“Su difunta Majestad encontró gran alegría y realización en el servicio a su pueblo y a Dios. Por darnos toda su vida y permitir que su vida de servicio sea un instrumento de la paz de Dios entre nosotros, tenemos con ella una deuda de gratitud sin medida”. De esta manera se ha expresado en un comunicado el arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia anglicana, Justin Welby, al conocerse el fallecimiento de la reina Isabel II a los 96 años.
“Es con profunda tristeza que me uno a la nación, la Commonwealth y el mundo en el duelo por la muerte de Su difunta Majestad la Reina. Mis oraciones están con el Rey y la Familia Real. Que Dios se acerque a ellos y los consuele en los días, semanas y meses venideros”, ha destacado Welby.
Asimismo, ha añadido: “Mientras lloramos juntos, sabemos que, al perder a nuestra amada Reina, hemos perdido a la persona cuya inquebrantable lealtad, servicio y humildad nos ha ayudado a entender quiénes somos a través de décadas de cambios extraordinarios en nuestro mundo, nación y sociedad”.
El primado de la Iglesia anglicana ha subrayado que “tan profundo como es nuestro dolor, más profunda es nuestra gratitud por la extraordinaria dedicación de Su difunta Majestad al Reino Unido, sus Reinos y la Commonwealth”. “A través de tiempos de guerra y dificultades, a través de temporadas de agitación y cambio, y a través de momentos de alegría y celebración, hemos sido sostenidos por la fe de Su difunta Majestad en qué y quiénes estamos llamados a ser”, ha completado.
El arzobispo ha recordado que “en los días más oscuros de la pandemia del coronavirus, la Reina habló poderosamente de la luz que ninguna oscuridad puede vencer”. “Como lo había hecho antes –ha continuado–, nos recordó una verdad profunda sobre nosotros mismos: somos un pueblo de esperanza que se preocupa por los demás. Incluso mientras la difunta Reina lamentaba la pérdida de su amado esposo, el príncipe Felipe, vimos una vez más evidencia de su coraje, resiliencia e instinto para anteponer las necesidades de los demás, todos signos de una fe cristiana profundamente arraigada”.
“Como fiel discípula cristiana, y también Gobernadora Suprema de la Iglesia anglicana, vivió su fe todos los días de su vida. Su confianza en Dios y su profundo amor por Dios fueron fundamentales en la forma en que llevó su vida, hora a hora, día a día”, ha reconocido Welby. “En la vida de la Reina vimos lo que significa recibir el regalo de la vida que Dios nos ha dado y, a través del servicio paciente, humilde y desinteresado, compartirlo como un regalo para los demás”, ha agregado.
El arzobispo de Canterbury ha destacado también “su claridad de pensamiento, capacidad para escuchar atentamente, mente inquisitiva, humor, memoria notable y amabilidad extraordinaria”.