, por ejemplo, sobre los pueblos autóctonos, sobre la importancia de desarrollar una teología de la liberación no-ideológica, sobre la presencia real de Jesucristo en los más pobres, sobre la propiedad privada gravada con una hipoteca social, sobre el cuerpo y la sexualidad, para comenzar a presentir que el verdadero Juan Pablo II requiere ser redescubierto. Las lecciones de filosofía social que impartió antes de ser elegido Papa, también son una incómoda sorpresa para quienes desean verlo unilateralmente alineado a  ciertas ‘derechas’, en el contexto de la guerra fría.

Este tipo de personalismo, con una fuerte impronta social, no disminuye en su carácter profético, por su también honda fundamentación metafísica, porque la verdadera metafísica, no es la que de manera puramente formal juguetea con el concepto abstracto de ‘ser’ sino la que inicia y termina pensando la estructura de lo concreto e histórico en cuanto tal.

La sinodalidad llegó para quedarse

P.- Pero, ¿radicalizar el personalismo no implica abordar nuevos temas?

R.- ‘Radicalizar el personalismo’ implica entender algo que está más allá de la ‘teoría de los paradigmas’ y que está más cerca de Imre Lakatos: la maduración del pensamiento cristiano se realiza cuando existe un esfuerzo inter-generacional, de una comunidad de personas, que aprenden a realizar un ‘programa de investigación’ a largo plazo. Trabajar intelectualmente de manera solitaria nunca es bueno. Lo mejor es cultivar el diálogo, el encuentro y la interdisciplina. Con un ambiente comunitario así, es posible afrontar nuevos temas y expandir el horizonte, sin traicionar lo esencial.

P.- Algunas voces han señalado que en la Pontificia Academia por la Vida hace falta mayor diálogo e inclusividad, sobre todo, al momento en que se tratan temas delicados como la moral sobre la anticoncepción y asuntos similares. ¿Está usted de acuerdo?

R.- En la Pontificia Academia para la Vida, como en cualquier otra estructura vaticana y eclesial, se necesita una reforma auténticamente sinodal. Cualquier espacio eclesial que crea que no necesita reforma profunda está completamente equivocado. La sinodalidad llegó para quedarse. Más vale partir de la consciencia de que todos somos torpes en el delicado arte de escuchar, de dialogar, de incluir, y de aprender del otro. En la actividad científica verdadera esto es esencial. Todos necesitamos ser hombres y mujeres de ‘pensamiento incompleto’.

Así nos lo enseñaron monseñor Elio Sgreccia, Tadeusz Styczen, Alfonso Gómez-Lobo, y tantos otros que nos han precedido. Ellos no temían dialogar, argumentar y aprender. Lo que sí les repugnaba era la superficialidad, la chabacanería, o las poses pseudo-académicas. Seguramente, la Pontificia Academia para la Vida habrá de dar pasos nuevos para privilegiar la más sólida argumentación y discusión rigurosas, y de esta manera cumplir con su misión fundamental, al servicio de la Iglesia y del Papa.

‘Humanae vitae’, una denuncia profética

P.- ¿Es posible ir más allá de la ‘Humanae vitae’ en estos tiempos?

R.- En marzo de 2018, monseñor Vincenzo Paglia y monseñor Pierangelo Sequeri visitaron el Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV), en México. Juntos ofrecimos un curso intensivo sobre ‘Amoris laetitia’, afrontando todas las dudas y objeciones. Al final, recuerdo una conversación que mantuvimos justamente sobre la necesidad de ‘volver a escribir la Humanae vitae’. No para negar sus fundamentos y afirmaciones esenciales, sino para profundizar en sus aplicaciones y enfoque pastoral, por ejemplo, a la luz de ‘Amoris laetitia’.

La ‘Humanae vitae’ de Paulo VI, en cierto sentido, fue una denuncia profética que se visibilizó en toda su verdad, sólo muchos años despúes de ser publicada. Siempre recuerdo con admiración como Max Horkheimer, uno de los padres de la escuela crítica de Frankfurt, defendió este documento pontificio por su aguda denuncia de la racionalidad instrumental que habita en la mentalidad anticonceptiva y abortista.

Hoy sería muy bueno, volverla a escribir tomando en cuenta las nuevas investigaciones, por ejemplo, sobre métodos naturales, el avance de las legislaciones a favor del aborto, y las dificultades que poseen las personas reales al momento de llevar a la práctica la enseñanza moral de la Iglesia. Con una visión complexiva, seguramente la Iglesia daría un nuevo impulso a la verdad y a la belleza sobre el uso de métodos naturales, pero insistiendo en lo decisivo, que es una pedagogía adecuada para los mismos. Así mismo, con una visión más complexiva y actualizada, seguramente, se podrían ofrecer criterios renovados para los confesores, para que sin claudicar a la verdad, siempre la anuncien con caridad, paciencia y misericordia, particularmente en el arduo tema de la anticoncepción o de la atención médica a parejas infértiles.

Abrazar el tesoro recibido y reproponerlo

P.- ¿Qué opinión le merece el ‘texto base’ a partir del cual la Academia para la vida organizó la discusión en el seminario sobre ética teológica de la vida?

R.- Como todo esfuerzo académico realizado a muchas manos, el llamado ‘texto base’, es un escrito heterogéneo, con algunas virtudes y numerosos límites. El equipo que lo preparó fue integrado por algunos amigos altamente cualificados de acuerdo a los estándares académicos, pero todos pertenecientes al primer mundo europeo, cosa que se nota por los cuatro costados (Casalone, Chiodi, Dell´Oro, Guenzi, Pelletier, Sequeri, Thiel, Thomasset).

Es muy común, por otro lado, este fenómeno. En Europa frecuentemente se parte de la premisa que el pensamiento y la reflexión profundas en materia teológica se realizan en universidades e institutos europeos. La teología realizada desde la experiencia pastoral latinoamericana, desde la inmersión en el camino del pueblo que defiende la vida, y desde la opción voluntaria por la vida en pobreza, es vista como si fuera una realidad ‘menor’. La bioética personalista, con fuerte sentido social, cultivada en la UCA de Argentina, en la PUC chilena, en el CISAV de México, en el Centro Juan Pablo II de La Habana, y en tantos otros lugares de América Latina, muchas veces ni se atiende ni se entiende en las atmósferas europeas.

Recuerdo cómo hace años tuve la experiencia de dialogar con algunos ‘especialistas’ en ‘teología moral’ europeos que interpretaban la alegría de muchos de los matrimonios y las familias pobres latinoamericanos a vivir su sexualidad conforme a la enseñanza de la Iglesia, como un signo de subdesarrollo y falta de ‘ilustración’. Su servidor está convencido que hay muchas cosas que mejorar en la enseñanza de la Iglesia, sin embargo, la ‘mejora’ supone abrazar el tesoro recibido y reproponerlo en lo que posee de verdadero, en el nuevo contexto cultural contemporáneo.

La auténtica ‘fidelidad creativa’ es continuidad, profundización y ampliación, sin ruptura, respecto del magisterio anterior. Para ‘mejorar’ los contenidos de la enseñanza de la Iglesia en materia de bioética, más que buscar ser ‘trendy’ es necesario ser fiel. Fiel a la verdad natural y revelada; fiel al rigor teológico-filosófico-científico; fiel al camino del pueblo en el que he aprendido la fe; fiel a la Iglesia real que me precede, me rebasa y me sorprende, cuando la vivo como comunión y sinodalidad efectivas; fiel al testimonio de los santos que me ayudan a interpretar el significado teológico del actual momento histórico.

Sin una adecuada comprensión de la sustancia

P.- A nivel filosófico, ¿percibe usted límites en el ‘texto base’?

R.- El texto base parece ignorar muchas de las cosas que fueron resueltas por Karol Wojtyla, por David Wiggins, por Fernando Inciarte, por Mauricio Beuchot, y por sus discípulos, desde hace muchos años, y que son necesarias para interpretar rectamente, entre otras cosas, el magisterio. Por ejemplo, me ha causado una cierta gracia la forma como critican el ‘esencialismo’ y el ‘sustancialismo’ antropológico que obligaría a comprender la identidad personal, prescindiendo de la acción humana y su inmersión histórica.

Claramente los autores asumen como premisa supuestamente ‘evidente’ una caricaturización de la noción de sustancia, entendida como algo ‘inmutable’. Cualquier persona que haya estudiado mínimamente a Aristóteles sabe que para el Estagirita y su escuela, sólo es inmutable lo que está fuera del tiempo. La noción de sustancia es descubierta por Aristóteles precisamente para indicar ‘lo que’ cambia en el cambio. En otras palabras, el sujeto de imputación real del cambio es la sustancia, no el accidente. Los accidentes no cambian ‘proprie dicitur’.

La caricaturización deformante de la sustancia se utiliza para argumentar la dimensión narrativa de la identidad personal, un poco siguiendo algunas pistas de Paul Ricoeur. Sin embargo, al parecer los autores del ‘texto base’ no son muy conscientes de los problemas metafísicos que entraña la solución propuesta por Ricoeur. Para Ricoeur, existe una suerte de escisión entre la mismidad, es decir, entre la sustancia, y la ipseidad, es decir, la ‘existencia auténtica’. Colocar la identidad personal real de manera unilateral en la ipseidad sin una adecuada comprensión de la sustancia, tiene muchísimas consecuencias, como lo han sabido denunciar muchos, desde tiempos de Max Scheler. Todas estas cosas, requieren de discusión racional estricta, pausada, evitando las caricaturizaciones, las simplificaciones, las trivializaciones.

Valorar la historia de la Iglesia latinoamericana

P.- ¿Qué cosas positivas aporta el ‘texto base’?

R.- El ‘texto base’ señala un conjunto de problemas verdaderos. Por ejemplo, la necesidad de mejorar las argumentaciones de la ‘ley natural’, que en ocasiones caen ya sea en un biologicismo, ya sea en un racionalismo formalista. Tu servidor escribió hace años un libro sobre la necesidad de avanzar hacia un ‘iuspersonalismo’ que supere planteamientos inadecuados sobre lo que ha de entenderse por ‘natural’ en la ‘ley natural’ (R. Guerra, ‘Afirmar a la persona por sí misma’, CNDH, México 2003).

Lamentablemente, la discusión sobre estos asuntos, ha caído, en mi opinión, en un cierto ‘impasse’ postmoderno. La superficialidad y el ‘bluff’ académico abundan. Los ‘influencers’ ultraconservadores siembran rigorismo desde un pensamiento débil, y estimulan reacciones liberales, sumamente apasionadas, muchas veces grotescas, pero igualmente ‘light’.

Otra cuestión importante, es la necesidad de tener una comprensión más acertada de la dimensión histórica de la condición humana. Este tema me es muy querido. El aporte cristiano para el descubrimiento de la ‘Historia’ en su sentido fuerte no ha sido suficientemente reivindicado. Una neo-escolástica formalista colaboró a crear una suerte de comprensión a-histórica sobre el ser humano y su acción, que ignoró las potentes intuiciones de San Agustín, de San Buenaventura, de Vico, y de otros.

La ‘Historia’ nos fue expropiada por el pensamiento hegeliano y sus derivaciones. El pensamiento cristiano, tanto filosófico como teológico, tiene que recuperar la Historia para sí. Pero esta recuperación, nuevamente, no puede realizarse desde un pensamiento ontológicamente debilitado que declara a priori que el último horizonte de comprensión es el contexto. Eso es claudicar. Eso significa inmanentizar nuevamente la Historia. La presencia de lo Absoluto en lo relativo, de lo Eterno en lo temporal, del Todo en el fragmento, no sólo es parte del mejor patrimonio intelectual cristiano sino la clave fundamental para valorar positivamente la Historia de la Iglesia latinoamericana, su peculiar ser-barroco, y su aporte a la Iglesia universal.

Celebrar la vida aún en medio de contextos de muerte

P.- ¿Cómo puede aportar América Latina a la construcción de una bioética católica pertinente para el nuevo entorno global?

R.- América Latina es el occidente del occidente. Es el ‘otro’ llamado a revelar gradualmente al sujeto solipsista europeo. Ser latinoamericano es una experiencia telúrica, mariana y relacional, es decir, es una experiencia que se vive desde una raíz profunda, desde una maternidad compartida, y que nos abre amigablemente a los demás. Para la bioética católica latinoamericana esto es fundamental: nuestra identidad nos ayuda a celebrar la vida aún en medio de contextos de muerte. Mantenemos la esperanza, aún en medio de la injusticia. Apreciamos nuestro ‘ethos solidario’ aún frente a los frecuentes intentos de colonización ideológica –por la derecha o por la izquierda–.

Esta breve descripción muestra que hay un suelo nutricio para desarrollar una bioética personalista y comunitaria, ontológicamente fundada e históricamente situada, que valora la dimensión narrativa de la conciencia moral, y la riqueza de la persona entendida como sujeto individual de naturaleza racional-relacional.

Una bioética así, recoge lo mejor de la tradición personalista europea, pero se reformula críticamente de tal modo, que pueda ayudar a construir una bioética más global y más social, para la supervivencia de las personas, de las naciones y de su medio ambiente. La bioética católica latinoamericana está llamada a continuar la defensa argumentada de la dignidad de la vida humana, sobre todo de los más vulnerables, como lo hizo Bartolomé de las Casas en el siglo XVI.  Porque, como el fraile decía, “del más chiquito y del más olvidado, Dios tiene la memoria muy viva”.

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