Rafael Ruiz Andrés es profesor Ayudante de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Es doctor en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid y, ahora, autor del libro ‘La secularización en España’. Ahora, analiza para Vida Nueva los cambios que, desde la sociología, ha vivido la religión en nuestro país durante las últimas décadas.
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Pregunta.- Hace unos meses, la Conferencia Episcopal lanzaba algunos datos: solo el 21% de las bodas son católicas y se bautizan menos de la mitad de los niños. ¿Qué ha pasado para llegar aquí?
Respuesta.- Es, en cierto modo, la consecuencia generacional lógica del proceso de secularización, que en España comenzó a acelerarse durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX. En aquel momento, un porcentaje creciente de la población fue dejando la práctica religiosa (que en algunos casos quizá ya no era especialmente intensa). La importancia de la religión en el día a día disminuyó, pero no la vinculación con la identidad católica. Como consecuencia, la práctica religiosa se redujo, pero no la autoidentificación como católico. El catolicismo se difuminaba en el día a día, pero, para amplios sectores de la población, seguía presente a la hora de identificarse religiosamente, de contraer matrimonio o de bautizar a los hijos.
Esta etapa que podríamos calificar de “catolicismo cultural”, aunque sigue siendo importante en España, ha dado paso a lo que se denomina una “exculturación” religiosa. Grosso modo, los hijos e hijas de esos católicos no practicantes, que han recibido una educación con escasa o nula importancia de la religiosidad, ya no solo han dejado de practicar la religión, sino que tampoco se identifican como católicos ni participan de esa cultura católica.
Por eso, esta generación joven, que ahora mismo es la que se está casando o teniendo hijos, ya no lo hace por la Iglesia, porque para gran parte de la población, especialmente la más joven, el catolicismo se ha convertido en una realidad insignificante en el sentido literal del término: es decir, que no les “dice” nada en la mayoría de los casos, sin olvidar a todos aquellos a los que si el catolicismo “les dice” algo, es más bien negativo.
P.- A tu parecer, ¿esta secularización implica un alejamiento de lo espiritual o está únicamente ligada a la religión católica?
R.- Podríamos responder a esta frase diciendo que, en España, por la tradición religiosa católica, el proceso de secularización está principalmente ligado a la religión católica, pero no solo. En cierto modo es lógico, teniendo en cuenta el peso sociológico, institucional y cultural que la Iglesia ha poseído históricamente en España. Así pues, el proceso de secularización en este contexto se ha entendido en muchos casos como una oposición respecto a la Iglesia católica. En otro contexto, estaríamos contando una historia distinta, pero en el caso de España es así.
Ciertamente la secularización ha afectado especialmente a la Iglesia católica en España, pero también las múltiples confesiones que componen el tejido social de España acreditan dificultades a la hora de llegar a los miembros más jóvenes de sus comunidades.
Sin embargo, no podemos olvidar que el proceso de secularización no es solo “declive religioso” (esta visión está ya superada), sino también metamorfosis religiosa. En paralelo a todas estas realidades que señalamos, la desvinculación creciente entre la población y las instituciones religiosas también ha permitido la irrupción de “espiritualidades” al margen de las religiones. Esta creencia sin pertenencia (believing without belonging) se ha convertido en uno de los fenómenos más interesantes de los contextos secularizados.
Aunque es un fenómeno importante, tampoco es conveniente sobrevalorarlo, es decir, intentar ver en esta realidad una reversión del proceso de secularización. Como señala Charles Taylor, una de las consecuencias de la secularización es que un amplio sector de la población se instala en la inmanencia, en el día a día, sus afanes, preocupaciones, sin necesidad de un elemento espiritual o religioso, además de todos aquellos que tienen una posición claramente irreligiosa, y cuyo número ha aumentado también en las últimas décadas, según los últimos datos estadísticos.
P.- ¿Se puede hacer una previsión de hacia dónde va este proceso de secularización?
R.- Parte de las críticas que se ha hecho a la teoría de la secularización han surgido, precisamente, por tratar de hacer previsiones sencillas de fenómenos complejos. En los años sesenta del siglo XX, no pocos académicos anunciaron el fin de la religión. Desde entonces, en sociedades como España, ha habido un cierto retroceso de lo religioso, pero tras más de 60 años de intensa secularización, aún la mayoría de la población sigue vinculándose a una tradición religiosa o sigue declarando creer en elementos espirituales o religiosos (aunque no debemos olvidar que la creencia es solo una de las múltiples dimensiones de la religiosidad).
Ciertamente no podemos predecir el futuro desde la sociología, pero sí podemos apuntar a lo que parecen escenarios lógicos a partir de las dinámicas presentes. A este respecto, la variable generacional, con el apagamiento in crescendo del catolicismo, ha sido y es muy importante. Hace apenas unos años, los padres bautizaban a unos hijos que, cuando han llegado a la edad adulta, ya no están haciendo lo mismo con sus hijos. Siguiendo esta tendencia, es fácil apuntar a cierta continuación y acentuación del proceso. Así lo confirman parte de los estudios y observatorios, tanto nacionales como internacionales, para el caso de España.
Sin embargo, estas predicciones tienen que estar atentas a una realidad en cambio acelerado: los flujos globales están transformando la faz de nuestras sociedades (hace 60 años era difícil suponer el grado de pluralismo de la sociedad española, con las reacciones que ha generado en ciertos sectores), las recomposiciones en las propias instituciones religiosas, la creciente inseguridad existencial, o las metamorfosis de las creencias y su alcance. Estas cuestiones, entre otras, pueden condicionar el proceso de secularización, aunque es difícil pensar en una reversión a la luz de la evolución y los datos actuales.
P.- ¿De qué manera se relaciona la religión con la cultura?
R.- En pocos años, hemos pasado de sociedades en las que había una potente interrelación entre ambos elementos a un extrañamiento absoluto. En parte de la creación cultural, el elemento religioso aparece en no pocas ocasiones revestido de todos los estereotipos negativos (ligado al pasado, a la sumisión, etc.), sin presentar un verdadero diálogo con la tradición patrimonial religiosa (aunque con notables excepciones). Parte de los sectores religiosos observan a la cultura actual, entendida en un sentido amplio, no solo lo artístico, con desconfianza o rechazo.
Esto propicia que, en tantos debates que tenemos en nuestra sociedad, la voz religiosa no tenga palabra, porque unos no quieren escuchar las respuestas de las voces religiosas y otros no quieren plantearse las preguntas de nuestra sociedad y cultura actuales. Ambas tendencias alimentan lo que el sociólogo francés Olivier Roy ha calificado como “la santa ignorancia”, la separación entre la cultura y las religiones, que ignora el carácter cultural de lo religioso y el tejido religioso que subyace a tantas manifestaciones culturales, así como las posibilidades dialógicas entre ambas. Tender puentes entre ambas orillas constituye una tarea fundamental del tiempo presente, una tarea postsecular.
A esto tendríamos que añadir también la ignorancia de muchos de los creyentes religiosos con sus propias tradiciones, una falta de conocimientos y de repertorios que limita las respuestas que se plantean a las cuestiones contemporáneas y que puede alimentar los estereotipos que existen sobre las religiones.
El conservadurismo en la Iglesia
P.- En un proceso de secularización, ¿quiénes son los que se acercan al catolicismo?
R.- Las estadísticas nos revelan ciertas tendencias que explican quiénes se acercan más al catolicismo actualmente, y que se encuentran condicionadas por los procesos formativos, la ideología e incluso la clase social. A este respecto, desde finales del siglo XX, los estudios han venido señalando cierta conservadurización de la población católica en España, frente a una mayor dispersión ideológica en la Transición y los primeros años de la democracia.
Sin embargo, estas estadísticas, aun ciertas y evidentes a nivel sociológico, nos pueden ocultar la amplia pluralidad ideológica, sexual, vital, experiencial del catolicismo en España. No podemos olvidar que en torno al 60% de la población española sigue declarándose católica y este 60% es necesariamente plural. Aunque las declaraciones y el activismo de ciertas voces del catolicismo hayan contribuido a forjar una imagen mediática muy concreta, encontramos católicos a uno y a otro lado de todos los debates que nos podamos imaginar. Quizá, en este contexto de secularización y de retroceso del catolicismo, cabe señalar que aquellos que hoy se acercan a la Iglesia y/o permanecen en ella, lo hacen desde una mayor profundidad de búsqueda y de planteamientos, lo que no obsta para que muchos de los católicos más comprometidos también tengan una visión crítica tanto de la institución como del sistema en el que vivimos.
P.- ¿Cuáles son los factores clave que han provocado este proceso de secularización en España?
R.- Este es, básicamente, el núcleo del libro ‘La secularización en España’. Son muchos los factores que explican este proceso. Algunos se remontan a la génesis de la modernidad, la crítica racional a la religión, consolidada en la Ilustración (siglo XVIII), la aparente oposición entre ciencia y fe, o el fermento crítico que introdujeron los movimientos obreros y liberales y que marcaron largamente el siglo XIX y el inicio del siglo XX. Aunque el Régimen franquista, y la consiguiente imposición del catolicismo a toda la población, generó la sensación de superación de estas dinámicas, la vinculación entre catolicismo y franquismo se ha convertido en otro factor de secularización, que aún pervive en la memoria colectiva.
Precisamente en la etapa final del Régimen, se abrió el periodo de la segunda oleada de secularización, con nuevas dinámicas, propias de los profundos cambios que experimentó la sociedad española en ese momento y que han impreso una huella profunda en el proceso de secularización: la sociedad de consumo, la irrupción de una generación joven que quiso cortar con toda herencia del pasado, el vaciamiento del mundo rural, el cambio en la moral sexual y familiar, la pérdida de la importancia de la religión en la cotidianeidad y en los procesos de transmisión, etc. Actualmente, tendríamos que hablar del efecto de la digitalización y de la globalización en el proceso de secularización, con la emergencia de nuevas realidades y lenguajes que también cuestionan a las religiones. .
En cierto modo, la secularización condensa las interacciones entre modernidad y religión, por lo que todo lo que ha sucedido en este proceso de modernización ha tenido, de una u otra manera, una repercusión para lo religioso. Yo suelo resumirlo en dos líneas: por un lado, el conjunto de cambios que ha ido alejando la respuesta religiosa de las preguntas cotidianas, y, por otro, toda una serie de narrativas (sociales, mediáticas, científicas, etc.) que han surgido y se han expandido en paralelo al proceso de secularización y que han problematizado el hecho religioso. El resultado no es tanto la eliminación cuanto la problematización del hecho religioso, que en algunos casos, efectivamente, conduce al abandono, al alejamiento, la irreligión o el desinterés.
P.- Todo este proceso se da en un mundo cada vez más relacionado y, también, abierto a otras tradiciones religiosas, ¿se puede reconocer la fe de otro cuando tu propia sociedad está “desaprendiendo la suya”?
R.- Precisamente una de las primeras cuestiones que cabría señalar es que, en un mundo globalizado, la diferencia entre lo mío y lo tuyo se difumina. Tenemos que empezar a pensar desde esta perspectiva, que retoma el humanismo de “nada de lo humano me es ajeno”. En este sentido, el principal problema no es que la población desconozca una religión concreta u otra, sino que se desconocen todas. Y en un mundo global, en una sociedad plural, como es la española, este desconocimiento constituye un reto. En primer lugar, porque las religiones son una parte importante de nuestra realidad social y global. El conocimiento de las religiones en su pluralidad de manifestaciones nos permite comprender más y mejor el hecho religioso, así como el mundo y la sociedad que habitamos.
Además, en segundo lugar, el mayor conocimiento de las religiones no solo nos permite acceder al legado patrimonial y cultural de las mismas (argumento que se suele utilizar para defender la pertinencia de una enseñanza aconfesional de las religiones en el currículo educativo), sino que diría aún más: analizar y estudiar a las distintas religiones nos permite convertirnos en mejores ciudadanos y ciudadanas de nuestra sociedad plural, pues sabremos reconocer el sentido y las razones que subyacen a los planteamientos de nuestros conciudadanos religiosos.