El pontífice concluye su ciclo de catequesis dedicado a la vejez durante las audiencias generales de los miércoles: “Confiemos en las promesas del Señor, lo mejor de la vida aún está por llegar”
El papa Francisco ha concluido su ciclo de catequesis dedicadas a la ancianidad, en esta ocasión a partir de un fragmento de la carta de san Pablo a los romanos sobre los “dolores de la creación”. “En las llagas de Jesús, que permanecen ya resucitado, vemos que Él no perdió su humanidad ni la memoria de su vida, de su historia. Nosotros, aunque no podemos imaginarnos cómo será la transformación de nuestro cuerpo al resucitar, sabemos que reconoceremos nuestros rostros y a las personas que amamos”, señaló el Papa en su resumen en español.
Esas heridas, subrayó, “ya no son la fealdad del desaliento dolorosamente sufrido, ahora son la prueba indeleble de su amor fiel hasta el final”. A partir de la reflexión teológica sobre la Asunción, Francisco destacó que “en el acto divino del reencuentro de María con Cristo resucitado, la corrupción corporal normal de la muerte humana no es simplemente trascendida, sino que se anticipa la asunción corporal de la vida de Dios” ya que, “según la fe cristiana, el Resucitado es el primogénito entre muchos hermanos”.
Más adelante, el Papa, recordó que “cuando Jesús habla del Reino de Dios, lo describe como un banquete de bodas, como una fiesta con amigos, como el trabajo que hace que la casa sea perfecta, o las sorpresas que hacen que la cosecha sea más rica que la siembra. Tomar en serio las palabras evangélicas sobre el Reino permite que nuestra sensibilidad disfrute del amor obrero y creador de Dios, y nos pone en sintonía con el destino inédito de la vida que sembramos”. Esto se traduce en “gestos” como “una caricia, una sonrisa, un gesto, un trabajo apreciado, una sorpresa inesperada, una alegría hospitalaria, un vínculo fiel. Lo esencial de la vida, lo que más apreciamos al acercarnos a la despedida, se nos hace definitivamente claro”, añadió.
Para Francisco, “nuestra vida es como una semilla que debe ser enterrada para que nazca y pueda dar fruto”, algo que conlleva “tribulación” como “los dolores de parto que sufre la creación”, en expresión paulina. “Pero Jesús nos espera con amor, nos prepara un lugar a la mesa en su Reino, del cual disfrutaremos al pasar a la otra vida”, advierte. Por eso el Papa invitó: “confiemos en las promesas del Señor, lo mejor de la vida aún está por llegar”.
“Les invito a implorar al Señor que desde hace seis meses hoy sigue sufriendo Ucrania el horror de la guerra. Deseo que se tomen pasos concretos para poner fin a la guerra y alejar el riesgo de un desastre nuclear”, señaló el Papa al final del encuentro dejando de lado sus papeles. “Llevo en el corazón a los prisioneros y a quienes tienen sus corazones frágiles y pido a las autoridades que se ocupen de su liberación. Pienso en tantos niños muertos, tantos refugiados. Aquí se encuentran muchos”, confesó.
Prosiguió el Papa: “Tantos heridos, tantos niños rusos y ucranios que se han convertido en huérfanos, la orfandad no tiene nacionalidad, han perdido a su papá y su mamá, pienso en tanta crueldad, en tantos inocentes que están pagando la locura de la guerra“. “La locura en todas partes, la guerra es una locura, y ninguno que está en guerra puede decir no estoy loco, pienso en esa pobre joven que ha volado por los aires, que estaba en su coche en Moscú, los inocentes pagan en la guerra”.
“La guerra es una locura, pienso en los que ganan con el comercio de las armas, son delincuentes que matan a la humanidad. Pensemos en otros países que están en guerra, en Siria, en Yemen, en tantos que sufren hambre“, añadió Francisco. “Tantos que sufren en el mundo injusticia por ser expulsados de sus tierras, hoy que han pasado seis meses. pensemos en Ucrania, he consagrada a estos dos países a nuestra Madre la Virgen María”, concluyó.