El pontífice saluda a las familias de las víctimas de terremoto de 2009 tras visitar la catedral antes de participar en el Perdón celestiniano
De forma pública, el Papa ha visitado la ciudad de L’Aquila, en Los Abruzos –en el corazón de Italia se podría decir–,región asolada por un terremoto en 2009. Francisco ya se presentó por sorpresa en las ruinas de Amatrice tras otro devastador terremoto en 2016. Ahora se ha desplazado con motivo de la celebración del llamado ‘Perdón celestiniano’, una jornada penitencial que es casi comparable a la del Perdón de Asís y que toma su nombre del papa Celestino V, un monje eremita que fue papa durante cinco meses, en 1294, hasta que renunció abrumado por las corruptelas eclesiales.
Canonizado en 1313 por el papa Clemente V ante la enorme devoción popular que se le profesaba, Celestino V siempre fue considerado como un icono del cristianismo más esencial y arraigado en el amor fraterno. L’Aquila, donde se retiró y se conservan sus restos, celebra esta fiesta del Perdón en la que se concede la indulgencia a sus participantes. Y Francisco este domingo, 28 de agosto, ha sido el primer pontífice en 728 años en abrir la Puerta Santa de su Basílica de Santa María de Collemaggio. Un momento cargado de simbolismo y en el que el Papa, que seguirá el rastro de Benedicto XVI, quien se postró ante los restos de Celestino V en 2009 (en un gesto que muchos interpretaron como profético de su propia renuncia, cuatro años después).
Tal como estaba previsto el papa Francisco llegó en helicóptero en torno a las 8.30 horas, aterrizando en el estadio Gran Sasso. en un coche fue trasladado a la plaza de la catedral, donde ha sido recibido por el cardenal Giuseppe Petrocchi, arzobispo local; el presidente de la región de los Abruzos, Marco Marsilio; la prefecta de L’Aquila, Cinzia Teresa Torraco, y el alcalde, Pierluigi Biondi. Tras una breve visita privada a la catedral, visiblemente marcada por las consecuencias del último terremoto, el Papa tuvo un momento de saludo a un grupo de familiares de las víctimas del terremoto en el que murieron más de 300 personas.
En su saludo en la plaza de la catedral, Francisco señaló que con este viaje “abrazo con afecto a toda la ciudad y la diócesis de L’Aquila” y por ello quiso mostrar su “cercanía a sus familias y a toda su comunidad, que ha afrontado con gran dignidad las consecuencias de ese trágico acontecimiento”. El Papa alabó su “testimonio de fe: a pesar del dolor y el desconcierto propios de nuestra fe de peregrinos, habéis fijado vuestra mirada en Cristo, crucificado y resucitado, que con su amor ha redimido el dolor y la muerte del sinsentido. Y Jesús te ha devuelto a los brazos del Padre, que no deja caer una sola lágrima en vano, ni siquiera una, sino que las recoge todas en su corazón misericordioso”.
En este sentido ha recordado a los fallecidos, “que han pasado del tiempo a la eternidad”. “La comunión con ellos está más viva que nunca. La muerte no puede romper el amor”, reiteró. Algo que se refleja en la Capilla del Recuerdo que se ha creado. Y es que para Francisco “la memoria es la fuerza de un pueblo, y cuando esta memoria está iluminada por la fe, ese pueblo no queda prisionero del pasado, sino que camina en el presente mirando hacia el futuro, permaneciendo siempre apegado a sus raíces y atesorando las experiencias pasadas, buenas y malas”. Por ello alabó en el pueblo su “capacidad de resistencia” que está “arraigada en su tradición cristiana y cívica, le permitió resistir el impacto del terremoto y comenzar inmediatamente la valiente y paciente labor de reconstrucción”.
“Había que reconstruir todo: las casas, las escuelas, las iglesias. Pero, como bien sabéis, esto se hace junto con la reconstrucción espiritual, cultural y social de la comunidad cívica y eclesial”, prosiguió. Para el Papa, “el renacimiento personal y colectivo es un don de la Gracia y es también el fruto del compromiso de todos y cada uno”. “Es fundamental activar y potenciar la colaboración orgánica, en sinergia, de instituciones y entidades asociativas: una concordia esforzada, un compromiso con visión de futuro”, recalcó.
Una labor en la que “las iglesias merecen una atención especial”, ya que, destacó “son el patrimonio de la comunidad, no sólo en un sentido histórico y cultural, sino también en un sentido de identidad. Esas piedras están impregnadas de la fe y los valores del pueblo; y los templos son también lugares propulsores de su vida, de su esperanza”. Una esperanza que se unió al hecho de que un grupo de reclusos participase en la jornada del Perdón celestiniano.
El Perdón celestiniano forma parte de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, por ser un símbolo de reconciliación, cohesión social e integración y un acontecimiento que promueve los valores del compartir, la hospitalidad y la fraternidad. Con este mismo significado se ha creado el Premio del Perdón, que el municipio ha otorgado en esta edición a Francisco “en reconocimiento a su incansable actividad pastoral inspirada en la reconciliación”. El premio es un escultura de la flor del azafrán, símbolo del dolor y la esperanza de la ciudad renacida, coronada por tres arcos que recuerdan la Puerta Santa.