Juan Pablo II recibió al padre de la perestroika el 1 de diciembre de 1989, pocas semanas después de la caída del Muro de Berlín
El líder soviético Mijaíl Serguéievich Gorbachov (Stávropol, 2 de marzo de 1931), ha fallecido este martes, 30 de agosto, a los 91 años como consecuencia de una grave enfermedad en el Hospital Clínico Central de Moscú. El padre de la perestroika tiene en su haber el hecho se ser el primer y último presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. También el logro de haber sido el primer presidente que se entrevista con un Papa desde la Revolución de 1917 y la llegada el comunismo a Rusia. Gorbachov fue recibido en el Vaticano por Juan Pablo II el 1 de diciembre de 1989. Apenas dos semanas antes había caído el Muro de Berlín.
El año 1989 fue también el del restablecimiento de las relaciones diplomáticas de Rusia con la Santa Sede, por lo tanto el encuentro entre ambos líderes era un paso en cierta medida lógico. Gorbachov encabezaba la delegación con su esposa Raisa y hubo un intercambio de discursos en la sala del Trono del Palacio Apostólico. Juan Pablo II se mostró en todo momento con la mano tendida. “Con usted, señor presidente, hemos tratado de la solución de los problemas de la Iglesia Católica en la URSS para promover un compromiso común en favor de la paz y de la colaboración en el mundo. Esta colaboración es posible ya que tiene como objeto y sujeto al hombre. En efecto, el hombre es la vía de la Iglesia, como he recordado desde el inicio de mi pontificado. La humanidad espera hoy nuevas formas de cooperación y de ayuda recíproca. La tragedia de la Segunda Guerra Mundial nos ha enseñado, sin embargo, que si se olvidan los valores éticos fundamentales, pueden surgir consecuencias tremendas para la suerte de los pueblos y hasta los más grandes proyectos pueden fracasar”, destacó el pontífice.
“Acaba de producirse un hecho extraordinario”, reiteró el líder soviético al salir de la audiencia que tuvo, como suele ser habitual, un encuentro privado de más de una hora en la biblioteca papal tras el que se anunció la promulgación de una ley que permitirá la libertad religiosa. “Todo lo que ha pasado en Europa del Este en los últimos años habría sido imposible sin el esfuerzo del Papa”, señalaría Gorbachov sin ningún pudor –algo insospechado en aquel entonces–. Aquel encuentro suspiraba por una posible visita de un pontífice a Moscú, algo que no se ha producido a día de hoy –a pesar que Boris Yeltsin la retomó al desmantelarse la URSS en 1991–.
No es de extrañar que, a partir del entendimiento que surgió desde entonces, Gorbachov fuese uno de los que respaldase la apertura del proceso de canonización del papa Juan Pablo II, a su muerte. “Mi opinión es que debe ser canonizado. Fue una personalidad formidable. Un gran humanista, el más grande, para mí”, señalaría el líder soviético sobre el Papa que fue uno de los grandes promotores de la caída del comunismo que había vivido en sus carnes en su Polonia natal. Por su parte, Wojtyla había firmado que “Gorbachov es un hombre de principios, de gran riqueza espiritual”.