El papa Francisco ha centrado su reflexión durante la audiencia general de este miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano a la vejez. Un tema que, desde el pasado mes de junio, ha tocado en varias ocasiones. “Esta será la última catequesis dedicada a la vejez”, ha advertido antes de comenzar. Y, para ello, no podía sino hablar de ella en un tono de esperanza.
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“Cuando me haya ido y os haya preparado un lugar, vendré otra vez y os llevaré conmigo, para que también vosotros estéis donde yo estoy”. Sobre estas palabras del evangelio ha comenzado la reflexión del Santo Padre, en la que ha subrayado que, si bien la vida en la tierra es un “periodo de iniciación” de la vida eterna, “la vejez es el tiempo propicio para el testimonio conmovedor y feliz de esta espera”.
“En la vejez”, ha continuado Francisco, “las obras de fe, que nos acercan a nosotros ya otros al reino de Dios, ahora están más allá del poder de las energías, las palabras, los impulsos de la juventud y la madurez”. Pero es así, precisamente, como se hacen “aún más transparente la promesa del verdadero destino de la vida: un lugar en la mesa con Dios, en el mundo de Dios”.
En este sentido, el Papa ha subrayado que “una vejez que se consume en la degradación de las oportunidades perdidas, trae degradación para uno mismo y para todos”. En cambio, “la vejez vivida con delicadeza y respeto por la vida real disuelve definitivamente la incomprensión de un poder que debe bastarse a sí mismo y a su propio éxito”.
Un periodo de iniciación
Ante la mirada de los asistentes a la audiencia, Francisco ha aseverado que “nuestra vida no está hecha para encerrarse en sí misma, en una imaginaria perfección terrenal: está destinada a ir más allá, por el paso de la muerte”. De hecho, tal como ha señalado el Pontífice, “nuestro lugar estable, nuestro punto de llegada no está aquí, está al lado del Señor, donde Él mora para siempre”.
“Aquí, en la tierra, comienza el proceso de nuestro ‘noviciado’: somos aprendices de vida, que -entre muchas dificultades- aprendemos a apreciar el don de Dios, honrando la responsabilidad de compartirlo y hacerlo fructificar para todos”, ha explicado. “El tiempo de vida en la tierra es la gracia de este pasaje”, por lo que “la confianza en detener el tiempo -querer la eterna juventud, el bienestar ilimitado, el poder absoluto- no sólo es imposible, es delirante”.
“Nuestra existencia en la tierra es el tiempo de la iniciación a la vida, que sólo en Dios encuentra su plenitud”, ha insistido el Papa, reconociendo que “somos imperfectos desde el principio y permanecemos imperfectos hasta el final”.
“Queridos hermanos y hermanas”, ha dicho a los asistentes, “la vejez, vivida en la espera del Señor, puede convertirse en la completa apología de la fe”, porque “hace transparente la promesa de Jesús, proyectándose hacia la Ciudad Santa de la que habla el libro del Apocalipsis”. La vejez es, así, “la etapa de la vida más adecuada para difundir la buena noticia de que la vida es una iniciación para una realización definitiva”.