El teólogo estadounidense ortodoxo publica un manual de cómo ser un buen pecador en la editorial Sígueme
“¿Cómo ser un buen pecador?” Es la pregunta que encabeza el último libro del estadounidense Peter Bouteneff publicado por la editorial Sígueme. Profesor de Teología sistemática y de espiritualidad en el Seminario Ortodoxo de San Vladimir –donde ha fundado el Instituto de Arte Sacro–, en Nueva York, es, además de un gran melómano, doctor en teología por la Universidad de Oxford, ha trabajado en el diálogo ecuménico como secretario ejecutivo de “Fe y Constitución” en el Consejo Mundial de Iglesias. El teólogo comparte a Vida Nueva algunas de las intuiciones de la tradición oriental sobre “el encuentro con uno mismo a través del arrepentimiento” –como dice el subtítulo del libro–.
PREGUNTA- El título es un poco una provocación. ¿Qué necesita uno para ser un buen pecador?
RESPUESTA- El título en inglés es aún más provocador. Es ‘Como ser un pecador’ sin la palabra “buen”. Muchas personas se acercan a mí diciendo, ligeramente en broma, “No necesito un libro que me diga cómo ser un pecador, ¡ya lo soy!”. Pero la premisa del libro es que, sí, todos somos pecadores, pero que Cristo viene a salvar a los pecadores. Entonces, ¿cómo respondemos adecuadamente a eso? ¿Cómo llegamos a conocer nuestro quebranto, pero también el amor de Dios? Porque debemos llegar a conocer ambas cosas.
P.- El arrepentimiento es clave para entender el pecado. ¿Está Dios en el arrepentimiento?
R.- Cuando alguien llega a conocer algo de su propia pecaminosidad, y el quebrantamiento del mundo entero, es posible que se desespere. Pero Dios no quiere que nos desesperemos. Cuando el mismo pecador, se da cuenta no sólo de su pecado, sino también de la gloria de Dios y del amor de Dios, hay realmente dos respuestas principales. Una es la gratitud. La otra es el arrepentimiento. ¿Cómo puedo seguir viviendo mi vida pecaminosa cuando sé lo grande que es Dios y lo amoroso que es? Solo puedo saltar con una alegre acción de gracias, y al mismo tiempo mirar mi vida, y buscar cambiar mis caminos de pecado.
Por supuesto que Dios está en el arrepentimiento. Él está en la raíz del mismo, y también responde a él. En el momento en que damos el más mínimo paso hacia el arrepentimiento, nos encontramos con que Dios ya está corriendo a nuestro encuentro. Como el padre que corre hacia el hijo pródigo.
P.- La parte central del libro ofrece una auténtica guía interior. ¿Qué acompañamiento necesita el pecador?
R.- Los pecadores necesitamos a Dios, ante todo, en el amor de su Hijo, por su Espíritu Santo. En esto tenemos el acompañamiento de la Iglesia, en sus miembros vivos y difuntos: todos nos acompañamos místicamente en la oración. Necesitamos el acompañamiento de la vida sacramental de la Iglesia, necesitamos la Santa Comunión, la Cena del Señor. Pero también necesitamos guías. Éstos pueden ser personas con las que entablamos una relación espiritual: directores espirituales. Pero también pueden ser compañeros de confianza con los que hablamos abiertamente de estas cosas.
P.- Frente a otras tradiciones religiosas, ¿qué ofrece el Dios cristiano al pecador?
R.- Los cristianos tienen el asombroso beneficio del conocimiento del amor incondicional de Dios, un amor que implica el vaciamiento de sí mismo. Dios da a su Hijo. Y este Hijo, al que tiene consigo desde toda la eternidad, se vacía de sí mismo (Flp 2,7) experimentando una vida plenamente humana en todas sus alegrías y sinsabores. Es tentado, tiene hambre, sed, reza, experimentando todo lo que nosotros hacemos, hasta la muerte. Todo por nosotros y por nuestra salvación. Esta es la verdad universal de Dios, y los cristianos tenemos la profunda alegría de conocerla, y la responsabilidad de vivirla.
P.- En su obra ofrece una síntesis teológica del pecado. ¿En la sociedad actual, por qué hay tan poca conciencia de pecado?
R.- Sólo puedo hablar por la sociedad que mejor conozco, aquí en Norteamérica –quizá algunas cosas sean iguales en el contexto español–. Pero a mi entender, la sociedad actual es ‘esquizofrénica’, en el sentido de creer en dos cosas a la vez. Por un lado, el mundo comercial quiere que nos sintamos bien y felices con nosotros mismos tal y como somos, por lo que andamos diciendo “¡soy maravilloso!”. Por otro lado, parece que nos presionan para que seamos felices, para que seamos física e internamente bellos, y por eso todos sentimos que continuamente nos quedamos cortos. Así que nos sentimos mal con nosotros mismos. Pero no tenemos el lenguaje ni el marco para nombrar nuestras carencias. El hecho es que somos maravillosos, en nuestra esencia, pero cuando no reconocemos que hemos empañado esa maravilla con nuestro pecado, caemos en el problema.
Además, la sociedad ha perdido la confianza en la Iglesia, en parte porque nosotros, en la Iglesia, hablamos con demasiada frecuencia de manera poco útil en la sociedad, pues parecemos tan santurrones. Así que el lenguaje del ‘pecado’ es terriblemente impopular en la sociedad. Pero la sociedad necesita una comprensión adecuada del pecado, no para ser más miserable, sino precisamente para ser más libre, más compasiva, más amorosa. Esto no es fácil de entender ni de explicar. Lo intento en este libro, y ustedes podrán decirme si he sido útil o no.
P.- El libro termina con una selección de oraciones oracionales. ¿Qué aporta esta tradición al proceso del arrepentimiento?
R.- Las oraciones de nuestra tradición son una forma de entender ese hermoso equilibrio entre nuestro quebranto y el amor de Dios por nosotros, su constante correr hacia nosotros. Son un regalo.