“Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi camino”. Este versículo del salmo 119 es el epitafio que figura sobre la tumba del cardenal Carlo Maria Martini, jesuita arzobispo de Milán. En el suelo de una capilla del imponen Duomo están los restos de este purpurado universal que murió ahora hace diez años. Pero, ¿quién era el cardenal Martini?
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En su funeral el papa Benedicto XVI mandó un mensaje en el que recordaba al “pastor generoso y fiel de la Iglesia, al infatigable servidor del Evangelio y de la Jerusalén celeste”, y elogiaba su espíritu de encuentro y de diálogo con todos, su caridad profunda, atento a todas las situaciones difíciles para ser portador de esperanza. “Fue capaz de enseñar a los creyentes y a los que están en la búsqueda de la verdad, que la única Palabra digna de ser escuchada, acogida y seguida es la de Dios, porque indica a todos el camino de la verdad y del amor”, señalaba el Papa alabando su empeño por estar “atento a todas las situaciones, especialmente a las más difíciles, cercano, con amor, hacia el que estaba en la confusión y desaliento, en la pobreza y en el sufrimiento”.
Un estudioso de la Biblia
Carlo Maria Martini nació en la ciudad italiana de Turín en 1927 y con 17 años se fue al noviciado de los jesuitas en Cuneo. Tras profesar estudiará filosofía en el estudiantado que entonces tenía la Compañía en Gallarate, en Varese –al norte de Milán–, y teología en la Facultad de Chieri, cerca de Turín. De hecho, el arzobispo de esta ciudad, el cardenal Maurilio Fossati, le ordenará sacerdote el 13 de julio de 1952.
Continuará sus estudios teológicos en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Volverá a Chieri como profesor y de vuelta a Roma se licenciará en Sagrada Escritura con las mejores calificaciones en el Pontificio Instituto Bíblico en 1966. De dicho centro será decano y rector desde 1969 a 1978. Este año será nombrado rector de la Gregoriana. En estos años destacan algunas publicaciones suyas como su comentario de los Hechos de los Apóstoles así como diversas publicaciones científicas. También se va haciendo conocido como predicador de Ejercicios Espirituales y activista del diálogo ecuménico y el acercamiento con el mundo hebrero. Tanto es así que Pablo VI le invita a predicar los ejercicios espirituales de la Curia Romana.
Un arzobispo para Milán
Juan Pablo II lo nombrará el 29 de diciembre de 1979 arzobispo de Milán, tradicionalmente considerada la diócesis más grande del mundo. Así, directamente, sin diócesis intermedias. De hecho, el mismo Papa polaco le ordena como obispo el día de la Epifanía. El 10 de febrero toma posesión de la cátedra en el Duomo milanense sucediendo al cardenal Giovanni Colombo. Poco después, el 2 de febrero de 1983 fue creado cardenal.
Desde su primera carta pastoral tratará de acercar a los fieles la Palabra de Dios a través de la ‘Lectio divina’ para potenciar la “dimensión contemplativa de la vida”. En 1986 implantará unas particulares escuelas para potenciar el compromiso social y político de los cristianos en unos momentos en los que se vivían en Milán los años de plomo del terrorismo italiano –de hecho militantes radicales hicieron entrega de un arsenal de armas al propio arzobispo–. También abrirá la catedral a los no creyentes en sus sesiones de “preguntas de fe”, organizará el 47° Sínodo diocesano y recibirá en el año 2000 el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
Y es que Martini durante sus 23 años de episcopado se convirtió en una de las personalidades más conocidas. Participó en numerosas asambleas del Sínodo de los Obispos y fue presidente del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas de 1986 a 1993.
Rumbo a Jerusalén
Tras su jubilación, en 2002 se retira a Jerusalén a continuar estudiando la Biblia y incrementar sus momentos de oración por la paz y por la reconciliación en la tierra de Jesús. Residirá en el Instituto Bíblico, con alguna temporada en una casa jesuita en Italia. Allí publicará sus últimos estudios de exégesis y un grupo de peregrinos milaneses irá a felicitarle por su cumpleaños.
La evolución de la enfermedad del párkinson le obliga en 2008 a volver a Italia y se establece finalmente en Gallarate, donde los jesuitas han reconvertido una parte de su antiguo filosofado en residencia para los hermanos mayores y enfermos. La comunidad le acompañará y mantendrá algunas publicaciones, incluyendo colaboraciones en algunos periódicos italianos. Finalmente fallece allí el 31 de agosto de 2012, hace ahora justo 10 años.