Vaticano

Francisco compone la sinfonía de la paz en Kazajistán





Es norma de la casa, podríamos decir, que el primer discurso que el papa Francisco pronuncia cuando visita un país marque las pautas del viaje. También ha sucedido esta vez en Kazajistán.



Después de ser recibido con un modesto ceremonial en el aeropuerto de la capital kazaja en el que ha participado el presidente de la República, Kassym- Jomart Tokayev, Francisco, con su séquito, recorrió los 13 kilómetros que debían conducirle al palacio Ak Orda, una imponente construcción concebida como expresión del dinamismo y poderío de la joven nación.

El recinto, donde fue recibido por su huésped, es conocido como la Sala de los mármoles, porque su enorme rectángulo ha sido construido con mármoles blancos (que es lo que significa la palabra Orda). Le rindieron honores militares unos escuadrones perfectamente uniformados y casi petrificados.

Casi 30 años de relaciones diplomáticas

El Papa y el presidente (elegido en marzo de 2019) mantuvieron una reunión privada de no excesiva duración para dirigirse inmediatamente a la no muy distante Sala de Conciertos, donde se habían congregado previamente los miembros del gobierno, las autoridades civiles y militares, representantes de la cultura y de la ciencia y todo el Cuerpo Diplomático.

El presidente –contrariamente a muchos de sus colegas que aprovechan la ocasión para incensarse– fue muy parco en sus palabras, destacando el difícil contexto internacional en el que se desarrolla la visita papal y ofreciendo a su país como “plataforma de diálogo, tolerancia y mutua aceptación en Asia central”.

También recordó que están a punto de cumplirse los 30 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la República proclamada independiente pocos años antes.

Entre la tradición y el progreso

Francisco centró su extenso discurso en torno a la armonía, apoyándose en un milenario instrumento musical llamado ‘dombra’, que definió como “símbolo de continuidad en la diversidad”.

Luego prosiguió afirmando que “también Kazajistán está caracterizado por la capacidad de proceder creando armonía entre dos cuerdas paralelas: la tradición y el progreso, las dos almas asiática y europea que hacen de este país un taller multiétnico, multicultural y multireligioso único, revelando su vocación particular, la de ser país del encuentro”.

La ausencia de Kirill

Es cierto que en los últimos meses han surgido en diversos puntos de este inmenso y muy próspero país manifestaciones de protesta por una injusta distribución de sus riquezas, fenómeno que el Papa no ha querido ignorar. Por eso ha alabado que “haya comenzado un proceso de democratización dirigido a reforzar las competencias del Parlamento y de las autoridades locales; en términos más generales: una mayor distribución del poder”.

No dejó de recordar que “la democracia y la modernización no se queden solo en palabras sino que confluyan en un servicio concreto al pueblo porque este estilo político es la respuesta más eficaz a posibles extremismos personalismos y populismos”.

Mañana comienza el VII Congreso de los Líderes de las Religiones mundiales y tradicionales que ha justificado este viaje y, en el curso de la jornada, Jorge Mario Bergoglio se entrevistará con diversos dirigentes religiosos de todo el mundo, pero no, como en un principio se imaginó, con el Patriarca Kirill de Moscú, a quien, sin duda, una autoridad a él superior –Vladimir Putin– le ha prohibido una iniciativa semejante.

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