Este sábado, 20 de agosto, comienza la edición de 2022 del Meeting de Rímini, el gran evento de Comunión y Liberación en Italia que cumple su edición número 43. El secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, ha enviado –como es habitual– un mensaje en nombre del papa Francisco para este encuentro por “la amistad entre los pueblos” que esta edición lleva por lema: “Una pasión por el hombre”.
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Salir de la soledad
La actual edición coincide con el centenario del nacimiento del sacerdote Luigi Giussani y para el cardenal “a veces parece que la historia ha dado la espalda a esta mirada de Cristo sobre el hombre”, algo que es el “aspecto más doloroso de la experiencia de tantos que experimentaron la soledad durante la pandemia o que tuvieron que abandonarlo todo para escapar de la violencia de la guerra”. Ante esto surge el Dios como “amor salvador que se da gratuitamente”.
El mensaje destaca la parábola del “Buen Samaritano como modelo de pasión incondicional por cada hermano que se encuentra en el camino”. Y es que Francisco pide en ‘Fratelli tutti’ que “cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud de solidaridad y de cuidado, la actitud de proximidad del Buen Samaritano”. “No es sólo una cuestión de generosidad, que unos tienen más y otros menos”, advierte ya que “la fe llena de una motivación inédita el reconocimiento del otro, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a todo ser humano con un amor infinito y, por tanto, le otorga una dignidad infinita”.
“Es esta pasión de Cristo por el destino de cada criatura la que debe animar la mirada del creyente hacia todos: un amor gratuito, sin medida y sin cálculo”, anima Parolin. Por el contrario, “en el choque de todos contra todos, donde el egoísmo y los intereses creados parecen dictar la agenda en la vida de los individuos y las naciones, ¿cómo es posible mirar a los que nos rodean como un activo que debe ser respetado, apreciado y cuidado?” Y es que, lamenta, “la pandemia y la guerra parecen haber ampliado el abismo, retrasando el camino hacia una humanidad más unida y solidaria”.
El camino de la fraternidad
Prosigue el cardenal destacando que “el camino de la fraternidad no se dibuja sobre las nubes: atraviesa los numerosos desiertos espirituales presentes en nuestras sociedades”. Y es que, añade, “una persona no puede hacer el viaje de autodescubrimiento sola, el encuentro con el otro es esencial. En este sentido, el Buen Samaritano nos muestra que nuestra existencia está íntimamente ligada a la de los demás y que la relación con el otro es una condición para llegar a ser plenamente nosotros mismos y dar fruto”. “Al darnos la vida, Dios se ha entregado de alguna manera a sí mismo para que nosotros, a su vez, nos demos a los demás”, apunta.
En sintonía con el Papa, invita a dar “un abrazo que derriba muros y sale al encuentro del otro en el conocimiento del valor de cada persona concreta, en cualquier situación en la que se encuentre. Un amor al otro por lo que es: una criatura de Dios, hecha a su imagen y semejanza, dotada por tanto de una dignidad intangible, de la que nadie puede disponer o, peor aún, abusar”. “Es esta amistad social la que, como creyentes, estamos invitados a alimentar con nuestro testimonio”, alienta. “Cuánta necesidad tienen los hombres y mujeres de nuestro tiempo de encontrarse con personas que no den lecciones desde el balcón, sino que salgan a la calle para compartir el trabajo diario de la vida, sostenidos por una esperanza fiable; ratifica.