El Papa quiere que los 226 purpurados con los que hoy cuenta la Iglesia católica y que configuran el colegio cardenalicio más universal de la historia trabajen en dos planos a la vez: en lo grande y en lo pequeño, en el despacho y en la calle, en lo institucional y mano a mano con el pueblo.
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“Un cardenal ama a la Iglesia, siempre con el mismo fuego espiritual, ya sea tratando las grandes cuestiones, como ocupándose de las más pequeñas; ya sea encontrándose con los grandes de este mundo, como con los pequeños, que son grandes delante de Dios”, sentenció esta tarde Francisco en una basílica de San Pedro llena, que recupera por completo un aforo prepandémico.
Un español entre los elegidos
Lo remarcó una y otra vez en la reflexión espontánea que compartió más allá de los papeles donde tenía escrita la homilía con motivo del octavo consistorio de su pontificado, a través del cual ha creado a 20 nuevos purpurados, 16 de ellos electores. Y, entre ellos, el español Fernando Vérgez, religioso perteneciente a los Legionarios de Cristo y actual ‘alcalde’ de la Ciudad del Vaticano, el cargo laico equivalente a la presidencia del Governatorato del Estado más pequeño del mundo.
Además, entre los elegidos, seis proceden de Asia -aunque uno es de origen italiano-, cuatro son americanos, hay cuatro europeos y dos africanos. De los curiales a los que promociona, se encuentran los ‘ministros’ del Culto Divino y del Clero, el británico Arthur Roche y el surcoreano Lazzaro You Heung-sik.
Referencia jesuita
El Papa se dirigió a sus “queridos hermanos cardenales” para par encargarles de “cuidar con valentía tanto las cosas grandes como las pequeñas”. Y lo reforzó, echando mano de un epitafio dedicado a Ignacio de Loyola: “Cosa divina es no estar ceñido por lo más grande y, sin embargo, estar contenido entero en lo más pequeño”.
Es más, les encomendó abanderar “este poder manso, esta universalidad atenta a los detalles”. “El secreto del fuego de Dios, que desciende del cielo, iluminando de un extremo al otro, y que cocina lentamente el alimento de las familias pobres, de los migrantes, o de quienes no tienen un hogar”, les recordó.
Casaroli y Van Thuân
Y por si no les quedara claro, tanto a los que recogían su birreta nueva como a quienes ya la tienen amoldada a sus hechuras, les puso dos ejemplos incuestionables. Por un lado, el cardenal Casaroli, el secretario de Estado de Juan Pablo II que, a la par que pilotó la diplomacia vaticana para acabar con la Guerra Fría con los grandes mandatarios internacional, nunca faltaba a su cita con los jóvenes de las cárceles de Roma. “¡Y Dios no quiera que la miopía del ser humano cierre de nuevo aquellos horizontes que Él abrió!”, le elogió Bergoglio. Por otro, aplaudió en público también al cardenal Van Thuân, el purpurado vietnamita que estuvo preso durante más de una década y, sin embargo, “estaba animado por el fuego del amor de Cristo para cuidar el alma del carcelero que vigilaba la puerta de su celda”.
La pregunta del Señor
Con todo esto, y a modo de interpelación directa a los neocardenales, que les recuerda cómo su nombramiento va más allá de una elección papal, les dijo: “Dime tú, nuevo cardenal, ¿puedo contar contigo? Es la pregunta del Señor”.
A partir de la imagen del fuego que utiliza Jesús para ilustrar el objetivo de su misión, Francisco instó a los católicos a llevar la “antorcha encendida” de Cristo. “El Señor quiere comunicarnos su valentía apostólica, su celo por la salvación de cada ser humano, sin excluir a nadie”, expuso dentro de su apuesta pastoral por una evangelización inclusiva en una Iglesia de puertas abiertas, presentando a los misioneros como referente.
Todas las vocaciones
En paralelo, también se sirvió de las brasas, para poner en valor el trabajo de aquellos cristianos en lo oculto. En este sentido, presentó a san Carlos de Foucauld como modelo de presencia creyente “en un ambiente no cristiano, en la soledad del desierto”, que “centró toda su atención en la presencia, tanto la presencia de Jesús vivo en la Palabra y en la Eucaristía, como la propia presencia del santo, que era fraterna, amigable y caritativa”.
De la misma manera, puso en valor el testimonio de los párrocos, de los consagrados laicos, de los matrimonios y de los ancianos, que desde las “ascuas” saben “caldear la vida” de los demás.
Al final de su homilía, el Papa tuvo un recuerdo para el nuevo cardenal ganés Richard Kuuia Baawobr, que “cuando llegó a Roma, se sintió mal, tuvo que ser intervenido y se está recuperando”.