Tras aprobarlo en el Consejo de Ministros del pasado 1 de agosto, el Gobierno de Pedro Sánchez ha ultimado un paquete de medidas de ahorro energético que, durante 16 meses, fija los 27 grados como el mínimo de temperatura que debe haber en verano en espacios “de pública concurrencia” (aunque no se especifica, al remitirse al Real Decreto 1027/2007, también entrarían los lugares de culto) con aire acondicionado y, en invierno, eleva la calefacción a un máximo de 19 grados. También, por ejemplo, a las 22:00 horas deberá apagarse la luz de los escaparates o la que ilumina los edificios y monumentos. Medidas, por tanto, obligatorias tanto para el sector privado como para la Administración pública en todos sus niveles.
Como explica a Vida Nueva el religioso carmelita argentino Eduardo Agosta, asesor principal del Movimiento Laudato si’, integrado en el Dicasterio para el Desarrollo Humano e Integral, si bien esta respuesta del Ejecutivo “puede haberse acelerado en un contexto de crisis por la guerra en Ucrania y las amenazas de Rusia de cortar el gas”, son medidas “bienvenidas” y necesarias “mirando más allá, conscientes de que atravesamos una etapa de transición ecológica para responder a una crisis climática que cada vez nos muestra unas señales más fuertes, también en Europa”.
Frente a ello, urge apostar por la “prevención” y la “disminución de la dependencia energética”, empleando cada vez menos “combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón”, cuyo uso “excesivo” erosiona el planeta. En este sentido, la mayor incidencia en “recursos alternativos” no es solo cosa de la Administración, sino “responsabilidad de toda la sociedad”.
Y es que muchos de los cambios en nuestro día a día pasan por “dejar atrás el sobreconfort”. Algo que, lejos de implicar “un sacrificio” o un “sufrimiento”, pasa por compromisos sencillos como “reducir el transporte individual” o “adaptar la temperatura en las oficinas para no llegar a algo tan perjudicial como tener que ponernos un jersey en verano por lo alto que está el aire acondicionado”.
Para Agosta, es un “ajuste de valores” que “no va en detrimento de nuestra calidad de vida; al contrario, se trata de alargar esta lo máximo posible”. Además, se incide en la “justicia social”, pues “lograremos que más personas se puedan sumar a un confort basado en el desarrollo sostenible”.
En esta línea, el carmelita percibe “cómo cada vez más parroquias y comunidades eclesiales son conscientes de que es algo necesario”. De hecho, en su última misa dominical, en su parroquia en la localidad castellonense de Onda, “la gente pidió no encender el aire acondicionado y combatimos la alta temperatura con abanicos y abriendo puertas y ventanas”. “Gestos concretos” como estos, reclamados con especial fuerza “por los jóvenes”, muestran que “poco a poco va calando en la gente la conciencia de que tenemos que cuidar la Casa Común, la única que tenemos”.
Por su experiencia de trabajo en el Vaticano, el carmelita señala que “una significativa propuesta la formuló recientemente el cardenal Czerny cuando reclamó un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles”. Algo que la Santa Sede es consciente de que llevaría tiempo, pues “hay muchos intereses por parte de países muy ligados a la producción de petróleo, al mismo tiempo que muchas otras naciones no tienen ningún acceso a ellos y apuestan por la energía renovable”.
En cuanto a las críticas de quienes, a nivel social y eclesial, no dan importancia a la cuestión climática, Agosta reconoce que “el Vaticano y muchos obispos del ámbito hispanoamericano van a la avanzadilla, mientras que en otros espacios la respuesta a Laudato si’ es ambivalente: por un lado, muchas diócesis elogian la encíclica de Francisco, pero, por otro, no implementan estrategias para aplicarla. Hay que desarrollar una tarea de tipo cultural con los obispos y las conferencias episcopales para que su compromiso se concrete en respuestas reales y cale progresivamente en las homilías, conscientes todos de que la evolución del Magisterio va en esta línea, hablando mucho de ello ya Benedicto XVI en Caritas in Veritate”.
Reflexionando sobre el papel de la Iglesia en España, el religioso observa que “las reticencias a asumir la conversión ecológica tienen su origen en la ideologización y en cómo a veces presentan esta realidad algunos medios católicos, ridiculizando ciertos ‘todólogos’ evidencias que provienen de la ciencia”. Con todo, “la conversión llega cuando son muchos los que sufren las consecuencias o las padecemos nosotros mismos por no haber actuado con previsión ante un colapso que nos amenaza a todos”.
Antonio Ángel Garrido Salcedo, laico cordobés que coordina el Movimiento Laudato si’ en España e Iberoamérica, recuerda que “la ecología integral viene de un legado eclesial anterior, defendiéndola ya Pablo VI, Juan Pablo II o Benedicto XVI, siendo un hecho que con Francisco ha llegado una nueva luz”. Por ello, llama a la reflexión sobre “por qué Laudato si’ tiene más eco fuera que dentro de la Iglesia”. En el caso de España, esto se da aún más, lo cual se pueda explicar en que “muchas veces tardamos en asumir los peligros que vemos lejanos. Muchos creían que esto era algo propio de la Amazonía, pero ahora, con los incendios y las sequías, van viendo que nos interpela”.
Frente a ello, percibe cómo “aumentan las diócesis que instituyen secretariados y comisiones sobre la ecología integral”. Eso sí, matiza, “es clave la diversidad en las respuestas concretas. No hay una receta única y cada comunidad eclesial debe acudir al ver, juzgar y actuar. Habrá parroquias que ahorren en luz y energía, obispados que impriman menos… Pero fieles a lo que somos y a nuestro modo de vivir la fe. No puede tener la misma respuesta un grupo de scouts que una parroquia del centro de Barcelona”.
José Eizaguirre, laico que anima en Cañicosa (Segovia) Tierra Habitada, un centro comunitario de ecología, espiritualidad y acogida, hace un hueco en su participación en la Semana de Ecología Integral de Valladolid y valora a esta revista “positivamente” las medidas del Ejecutivo, que van “en línea con lo que están haciendo todos los países europeos”. Aunque consciente de que “vamos a remolque de otros países del norte y el centro de Europa”, valora que es un “bendito remolque”.
A nivel eclesial, percibe que “todo esto va llegando a las congregaciones, diócesis y comunidades. Laudato si’ fue un aldabonazo, una sacudida a las conciencias de los cristianos. A veces pienso que también vamos a remolque respecto al conjunto de la sociedad, que va avanzando en esta línea, y me gustaría que la Iglesia fuera por delante. Con toda la riqueza espiritual y doctrinal que tenemos en este tema, podríamos ser la avanzadilla. Lo primero que llega es la conciencia y luego la puesta en práctica. Vamos lentos en esto último, pero está llegando”.