La lideresa indígena del Sarayaku (Ecuador) recuerda su primer encuentro con el fallecido purpurado
“Yo estoy de acuerdo contigo, sobre la defensa de la Amazonía, sobre el apoyo institucional que tiene que dar la Iglesia católica. Sobre el caminar juntos. Estoy de acuerdo contigo en todo y podemos trabajar juntos para que eso se haga realidad”. Así recuerda Patricia Gualinga, la lideresa indígena del Sarayaku (Ecuador) la primera vez que el cardenal Cláudio Hummes le habló tras intervenir en una reunión que la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) había organizado en Bogotá, en 2015. “Me dejó impresionada, porque todo lo dijo con mucha fuerza, pero también con mucha amabilidad y alegría”, relata en conversación con Misión CELAM.
La representante del pueblo Kichwa del Ecuador recuerda que en aquella reunión no sabía quién era quién, pero al acercarse aquel hombre alto, amable y con una cruz grande, supo que se trataba de una autoridad de la Iglesia. “Él se presentó, pero nunca dijo que era cardenal”, rememora. Sería el primero de muchos encuentros que desde diferentes puntos del mundo plantearon la importancia de reivindicar a la Amazonía y, en ella, a sus pueblos.
Dos experiencias de vida diferentes que encontraron en la defensa de los derechos humanos y territoriales de los pueblos amazónicos una causa común. Hummes, el religioso que entregó su vida a Dios en el encuentro con los descartados, y Patricia Gualinga, la mujer indígena que combatió la irrupción violenta de las petroleras en su pueblo, son referentes de esa actitud de resistencia espiritual e ideológica que motiva nuevas ideas y organizaciones al servicio de los pueblos.
PREGUNTA.- ¿Cuáles fueron los principales aportes del cardenal a la reflexión y acciones a favor de la Amazonía?
RESPUESTA.- Cuando le conocí ya era alguien muy convencido y comprometido para defender la Amazonía. Era presidente de la REPAM. Por lo tanto, un ferviente defensor del Amazonas y de los pueblos indígenas. Él impulsó fuertemente que la Iglesia como institución se pusiera a favor de los pueblos indígenas y caminara junto a ellos. Apoyó fuertemente ese acompañamiento en varios ámbitos, no solamente en el religioso, sino en la defensa territorial y de derechos.
Con él caminó la REPAM e impulsó también fuertemente, junto al papa Francisco, el tema del Sínodo y, después, la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA). El cardenal no era una persona a la que había que explicarle, él conocía, él sabía cuáles eran las dolencias del Amazonas. Sabía del sufrimiento de los pueblos indígenas e impulsó todo ese acompañamiento fuerte de la Iglesia católica a favor de estos pueblos indígenas y sus territorios.
P.- ¿Cuál era el testimonio que compartía el cardenal en escenarios académicos y eclesiales sobre la Amazonía?
R.- En 2016 compartimos juntos un conversatorio en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid). Testimonios de vida desde la Amazonía era el tema. Yo hablé sobre el testimonio del Sarayaku y de los pueblos indígenas. El cardenal habló de su experiencia y el compromiso que debemos tener para defender la Amazonía. Lo hacía con vehemencia, defendiendo aquellos espacios que eran tan lejanos en la Amazonía de Brasil; lo hacía con mucha fuerza, porque para él defender la Amazonía era defender la vida. Sin eso, sin defender la Amazonía, la misión de la Iglesia estaba incompleta.
P.- Usted fue auditora del Sínodo para la Amazonía y él relator. ¿Cómo fue la experiencia?
R.- El cardenal era el responsable de dar algunas directrices. Por ejemplo, leer el documento del Sínodo, el trabajo que habíamos hecho en el día. También el que daba ánimo en ciertos momentos. Era el que siempre estaba al lado del papa Francisco –que recuerdo siempre estaba presente– para dar ese rostro de la Iglesia Amazónica, en los nuevos caminos para la ecología integral. El cardenal animaba a no tener miedo a esos nuevos comienzos, a esos nuevos caminos. Recuerdo muy bien cuando leyó el borrador del Documento Final.
Él tenía un rol muy importante y yo estaba de observadora ahí, pero también teníamos la posibilidad de incorporar algunas ideas en las mesas de trabajo. Como observadora también teníamos algunos minutos en los primeros días para hablar en la asamblea. Y el cardenal siempre estuvo ahí. Muchas veces lo vi caminando desde la vivienda de Francisco, acompañándolo hacia el aula Pablo VI.
P.- ¿Qué imagen tienen los pueblos indígenas y movimientos sociales de la Amazonía sobre Hummes?
R.- La imagen que tenemos del cardenal Hummes es de alguien muy sencillo, muy amigable, muy cercano al pueblo y dispuesto a luchar por la justicia. Esa imagen recorre también a las grandes organizaciones como la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), que tuvo la oportunidad de conocerlo, escucharlo y que lo sintieron como un aliado estratégico para la defensa de la Amazonía; eso es muy importante. El cardenal queda en nuestros corazones y es una persona muy querida que va a vivir también como parte de este proceso de defensa de la Amazonía. ¡Era un aliado, un hermano y un amigo!
P.- ¿Cuáles son los retos que tienen organizaciones como la REPAM y la CEAMA para mantener vivos los ideales de Hummes?
R.- Continuar con lo que ya empezamos, fortalecerlo y aplicarlo en el territorio. Ese va a ser el gran reto, para que toda la visión que se plasmó en el documento sinodal, en los ideales que compartimos con Hummes se puedan hacer realidad. Ese es el gran reto y trabajar con mucha fuerza haciendo que esto sea posible y defender realmente la Amazonía, lo que implica riesgos también; sabiendo que estar junto al pueblo era el mayor sueño del cardenal; estar junto a los más necesitados, junto al débil, junto a los más marginados, como son los pueblos indígenas.
P.- Cómo mujer y lideresa, ¿qué aprendizajes le quedan después de conocer y compartir con Dom Cláudio?
R.- El cardenal era una persona con mucha luz, llena de conocimientos. Esa luz irradiaba a los que estaban cerca de él. Aprendí mucho a través de la humildad del cardenal. Ese sentimiento que se puede plasmar en la parte espiritual y que nos enseñó que juntos hacemos la fuerza, que es necesario caminar juntos para generar un nuevo aprendizaje, siendo aliados, tomados de la mano. Como mujer, creo que en este mundo hay personas que no están con distanciamientos o preconceptos, el cardenal era uno de esos.
El cardenal era una persona que realmente acogía con mucho amor a todos. No importaba si eran hombres o mujeres, a todos acogía con amor y sabiduría. Es muy bueno estar rodeados de personas con mucha sabiduría como el cardenal. Como lideresa, la humildad que tenía a pesar ser un hombre muy importante es una de las lecciones que me ha marcado. Esa humildad de aceptar errores que la Iglesia institucionalmente ha cometido y discernir al respecto para mejorarlo. Todos estamos en un camino de aprendizaje, cambio y mejoría, pero encontrar a personas como el cardenal en nuestro camino hace que esas tareas puedan tener un matiz mejorado.