Francisco viaja desde hoy hasta el jueves a Kazajistán, para participar en el VI Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales en la capital kazaja, Nur-Sultan, rebautizada así en honor al presidente que dirigió el país durante tres décadas.
- PODCAST: Juan Pablo I, la persona tras el beato
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El pontífice argentino toma así el relevo de Juan Pablo II, que visitó en el año 2001. En concreto, el 22, 23 y 24 de septiembre, pocos días después del devastador atentado yihadista contra las Torres Gemelas de Nueva York.
Atmósfera enrarecida
La enrarecida atmósfera que reinaba en todo el mundo no le impidió al Papa polaco subirse al avión y recorrer los cinco mil kilómetros que separan Roma y Astana, como entonces se llamaba la capital de esta nación que comparte fronteras con Mongolia, las repúblicas caucásicas de Uzbekistán y Kirguistán, y la imponente Federación Rusa, que había sido la dueña y señora de todas ellas hasta una década antes.
Los periodistas que acompañábamos a Wojtyla en este nuevo destino, éramos muy conscientes de su significado geopolítico, puesto que meses antes habíamos viajado con el pontífice a Ucrania y poco después lo haríamos a Azerbaiyán y Bulgaria. En principio, sólo se había programado una visita a Armenia, pero la insistencia de las autoridades kazajas, de los obispos del lugar y de los cardenales de Asia Menor, convencieron a la diplomacia vaticana a ampliar la esfera para incluir la joven nación independiente desde 1991, en la que vivían una inmensa mayoría de musulmanes, pero en la que los católicos gozaban de un régimen amplio de libertades.
Pasado oscuro y doloroso
En su discurso pronunciado en el aeropuerto de Astana, el sábado 22 de septiembre el Santo Padre señaló que su visita se producía diez años después de la proclamación de la independencia nacional “lograda –subrayó– tras un largo período oscuro y doloroso”. Luego añadió: “La libertad recobrada ha suscitado en vosotros una mayor confianza en el futuro y estoy convencido de que la experiencia vivida entraña grandes enseñanzas que os ayudarán a buscar nuevas perspectivas de paz y progreso”.
Apenas desembarcados, quedamos bastante asombrados por la contemplación de algunos grandiosos edificios que se alzaban en la flamante nueva capital que había sustituido a la antigua Almaty. El presidente Nursultán Nazarbáyev, en efecto, había convocado a famosos arquitectos –a Norman Foster entre ellos– para dar a la ciudad un aire casi futurista.
Apertura y colaboración
En sus numerosas alocuciones Juan Pablo II subrayó el “espíritu de apertura y colaboración que forma parte de vuestra tradición, porque desde siempre, Kazajistán es tierra de encuentro y convivencia entre tradiciones y culturas diferentes”.
Y así pudimos constatarlo en la misa celebrada al día siguiente en la Plaza de la Madre Patria a la que asistieron unas 40.000 personas, algunas de ellas no católicas, ni siquiera cristianas, sino pertenecientes a la religión musulmana pero que querían honrar al Papa con su presencia.
Fuera el odio
Otros momentos importantes de esta visita fueron el encuentro con los jóvenes en el Aula Magna de la Universidad ‘Eurasia’ y con los representantes del mundo de la cultura, del arte y de la ciencia en el auditorio del modernísimo Palacio de Congresos.
En este acto, ya al final de su estancia, quiso reafirmar “el respeto de la Iglesia católica por el Islam, el auténtico Islam que ora, que sabe ser solidario con los necesitados”. “Recordando los errores del pasado, incluso recientes, todos los creyentes deben aliar sus esfuerzos para que nunca más el odio, el fanatismo, el terrorismo profanen el rostro de Dios”, añadió. La alusión a lo sucedido en Nueva York no podía ser más clara.