Francisco ha presentado hoy ante los principales líderes confesionales del planeta lo que vendría a ser una guía práctica para que las religiones respondan a su misión en el contexto del mundo postpandémico del siglo XXI, o lo que es lo mismo “nuestro rol en el desarrollo espiritual y social de la humanidad durante el período pospandémico.
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Así lo compartió durante su intervención en la la ceremonia de apertura del “VII Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales” que se celebra hasta mañana en el Palacio de la Independencia en Nursultán.
Artesanos de comunión
Francisco defendió que las religiones están llamadas a “hacerse cargo de la humanidad en todas sus dimensiones, volviéndose artesanos de comunión, testigos de una colaboración que supere los cercos de las propias pertenencias comunes, étnicas, nacionales y religiosas”.
Desde Kazajistán, el Papa dibujó cuatro grandes desafíos para que la fe transite una “nueva ruta del encuentro basada en las relaciones humanas”: la lucha contra la pobreza, la defensa de la paz, la apuesta por la fraternidad humana y el cuidado de la Casa Común. De alguna manera, Francisco vino a compartir los ejes fundamentales de su pontificado con un guiño constante al país anfitrión de la cumbre, puesto que usó como hilo conductor algunas de las reflexiones de Abay Kunanbayev, el gran poeta fundador de la literatura kazaja.
Itinerario de sanación
Al reivindicar el papel de los credos como protectores de los pobres, no hizo un canto al asistencialismo, sino que instó a los líderes religiosos a forjar “un itinerario de sanación para nuestra sociedad”. “Seamos conciencias proféticas y valientes, hagámonos prójimos a todos, pero especialmente a los tantos olvidados de hoy, a los marginados, a los sectores más débiles y pobres de la sociedad, a aquellos que sufren a escondidas y en silencio”, clamó el Papa ante cristianos, musulmanes, judíos, budistas…
“El mayor factor de riesgo de nuestro tiempo sigue siendo la pobreza”, expuso sin titubear, alertando de sus consecuencias directas: “Mientras sigan haciendo estragos la desigualdad y las injusticias, no cesarán virus peores que el Covid: los del odio, la violencia y el terrorismo”.
Sin vacunas
Al paso denunció cómo todavía hoy las vacunas no han llegado a los países en vías de desarrollo: “¡Cuántos, todavía hoy, no tienen fácil acceder las vacunas!”, comentó.
En relación al reto para las religiones como constructoras de paz, y con la invasión de Ucrania de fondo, el pontífice argentino expresó que es necesario “una sacudida” por parte de los líderes religiosos para reafirmar que “Dios es paz y lleva siempre a la paz, nunca a la guerra” con el fin de que “nunca más el Omnipotente se vuelva a rehén de la voluntad de poder humano”.
Concepciones reductivas
En palabras que parecían dirigidas al posicionamiento de Kirill en defensa de los planes de guerra de Putin, lanzó la siguiente reflexión: “Purifiquémonos de la presunción de sentirnos justos y de no tener nada que aprender de los demás; liberémonos de esas concepciones reductivas y ruinosas que ofenden el nombre de Dios”.
Además, alertó de cómo las confesiones pueden dejarse llevar “por medio de la rigidez, los extremismos y los fundamentalismos” hasta profanar el nombre de Dios “a través del odio, el fanatismo y el terrorismo, desfigurando también la imagen del hombre”.
Cultura del descarte
A partir de ahí, el Obispo de Roma desarrollo su tercera vía en esta hoja de ruta confesional deteniéndose en la urgencia de la defensa de la vida a través de lo que presentó como la “acogida fraterna”. “Cada día bebés que están por nacer, migrantes y ancianos son descartados”, entonó el Papa, convencido de que “todo ser humano es sagrado”.
Aquí compartió la que es otra de las líneas general de su pontificado: la dignidad del migrante y los cuatro verbos que la hacen posible: acoger, proteger, promover e integrar. Partiendo de la base de que vivimos en “un mundo globalizado” que vive un “gran éxodo”.
Soluciones compartidas
Así, reclamó “soluciones compartidas y amplitud de miras”. “Es más fácil sospechar del extranjero, acusarlo y condenarlo antes que conocerlo y entenderlo”, añadió. Para ello, instó a los presentes a redescubrir “el arte de la hospitalidad, de la acogida, de la compasión”. “Y aprendamos también a avergonzarnos; sí, para experimentar esa sana vergüenza que nace de la piedad por el hombre que sufre, de la conmoción y del asombro por su condición, por su destino, de cual nos sentimos partícipes”, añadió justo después.
Francisco cerró su intervención con ese cuarto pilar a modo de objetivo para las confesiones que es la ecología integral, el cuidado de la Casa Común. “Frente a los cambios climáticos es necesario protegerla, para que no sea soportado a las lógicas de las ganancias, hasta preservada para las generaciones futuras, para alabanza del Creador”, compartió en voz alta.
Mentalidad de la explotación
En este sentido, denunció “la deforestación, el comercio ilegal de animales vivos, los criaderos intensivos” como parte de la que bautizó como “la mentalidad de la explotación que arrasa la casa que habitamos”.
Como premisa fundamental para hacer esto posible, el pontífice argentino defendió la libertad religiosa como “una condición esencial para un desarrollo verdaderamente humano e integral”.
Derecho primario
Aterrizando todavía más, “la libertad religiosa es un derecho fundamental, primario e inalienable, que es necesario promover en todas partes y que no puede limitarse únicamente a la libertad de culto”. A partir de ahí, completó que “es un derecho de toda persona dando testimonio público de la propia fe; proponerlo sin imponerlo nunca”.
Jorge Mario Bergoglio condenó el hecho de “relegar a la esfera de lo privado el credo” porque priva “a la sociedad de una riqueza inmensa” , frente al favorecimiento público de “los ambientes donde se respira una respetuosa convivencia de las diversidades religiosas, étnicas y culturales”.
Fuera el adoctrinamiento
El Papa defendió este derecho en doble dirección: reivindicándolo ante los poderes políticos frente a cualquier decisión dictatorial, pero también ante los líderes religiosos para huir de toda imposición. “Es la buena práctica del anuncio, diferente de proselitismo y adoctrinamiento, de los que todos están llamados para mantener distancia”, apostilló.
Echando la vista atrás a Kazajistán como antigua república soviética, recordó cómo “en este lugar es bien conocida la herencia del ateísmo de Estado, impuesto por decenios, es mentalidad opresora y sofocante por lo que el simple uso de la palabra ‘religión” resultaba incómodo’”. “En realidad, las religiones no son un problema, sino parte de la solución para una convivencia más armoniosa”, añadió.
De musulmanes a ortodoxos
Después del Papa Francisco, tomó la palabra el Gran Imán de Al-Azhar, la otra gran estrella de la cumbre religiosa, como líder del islam moderado. Por su parte, en nombre de los ortodoxos rusos, en ausencia de Kirill, tomó la palabra el patriarca Anthony. El líder ortodoxo, pasando de puntillas por la guerra de Ucrania, simplemente condenó todo “extremismo” y “fundamentalismo” en nombre de la religión.