Ante el inicio del nuevo ciclo escolar 2022-2023, los obispos de México dirigieron un mensaje a las comunidades educativas del país, en el que hacen un llamado a centrar su mirada en la tarea esencial de educar a los niños y jóvenes del país, y a esforzarse por detener la cultura de la muerte.
A través de un comunicado firmado por el Consejo de Presidencia y por los responsables de la Pastoral Profética y Educativa-Cultural, la Conferencia del Episcopado Mexicano recordó que la educación es la actividad más humana.
Con la educación -explicó– “guiamos y acompañamos a cada persona en el desarrollo de sus facultades físicas y espirituales (inteligencia, voluntad, afectos, memoria, imaginación, capacidad de síntesis), en sus distintas dimensiones: individuales, ambientales y sociales, en favor de una civilización más fraterna, solidaria y responsable“.
Tras citar al papa Francisco, quien ha manifestado que el mundo está atravesando por una catástrofe educativa global, los obispos mexicanos reiteraron su compromiso para articular ‘pactos educativos locales’, “que nos ayuden a tejer los lazos de solidaridad en la comunidad educativa, con el hilo cálido de la solidaridad, el cuidado y la creatividad”.
Los pastores, encabezados por el arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera, hicieron un llamado a responder a los desafíos más inmediatos de las instituciones educativas, y encontrar caminos nuevos de relación, “de cara a la crisis generalizada que vivimos·.
Particularmente, se refirieron a la crisis antropológica y la cultural, “pues mientras el ser humano no asuma su existencia de manera trascedente y responsable, vivirá ahogado en sus visiones, intereses y sinsentidos”.
Por ello, urgieron a que, en cada encuentro educativo, se avive con la fe, la esperanza y la caridad, el esfuerzo cotidiano para conseguir un cambio sereno y eficaz, que detenga la ola de una cultura de muerte, abuso, corrupción, ineptitud, así como de un deterioro ambiental y social, “presentes en múltiples sectores de nuestro México”.
Para los obispos, “en lugar de engancharnos en los problemas y límites del momento actual”, es necesario orientar “nuestras pasiones y anhelos a proyectos concretos, solidarios y factibles, que transformen nuestras realidades educativas locales; y por supuesto a cooperar para aliviar las situaciones de dolor de los hermanos, particularmente los más pequeños, alejados y necesitados.
Finalmente, dejaron en claro que la educación es un acto de amor, de generosidad, de gratuidad. “Por lo que no debe ser visto como un botín por parte de ningún proyecto político, económico, ideológico o social”.
También dirigieron un mensaje a los padres de familia, “primeros y principales responsables de la educación de sus hijos”, a quienes pidieron involucrarse en las escuelas, con orden, conciencia solidaria y, sobre todo, capacidad de escucha.
Y a las autoridades civiles, empresarios, líderes sociales y políticos, les pidieron hacer resurgir en cada espacio educativo, caminos de diálogo, de construcción de paz y de desarrollo humano, integral, solidario y sustentable.
En relación con las comunidades religiosas y obras diocesanas dedicadas a la educación, a lo largo y ancho del país, los obispos les expresaron “su aliento, solidaridad y afecto” y a los niños y jóvenes, su “aprecio, ánimo y cercanía”.