“La liturgia es la obra de Cristo y de la Iglesia, y como tal es un organismo vivo, como una planta, no se puede descuidar ni maltratar. No es un monumento de mármol o de bronce, no es algo de museo. La liturgia está viva como una planta, y debe ser cultivada con cuidado”. De esta manera se ha expresado hoy el papa Francisco durante su audiencia con la Asociación Italiana de Profesores y Profesionales de Liturgia, que celebran este año su medio siglo de vida.
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Asimismo, el Pontífice les ha pedido -o más bien exigido-, que sigan “escuchando a las comunidades cristianas, para que su trabajo nunca se separe de las expectativas y necesidades del Pueblo de Dios“.
Según ha señalado Jorge Mario Bergoglio, “su trabajo de discernimiento e investigación no puede separar la dimensión académica de la pastoral y espiritual. Necesitamos, hoy más que nunca, una visión elevada de la liturgia, de modo que no se reduzca a disquisiciones de detalle rúbricas: una liturgia que no sea mundana, sino que eleve los ojos al cielo, para sentir que el mundo y la vida están habitados por el Misterio de Cristo; y, al mismo tiempo, una liturgia con los ‘pies en la tierra’, ‘propter homines’, no alejada de la vida”. Y ha completado: “Las dos cosas juntas: volver la mirada al Señor sin dar la espalda al mundo”.
Reforma litúrgica
Francisco ha dado gracias al Señor hasta tres veces por el servicio de la Asociación a la Iglesia: “En primer lugar, demos gracias por quienes, hace cincuenta años, tuvieron el valor de tomar la iniciativa y dar vida a esta realidad; luego demos gracias por quienes han participado en este medio siglo, ofreciendo su contribución a la reflexión sobre la vida litúrgica de la Iglesia; y demos gracias por la contribución que la Asociación ha dado a la recepción en Italia de la reforma litúrgica inspirada por el Concilio Vaticano II”.
“Este período de vida y compromiso corresponde, de hecho, al tiempo eclesial de esta reforma litúrgica: un proceso que ha conocido diferentes fases, desde la inicial, caracterizada por la edición de los nuevos libros litúrgicos, hasta las fases articuladas de su recepción en las décadas siguientes. Este trabajo de aceptación sigue en marcha y nos ve a todos comprometidos en la profundización, que requiere tiempo y cuidado, un cuidado apasionado y paciente; requiere inteligencia espiritual y pastoral; requiere formación, para una sabiduría celebratoria que no se puede improvisar y debe ser continuamente refinada”, ha agregado.
Como ha dicho el Papa, “al servicio de esta tarea, su actividad de estudio e investigación también se ha puesto, y espero que siga haciéndolo, con un impulso renovado. Os animo, pues, a proseguirla en diálogo entre vosotros y con otros, porque también la teología puede y debe tener un estilo sinodal, implicando a las diversas disciplinas teológicas y a las ciencias humanas, ‘en red’ con las instituciones que, también fuera de Italia, cultivan y promueven los estudios litúrgicos”.
Romano Guardini como modelo
Refiriéndose a su reciente Carta ‘Desiderio desideravi’ sobre la formación litúrgica, ha vuelto a subrayar “la necesidad de encontrar cauces adecuados para un estudio de la liturgia que supere el ámbito académico y llegue al Pueblo de Dios. Empezando por el movimiento litúrgico, se ha hecho mucho en este sentido, con valiosas contribuciones de muchos estudiosos y diversas instituciones académicas”.
Y ha continuado: “Quisiera recordar con vosotros la figura de Romano Guardini, que se distinguió por su capacidad de difundir los logros del movimiento litúrgico fuera del ámbito académico, de forma accesible, para que todo creyente -empezando por los jóvenes- pudiera crecer en un conocimiento vivo y experimental del significado teológico y espiritual de la liturgia. Que su figura y su enfoque de la educación litúrgica, tan moderno como clásico, sean un punto de referencia para ustedes, para que tu estudio aúne inteligencia crítica y sabiduría espiritual, fundamento bíblico y arraigo eclesial, apertura a la interdisciplinariedad y aptitud pedagógica”.
Antes de despedirse, Francisco ha concluido insistiendo en que “su estudio de la liturgia esté impregnado de la oración y de la experiencia viva de la Iglesia que celebra, de modo que la liturgia ‘pensada’ fluya siempre, como de una sangre vital, de la liturgia vivida”.