Una vez que recoja del papa Francisco su capelo cardenalicio, Giorgio Marengo se convertirá formalmente en el cardenal más joven del mundo. El actual prefecto apostólico de Ulán Bator, en Mongolia, es misionero de la Consolata y, además, ha sido consejero regional para Asia, superior de la provincia de Mongolia y párroco. Nacido el 7 de junio de 1974 en el norte de Italia, tras doctorarse en misionología llegó al país asiático en 2003. Desde allí comparte con ‘Vida Nueva’ los nuevos retos de su misión entre el desierto.
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Vocación misionera
PREGUNTA- ¿Qué hace un cura piamontés como prefecto apostólico en el corazón de Asia?
R.- Si estoy en Mongolia es porque mi vocación misionera me ha traído hasta aquí como hijo espiritual del beato José Allamano dentro de la familia de los misioneros de la Consolata. He llegado formando parte dentro del primer grupo de sacerdotes y religiosas que, juntos, fueron enviados en 2003. Por lo tanto, me siento muy privilegiado de haber vivido esta experiencia, y continuar haciéndolo. Reconforta pensar que cuando uno entrega a Dios su propia vida, Él hace aquello que quiere llevándote a donde solo Él lo sabe. Me encuentro muy agradecido porque para mí Mongolia es la ‘tierra prometida’ en la que el Señor me esperaba para ofrecerme a Él, para convertirme y para disponer de mí para su Reino.
P.- En su opinión, ¿qué significa que el papa Francisco cree un cardenal de Mongolia?
R.- Me parece un gesto realmente bonito, impregnado de misionalidad. Si el papa Francisco ha mirado este remoto rincón del mundo para elegir un cardenal confirma que su corazón es realmente misionero, atento a las realidad marginales y minoritarias. Y es que aquí se vive en un ambiente muy similar al de las primeras comunidades cristianas, las descritas en los ‘Hechos de los apóstoles’. El hecho es que la gran obra evangelizadora que se ha desarrollado en estos 30 años de evangelización, un aniversario que estamos celebrando ahora debe mucho a quien ha sido mi predecesor, monseñor Wenceslao Padilla, misionero del Corazón Inmaculado de María que empezó de cero en medio de una realidad complicada, en un país que trataba de levantarse sobre las cenizas del postcomunismo, que tenía mucha pobreza, muchas dificultades… y entregando su vida totalmente por esta gente ha hecho tanto junto con los misioneros y misioneras que se han unido a él en estos años.
Por lo tanto, es una alegría compartida la que tenemos que atribuir a toda la familia misionera que desde hace tantos años están aquí. Es un mérito suyo. En el fondo, si el colegio cardenalicio debe representar un poco a toda la Iglesia, probablemente el papa Francisco considera que la evangelización a través del diálogo respetuoso con otras tradiciones espirituales tiene algo que decir al resto de la Iglesia.
Pastor en la estepa
P.- Muchos han señalado que será el cardenal más joven del Colegio: ¿es un dato más o no le da importancia?
R.- Realmente es un dato. En primer lugar, me recuerda a mí mismo que todavía tengo muchísimo que aprender de quien tiene una experiencia mucha mayor que la mía y por eso tengo que ponerme a la escucha de los señores cardenales que son ciertamente mucho más expertos que yo. Además, con toda la humildad, estoy dispuesto a compartir con todos los que estamos viviendo aquí en Mongolia durante estos últimos 30 años.
P.- ¿Cómo cambia su vida como prefecto apostólico tras su creación como cardenal?
R.- Creo que estaré llamado de forma más intensa a ejercer la sinodalidad, sobre la que estamos poniendo nuestra atención es estos años de preparación al sínodo. Por lo tanto, estaré llamado a vivirla de forma más concreta con los otros miembros del colegio y creo que deberé estudiar mucho, intensificar el conocimiento y la profundización de diferentes temas para estar a la altura de lo que me vayan pidiendo. Por lo demás, continuaré desarrollando mi servicio como pastor de esta Iglesia de las estepas, la Iglesia de Mongolia donde se necesita un anuncio valiente del Evangelio, además de discreto y empático, junto con una profundización continua de la fe de aquellos que la han abrazado.
Precisamente a principio del verano teníamos una semana pastoral como iniciativa para celebrar juntos el sínodo y los 30 años de la Iglesia en Mongolia y nos ha dado muchas claves para renovar nuestra reflexión, nuestra acción misionera. Y luego, creo que como exigencia de este nuevo servicio que me han pedido se necesita y compromiso espiritual serio porque solo en la profundidad de la oración puedo esperar encontrar la inspiración y la fuerza necesarias.
Un carisma en misión
P.- Usted es un religioso misionero de la Consolata: ¿esto impulsa el compromiso misionero de la Iglesia?
R.- La obediencia religiosa me ha traído hasta Mongolia, por lo que la espiritualidad y el estilo misionero del beato José Allamano, así como la praxis vital de los misioneros y las misioneras de la Consolata junto a su historia, que tiene más de un siglo, creo que son parte integrante de mi identidad y estoy muy agradecido por ello. Quizá con esto sea más conocida la realidad de los misioneros y misioneras de la Consolata. Aquí en Asia la realidad de nuestro instituto es pequeña. Los sacerdotes están presentes en Mongolia, Corea y Taiwán y las religiosas, además de en Mongolia donde tenemos mucho contacto y colaboración, están presentes en otros países de Asia central como Kazajistán y Kirguistán. Ciertamente, nuestra identidad es precisamente la de estar al servicio del evangelio allí donde la Iglesia aún no tiene los recursos y las personas suficientes para poderlo anunciarlo, por lo tanto, servir a la misión ‘ad gentes’ con todo lo que ello implica.
P.- Su libro ‘Susurrando el Evangelio en el país del eterno cielo azul’ fue publicado recientemente. ¿Por qué es necesario “susurrar” el evangelio en Mongolia?
R.- Me gusta mucho la imagen de susurrar el evangelio al corazón de Asia. No es “harina de mi costal”, como decimos en italiano, sino que la he tomado de la pluma y el corazón de monseñor Thomas Menamparampil, salesiano arzobispo emérito de Guwahati, en India, que en los años de la asamblea especial del sínodo para Asia había propuesto a la asamblea esta expresión que tuvo un éxito entre los padres sinodales. Cuando la encontré durante mis estudios de misionología me ha fascinado porque ciertamente condensa en una imagen la belleza y profundidad de la misión. Susurrar es un verbo que apunta a la discreción, la confidencia, la delicadeza… se susurra algo importante al oído de quien quieres, de quien le deseas el bien.
Supone una relación ya construida en el tiempo, que llega a unos niveles de profundidad. Y también apunta a una modalidad de misión que es discreta, atenta, fundada sobre la empatía, sobre las relaciones personales. Y se susurra el evangelio que no es otra cosa que la presencia de Cristo resucitado que se trata de comunicar al corazón de un pueblo, en sintonía con los latidos de dicho corazón que ha conocer en lo profundo y lo escondido desde la belleza de su identidad cultural, su historia, las tradiciones religiosas, la psicología social, la política, la economía… Es decir, entrar verdaderamente dentro de la vida de un pueblo para poder comunicar de la manera más adecuadamente posible la belleza del evangelio.
P.- Una de las primeras cosas que hará como cardenal es participar en un encuentro para estudiar la constitución ‘Praedicate evangelium’, ¿cómo se imagina la Curia Romana desde Asia?
R.- Ciertamente, se abre un capítulo muy importante y delicado que necesita el estudio y la adecuación de los medios. Es muy bello y significativo que el documento tome el título del mandato misionero de “predicar el evangelio” y precisamente el papa Francisco destaca en sus discursos a la curia el primado del mandato misionero en el evangelio, algo que él mismo llama “conversión misionera de la Iglesia”. Será muy interesante descubrir esta cuestión juntos con otros cardenales más experimentados que yo desde mi experiencia misionera de acompañar la fe de personas que descubren la frescura de la novedad de la fe, como belleza, como atracción. Podrá ayudar a la reflexión de todos para ver hacia qué Iglesia queremos caminar. Será muy interesante participar en estas jornadas de estudio.