Un miércoles más el papa Francisco ha retomado su ciclo de catequesis sobre la ancianidad. Lo ha hecho a partir de las 9:00 h. de la mañana en la audiencia general que durante el mes de agosto se celebra en el Aula Pablo VI. El tema de la nueva meditación ha estado inspirado por un texto del libro de Daniel, “El ‘Anciano de los Días’. La vejez reafirma el destino a la vida que ya no muere”.
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Un Dios anciano
Comentando la profecía, el Papa ha tratado de presentar “el ciclo de la vida, el tiempo de la historia, el señorío de Dios sobre el mundo creado. Y este aspecto tiene que ver precisamente con la vejez”. Y es que en la visión aparece un anciano, que en términos bíblicos se definen con la palabra ‘barba’. “El cabello blanco como la nieve es el símbolo antiguo de un tiempo muy largo, de un pasado inmemorial, de una existencia eterna. No hay que desmitificar todo con los niños: la imagen de un Dios anciano con el pelo blanco como la nieve no es un símbolo tonto, es una imagen bíblica, noble e incluso tierna”.
Para el Papa, la imagen profética del ‘Anciano de los Días’ es “tan antigua y nueva como la eternidad de Dios”. Por ello destaca la profecía de los ancianos Simeón y Ana en la presentación de Jesús en el templo. “El Verbo eterno del Padre, habiendo asumido un principio temporal, sin dejar su divinidad, es presentado por su voluntad al templo de la Ley por la Virgen Madre, y el vigilante lo toma en sus brazos”, dice un himno bizantino citado por el pontífice que relacionó con el hecho de Simeón de “presentar a los niños que vienen al mundo como un don ininterrumpido de Dios, sabiendo que uno de ellos es el Hijo engendrado en la misma intimidad de Dios, antes de todos los siglos”.
Testimonio auténtico
Para Francisco, “la vejez debe dar testimonio a los hijos de su bendición: consiste en su iniciación –bella y difícil– en el misterio de un destino a la vida que nadie puede aniquilar. Ni siquiera la muerte”. Bergoglio recordó que “el testimonio de los ancianos es creíble para los niños: los jóvenes y los adultos no son capaces de hacerlo tan auténtico, tan tierno, tan conmovedor, como los ancianos”. “Cuando la persona mayor bendice la vida que le llega, dejando de lado todo resentimiento por la vida que se va, es irresistible. El testimonio de los ancianos une las edades de la vida y las propias dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro”, reclamó.
El pontífice lamentó que “es doloroso –y perjudicial– ver las edades de la vida concebidas como mundos separados y en competencia, cada uno de los cuales trata de vivir a expensas del otro”. De Dios, añadió, “nadie queda fuera de su generación eterna, de su poder maravilloso, de su cercanía amorosa”.
“Estamos delante del misterio de la eternidad de Dios: conviven lo antiguo y lo nuevo”, añadió Francisco en español. “El testimonio de los ancianos es un don auténtico, una verdadera bendición para los niños. La alianza de los mayores con los más pequeños salvará la familia humana. Las etapas de la vida no son mundos separados que compiten entre sí, sino más bien son una alianza que une pasado, presente y futuro, dándole a la humanidad fuerza y belleza”.